Abrir la cripta de Franco
Errores y omisiones en un reciente estudio brit¨¢nico sobre Espa?a
Siempre tiene inter¨¦s que los brit¨¢nicos hablen de nosotros, algo que han hecho a menudo, sobre todo desde el XIX aunque tambi¨¦n, espor¨¢dicamente, antes, como en alguna de las fantas¨ªas m¨¢s dislocadas del teatro isabelino. En el siglo XX fueron mucho m¨¢s que curiosos impertinentes respecto a Espa?a: Brenan, Orwell, Raymond Carr, Hugh Thomas (adem¨¢s del irland¨¦s Ian Gibson y una notable pl¨¦yade de hispanistas literarios) nos mostraron lo que no sab¨ªamos o no pod¨ªamos ver de nosotros mismos. Uno de los ¨²ltimos en llevar a cabo esa contemplaci¨®n intelectual es Jeremy Treglown, durante varios a?os director del Times Literary Supplement y, como autor, responsable, entre otros que desconozco, de un buen estudio biogr¨¢fico del gran novelista Henry Green; Treglown pasa desde hace cierto tiempo una parte del a?o en Espa?a, seg¨²n se dice en su libro Franco's Crypt. Spanish culture and memory since 1936 (La cripta de Franco. Cultura espa?ola y memoria desde 1936),publicado recientemente por la prestigiosa editorial neoyorkina Farrar, Straus and Giroux, y queda claro ley¨¦ndole que se ha interesado activamente por los vivos y por los muertos de nuestro pasado.
Me cuento entre los que creen que es bueno airear la tumba del General¨ªsimo (?hay solo una?), y ya que en nuestro pa¨ªs persiste un serio problema funerario que impide dar sepultura a muchas v¨ªctimas del bando perdedor en la Guerra Civil, es de justicia que vengan en nuestra ayuda mortuoria expertos y forenses del exterior. El libro empieza de modo novelesco en un cementerio andaluz, habla despu¨¦s de una matanza de cerdos, y enseguida aparecen los primeros referentes literarios, Cela, Cercas, Grandes. Lo fatal es que antes de ese primer cap¨ªtulo titulado Mala memoria, el autor, en una breve nota, hace una aclaraci¨®n que irremediablemente ha de poner en guardia al lector m¨ªnimamente informado: Treglown analiza novelas, pel¨ªculas, art¨ªculos (muchos art¨ªculos, entrevistas y reportajes de prensa) y libros de historia, dejando fuera de su an¨¢lisis la poes¨ªa espa?ola del siglo XX, por la raz¨®n principal, dice, de que ¡°las m¨¢s potentes energ¨ªas creativas han ido por otra parte¡±. Esta afirmaci¨®n tan palmariamente falsa podr¨ªa ser solo un desliz si Treglown la articulara en las p¨¢ginas siguientes. No es as¨ª, por desgracia. Su estudio, sin duda trabajado en el territorio que ¨¦l mismo se ha marcado, fracasa ¡ªadem¨¢s de por sus carencias en otras materias, como el cine¡ª por la absurda amputaci¨®n del trascendental significado pol¨ªtico, adem¨¢s de art¨ªstico, que tuvo la generaci¨®n del 27, la del 36 en sus dos vertientes ideol¨®gicas, la de los cincuenta, por no hablar de los cambios sustantivos que los posteriores ¡°ismos¡± de la vanguardia po¨¦tica (tambi¨¦n del todo silenciados, a la vez que se dedica un largo cap¨ªtulo a los pict¨®ricos) aportaron a la consolidaci¨®n de una nueva mentalidad de notable relevancia cultural en el ¨²ltimo tercio del siglo.
La poes¨ªa pr¨¢cticamente empieza y acaba para Treglown en Garc¨ªa Lorca, visto sobre todo en sus facetas biogr¨¢ficas; y mientras en el desdichado posfacio se habla sobradamente del triunfo de Massiel en Eurovisi¨®n o de la serie Cu¨¦ntame, Miguel Hern¨¢ndez, sin duda una de las figuras mayores de la poes¨ªa en lengua hispana del siglo XX, es despachado en apenas una l¨ªnea como ¡°un escritor local de clase obrera¡±.
El estudio fracasa por la minusvaloraci¨®n del papel de la poes¨ªa o la confusi¨®n sobre el cine?
Leyendo Franco's crypt se tiene la inc¨®moda sensaci¨®n de que su autor ten¨ªa delante de s¨ª dos posibles libros que ha querido fundir en uno. Treglown es un viajero de buena estirpe, y tiene vigor, por poner un caso, el relato de su visita al Valle de los Ca¨ªdos, donde la observaci¨®n l¨²cida y la cita verbatim de sus interlocutores religiosos da resultados elocuentes. Para quienes no hemos sentido nunca ganas de ir de excursi¨®n a ese mausoleo nacional de los horrores, dichas p¨¢ginas nos ilustran y nos confirman en nuestra reticencia. Otros pasajes est¨¢n m¨¢s cerca del travelogue, un g¨¦nero que no es de despreciar. Lo malo es el batiburrillo que domina esta obra, donde coexisten a veces en el mismo p¨¢rrafo la impresi¨®n superficial con el examen muy bien argumentado de, por ejemplo, Eugenio d?Ors, al que Treglown da la debida importancia, aunque exagere mucho diciendo que en la Espa?a de hoy carece de reputaci¨®n y fuera es casi desconocido.
El otro libro posible que se trasluce es un estudio literario de la narrativa sobre la Guerra Civil, y en los dos extensos cap¨ªtulos que dedica al asunto vuelve a mostrarse como un lector perceptivo, al menos de ciertos autores; es muy atinado su resumen y defensa de El Jarama de Ferlosio, aguda la conexi¨®n de Volver¨¢s a regi¨®n de Benet con la novela de Heller Catch-22, admirad¨ªsima por el novelista ingeniero, y de inter¨¦s los apuntes sobre escritores m¨¢s recientes, los ¡°hijos y nietos¡±. Junto a eso, desconcierta leer que Cela habr¨ªa empezado a escribir trabajando en proximidad a Samuel Beckett, Camus, Genet o Michel Tournier, as¨ª como la elevada valoraci¨®n de Jos¨¦ Mar¨ªa Gironella. Treglown lo sit¨²a primero, en formaci¨®n filos¨®fica, al lado de Javier Mar¨ªas y Cercas, entre otros, y despu¨¦s afirma lo mucho que Los cipreses creen en Dios comparte con el Joyce de Retrato de un artista adolescente y Vida y destino de Grossman. Confieso que no he rele¨ªdo al autor gerundense que indigest¨® mis noches de estudiante preuniversitario, pero de tener raz¨®n el ingl¨¦s, nos estamos perdiendo algo grande.
El autor dedica una l¨ªnea a Miguel Hern¨¢ndez, pero habla de Massiel o de 'Cu¨¦ntame'
Treglown tambi¨¦n habla del cine espa?ol, y se le agradece, aunque queda raro que insista tanto en la dificultad de poder ver alguna de las pel¨ªculas que busca (por ejemplo Camada negra de Guti¨¦rrez Arag¨®n); naturalmente no est¨¢n todas en el mercado legal, pero sorprende que un estudioso de su seriedad y empuje no haya pensado en solicitar ese material en los archivos f¨ªlmicos de nuestro pa¨ªs, que, mientras no se los lleve el vendaval del recorte, funcionan y ponen facilidades a los investigadores. En este campo la curiosidad de Treglown no basta para dar entidad a sus juicios. Lo indiscutible (Berlanga) est¨¢ bien considerado, pero parece desconocer la existencia, en el contexto que tan pertinente es a su estudio, de Edgar Neville, de Fern¨¢n G¨®mez, de Mur Oti. Tango, una de las m¨¢s fallidas pel¨ªculas de Carlos Saura, obtiene, por el contrario, una entusiasta recensi¨®n de dos p¨¢ginas. Y ese cap¨ªtulo sobre el cine se cierra con una afirmaci¨®n: ¡°La obra de Saura ha tenido una fuerte influencia en la de Almod¨®var¡°, que, de leerla, producir¨ªa, me temo, la carcajada de ambos.
Una de las omisiones de m¨¢s peso, en el silencio del nombre fundamental del productor El¨ªas Querejeta, es la de la pel¨ªcula de Ch¨¢varri El desencanto, que tan bien habr¨ªa cuadrado para substanciar la l¨ªnea central del pensamiento de Treglown. No s¨¦ si la ha visto o si la ha descartado. Tal vez la omiti¨® porque ese retrato, que empieza con una estatua de difunto envuelta en un sudario, destapa la cripta de los demonios familiares, pol¨ªticos, de dos generaciones y una manera de vivir antag¨®nica, encarnada en la viuda y los hijos de Leopoldo Panero. Pero Panero era un poeta. No entraba, vivo ni muerto, en este libro.
Vicente Molina Foix es escritor.
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