Cervantes y Shakespeare
Los grandes escritores fortalecieron lenguas y s¨ªmbolos que dieron sentido a las naciones
La naci¨®n, entendida como concepto pol¨ªtico, es el resultado de la evoluci¨®n de comunidades unidas entre s¨ª por reyes adornados por una legitimidad divina, cuyo centro terrenal se encontraba en Roma, verdadero centro espiritual y pol¨ªtico europeo durante m¨¢s de 500 a?os. La irrupci¨®n posterior de las naciones, con su armaz¨®n pol¨ªtico-jur¨ªdico, no surge autom¨¢ticamente, de un agujero negro, de la nada. Existieron comunidades, organizaciones sociales con lazos afectivos, econ¨®micos, culturales y jur¨ªdicos de diversa intensidad, aunque en todas ellas prevaleciera la pertenencia al entorno, a la patria chica, al pueblo o a la ciudad.
La naci¨®n fue consecuencia de causas muy diferentes interrelacionadas de forma muy caprichosa en ocasiones. La causa primera tuvo que ver con la sustituci¨®n paulatina del lat¨ªn (extendido por todo el Viejo Continente e idioma oficial de reinos diversos y de la Iglesia cat¨®lica, fantasmag¨®rica y evanescente representaci¨®n del Imperio Romano), por las lenguas vern¨¢culas, impulsadas por una burocracia p¨²blica y una burgues¨ªa emergente. La segunda tuvo que ver con el descubrimiento de la imprenta, no se entender¨ªa la nueva realidad pol¨ªtico-jur¨ªdica sin su aparici¨®n y sus efectos avasalladores: la popularizaci¨®n de la lectura provoc¨® la definici¨®n de ¨¢mbitos ling¨¹¨ªsticos suficientemente rentables para la edici¨®n de libros, fortaleciendo unas lenguas vern¨¢culas en detrimento de otras, y la fijaci¨®n de unos c¨¢nones ling¨¹¨ªsticos (no es m¨¢s dif¨ªcil para nosotros entender hoy el Quijote original que para Cervantes leer a Berceo). Y la tercera, consecuencia inevitable, fue que surgi¨® la necesidad de sustituir la legitimaci¨®n divina del rey, y el artificio jur¨ªdico de la naci¨®n, hasta aquel momento precariamente dibujado por la comunidad ling¨¹¨ªstica, apareci¨® con poder ineludible.
Las fuentes terrenales de la nueva legitimaci¨®n del poder necesitaban fortalecer el prestigio de las nuevas lenguas, una vez generalizado el libro como producto del primer capitalismo moderno, y tra¨ªan aparejados nuevos s¨ªmbolos, una fuerte comunidad sentimental y una lectura com¨²n del pasado, para fortalecer sus pretensiones unificadoras. Los primeros grandes escritores de las p¨²beres naciones que poco a poco iban apareciendo desempe?aron esa misi¨®n. Algunos son hoy conocidos m¨¢s all¨¢ de sus fronteras y dos en concreto han entrado en el Olimpo de los genios, con derecho a compartir gloria con los cl¨¢sicos: Cervantes y Shakespeare.
Sin el descubrimiento de la imprenta no se entender¨ªa la nueva realidad pol¨ªtico-jur¨ªdica de la naci¨®n
Parece que ambos fallecieron el d¨ªa de San Jorge del mismo a?o 1616, pero como los calendarios ingl¨¦s y espa?ol eran diferentes, en realidad murieron con algo m¨¢s de una semana de diferencia. Dos cimas universales de la literatura, creadores de historias, personajes, vidas y s¨ªmbolos que atraviesan el tiempo y siguen atrayendo hoy en d¨ªa a lectores, admiradores entusiastas, que ven c¨®mo los dos genios abarcan espacios inmensos de nuestra realidad 400 a?os despu¨¦s de muertos.
La vida del ingl¨¦s es oscura y desconocida, hasta el punto de generar leyendas y cuentos sobre la autor¨ªa de sus obras; del espa?ol tenemos una informaci¨®n minuciosa y fidedigna, su vida y vicisitudes aventureras dan para las m¨¢s variadas elucubraciones: particip¨® en la batalla naval de Lepanto y tuvo un papel insignificante, pero problem¨¢tico, en la intendencia de la Armada Invencible. Fechas ambas determinantes del Imperio y de la historia de Espa?a; culminaci¨®n poderosa de un imperio en el que ¡°nunca se pon¨ªa el sol¡± la primera, anuncio sonoro de la decadencia que se avecinaba la segunda. Periodo crepuscular, pleno de contradicciones y conflictos, de tensiones entre el inmenso poder concentrado en la Monarqu¨ªa espa?ola y la aparici¨®n de realidades pol¨ªticas, econ¨®micas, filos¨®ficas y culturales alejadas del atrincheramiento religioso espa?ol y que dieron como resultado un largo y profundo estado de melancol¨ªa, ?intuido por el ilustre manco en el Quijote?
Aunque los dos genios contribuyeron a definir los contornos pol¨ªticos de sus respectivos pa¨ªses, sin embargo y como muestran sus obras, los dos tuvieron una relaci¨®n distinta con partes de su pa¨ªs que hoy d¨ªa gozan de la m¨¢xima atenci¨®n y son motivo de preocupaci¨®n para sus respectivos Gobiernos: Escocia y Catalu?a. El ingl¨¦s, por ejemplo, en su Enrique?V (llevado al cine por Laurence Olivier al finalizar la II?Guerra Mundial para fortalecer el patriotismo brit¨¢nico y, posteriormente, por Kenneth Branagh con el fin de criticar las consecuencias de todas las guerras), con la clara intenci¨®n de fortalecer los s¨ªmbolos reales dice:
Los escoceses?
¡ªEl Rey: Hay que pensar en la defensa contra los escoceses, que siempre esperan la ocasi¨®n para atacarnos.
¡ªInsiste el Rey: No hablo solamente de ladrones; mi temor es que se alcen todos los escoceses, que siempre han sido unos vecinos turbulentos.
¡ªY el conde de Westmoreland concluye: Sin embargo hay un proverbio muy viejo y muy exacto: ¡°Para ganar a los franceses, empezad por los escoceses¡±. Cuando el ¨¢guila inglesa va a cazar, la comadreja escocesa se acerca furtiva a su desprotegido nido y sorbe los huevos reales...
No se entiende el Quijote sin Barcelona y sin La Mancha. Cervantes cose el perfil geogr¨¢fico, pero tambi¨¦n psicol¨®gico de Espa?a
Queda claro el discurso del ingl¨¦s sobre los escoceses ¡ªno es innecesario recordar que el Acta de la Uni¨®n data de 1707, 90 a?os despu¨¦s de su muerte¡ª, a los que ya consideraba ajenos, turbulentos y peligrosos para los intereses ingleses en tiempos de Enrique?V. Son dos realidades hist¨®ricas definidas, con sujetos diferentes de y ante la historia, que hab¨ªan tenido intereses contrapuestos en el pasado, mantenidos en vida del autor.
Sin embargo, en la segunda parte de Don Quijote, las andanzas catalanas ocupan un papel principal y no muestra Don Quijote la extra?eza que provocar¨ªa la visita a un pa¨ªs extra?o, m¨¢s si es considerado enemigo. Nuestro caballero se desenvuelve con Sancho a sus anchas en las tierras ba?adas por el mar Mediterr¨¢neo y muestra su admiraci¨®n por Roque Ginart, bandolero catal¨¢n y adornado por el autor manchego de virtudes caballerescas; el Hidalgo Manchego es adem¨¢s acogido como uno m¨¢s e igual por el pudiente barcelon¨¦s Don Antonio Moreno.
Si tuviera un pa¨ªs el hidalgo y su reino fuera de este mundo, este se extender¨ªa por todos los escenarios ib¨¦ricos, testigos mudos de sus haza?as y aun de sus personajes, que ya muestran por entonces unas caracter¨ªsticas comunes (no est¨¢ de m¨¢s recordar en este testimonio sobre los perfiles geogr¨¢ficos de Don Quijote, el encontronazo con el bizarro y mal hablado vizca¨ªno). En su viaje al Mediterr¨¢neo, no hay nada artificial, nada que le perturbe, nada que le haga sentirse en otra comunidad, en otra naci¨®n, entendida como se entend¨ªa en aquellos tiempos del Se?or.
El nacionalismo, en su frenes¨ª simplificador caracter¨ªstico, sin escr¨²pulos ni inteligencia, ha querido convertir el Quijote en una expresi¨®n del catalanismo. No queriendo ni pudiendo renunciar a una de las obras literarias m¨¢s influyentes de todos los tiempos, han optado por la imposible misi¨®n de encerrarla en una c¨¢rcel terrenal, limitada, de campanario, que por avergonzarnos a la mayor¨ªa, no provoca hilaridad.
No se entiende el Quijote sin Barcelona y sin La Mancha. Cervantes cose el perfil geogr¨¢fico, pero tambi¨¦n psicol¨®gico de Espa?a, que no se entiende sin Catalu?a y Castilla, o sin el vizca¨ªno malhablado. Los nacionalistas catalanes se confunden al considerar que Castilla es Espa?a entera, y esta solo es Castilla.
El destino, la relaci¨®n intensa y fecunda, los avatares de Don Quijote y Sancho, son el producto de la voluntad de su autor, Cervantes; pero como sucede con las obras cl¨¢sicas, es obra de sus lectores, de los de ayer, hoy y ma?ana, que ver¨¢n en el hidalgo caballero y en su escudero una interpretaci¨®n profunda de la vida, m¨¢s all¨¢ de la satisfacci¨®n que provoque su lectura. De la misma forma puede que los caminos de Catalu?a y el resto de Espa?a sean diferentes y divergentes en el futuro, pero esa trascendental decisi¨®n no corresponde ni a unos ni a otros, sino al autor secular de la realidad actual, que no es otro que la ciudadan¨ªa espa?ola, es decir: Todos.
Nicol¨¢s Redondo Terreros es presidente de la Fundaci¨®n para la Libertad.
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