Est¨¢n vivos
He comprado un robot comadreja. En realidad, es una bola de pl¨¢stico a pilas con un colgajo peludo. Pero la caja asegura que ¡°est¨¢ viva¡±.
En efecto, en cuanto le meto la pila, la bola empieza a rodar por el suelo, haciendo ruiditos y gorgoritos. Rebota contras las paredes de la caja sacudiendo de aqu¨ª para all¨¢ su pelaje sint¨¦tico. No hay c¨®mo detenerla, o callarla. No tiene bot¨®n off.
Creo que he hecho la compra perfecta. Mis hijos llevan a?os pidiendo una mascota, pero se las he negado sistem¨¢ticamente. Si compro un animal de verdad, s¨¦ que terminar¨¦ por alimentarlo yo, limpiarlo yo, pasearlo yo, y me niego a asumir esa responsabilidad. En cambio, la comadreja robot se mueve, es graciosita, y se deja perseguir: todas las ventajas de un ser vivo, sin los inconvenientes. No exige cuidados especiales. La sueltas por ah¨ª y se busca la vida. No ingiere alimentos ni produce alergias. No muerde. Es un suced¨¢neo ideal de la vida.
Despu¨¦s de comprarla, llevo a los ni?os a casa de una amiguita. En el coche, la comadreja empieza a quejarse. Sus gorgoritos parecen menos tiernos y suenan m¨¢s como refunfu?os de gato. Sus sacudidas dentro de la caja se ponen un poco violentas. Debe de ser el encierro, pienso. Los animales y los autom¨®viles nunca se llevan bien.
Al llegar, la comadreja rueda por el suelo, liberada y feliz. Husmea por todos los rincones, en busca de abrigo o comida. Y al fin, encuentra a un amigo llamado Furby.
Furby tiene un coeficiente intelectual superior. Puede hablar un poco. Reacciona amorosamente si lo acaricias. Expresa emociones. Y gru?e sistem¨¢ticamente cada vez que alguien menciona a Mariano Rajoy. Sin dudarlo, nuestra comadreja lo adopta como maestro, para que le ense?e las lecciones fundamentales de la vida.
Los adultos nos dedicamos a conversar tranquilamente, pero despu¨¦s de media hora, mi hijo aparece en el sal¨®n:
-Papi, la comadreja se est¨¢ peleando con Furby.
-Bueno, d¨¦jalos jugar.
Quince minutos despu¨¦s, es mi hija la que da la alerta:
-Furby le ha pegado a la comadreja.
-Normal, as¨ª son los animalitos.
Finalmente, despu¨¦s de otros veinte minutos, la peque?a due?a de casa viene llorando:
-?Pap¨¢, la comadreja ha mordido a Furby y se nos ha escapado!
Los adultos nos re¨ªmos. Pero en efecto, la comadreja ha abandonado la habitaci¨®n de los ni?os. Primero en broma, cada vez m¨¢s en serio, la buscamos por toda la casa, hasta que o¨ªmos sus gru?idos bajo un armario del ba?o. Al entrar, no podemos verla, pero sentimos su cuerpo pl¨¢stico chocando violentamente contra las baldosas, como si quisiera abrir un agujero en la pared.
Le digo al due?o de casa:
-S¨¢cala de ah¨ª.
Me responde:
-Es tuya. Mejor s¨¢cala t¨².
Nos re¨ªmos nerviosamente, pero ninguno mete la mano bajo el armario.
La tecnolog¨ªa ha llenado nuestra vida de experiencias a medias. Compramos suced¨¢neos de mascotas, que divierten pero no molestan. Fumamos cigarrillos electr¨®nicos, con nicotina pero sin humo. Compramos caf¨¦ en c¨¢psulas, que huele igual pero no cuesta trabajo. Nos comunicamos en las redes sociales, sin tocar a las personas.
Un d¨ªa viajaremos por holograma, sin salir de casa. Alquilaremos amigos que escuchen nuestros problemas sin incordiarnos con los suyos. Nos enamoraremos de mu?ecos de peluche que acaricien pero no discutan. Compraremos hijos que no se enfermen. Y al final del d¨ªa, comparando nuestras adquisiciones con el inc¨®modo mundo real, nos sentiremos satisfechos de haber hecho el mejor de los negocios.
Pero mientras ese d¨ªa llega, quiero aprovechar estas p¨¢ginas para solicitar un servicio p¨²blico. Necesito un casco de esos que se usan para criar abejas. Y un arp¨®n. Si alguien tiene uno, le ruego llamar a la casa de mi amigo. Se agradecer¨¢ la rapidez.
@twitroncagliolo
elpaissemanal@elpais.es
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