Guerra al cisne invasor
El Estado de Nueva York declara "especie invasiva" a los cisnes blancos y anuncia un plan para exterminarlos
Tan hermoso y elegante, tan evocador, tantas veces pintado, fotografiado y glosado y ahora resulta que el s¨ªmbolo por excelencia de la belleza y el amor rom¨¢ntico tiene un lado oscuro. Tanto, que el departamento medioambiental del Estado de Nueva York ha declarado al cisne ¡°especie invasiva prohibida¡± y va a eliminar unos 2.200 ejemplares. Aunque no se ha decidido todav¨ªa c¨®mo ¡ªa tiros o captur¨¢ndolos para luego gasearlos¡ª es probable que en poco tiempo los visitantes del Central Park ya no puedan contemplar los esbeltos cuellos. ?Su delito? Destruir el h¨¢bitat de patos y gansos, pasearse sin control por las calles, e incluso atacar a las personas.
No parec¨ªa que en el coraz¨®n de Nueva York se librara esa darwiniana batalla entre las especies oriundas y esas bell¨ªsimas criaturas importadas de Europa en el siglo?XIX, pero as¨ª es. All¨ª y en otros lugares la lucha entre especies se ha extendido al medio urbano: sobre las azoteas, entre antenas y anuncios de ne¨®n, se libra con frecuencia una sorda guerra entre aves invasoras y aut¨®ctonas.
Por ejemplo entre las fuertes y agresivas cotorras y los fr¨¢giles gorriones. En muchas ciudades espa?olas han aparecido colonias de la ex¨®tica especie que lleg¨® en jaulas como vistosas mascotas y, tras ser liberadas por sus due?os, se han adue?ado del espacio. Forman colonias de hasta 40 miembros y levantan nidos colectivos de m¨¢s de 50 kilos. Aparte de que su graznido no es nada agradable, son tan gregarias como poco sociables y tienen la mala costumbre de comerse los huevos de otras aves.
Mucho m¨¢s inquietante es la presencia en el delta del Ebro de otra especie tambi¨¦n invasora, pero que simb¨®licamente se sit¨²a en las ant¨ªpodas del cisne: la rata gigante de Gambia. Pesa m¨¢s de dos kilos y con la cola extendida llega a medir un metro. Introducida como mascota en Florida, cost¨® mucho all¨ª llegar a controlarla.
Como se ve, la gran movilidad de nuestro tiempo tiene sus inconvenientes. Culpables como somos los humanos de estas invasiones, deber¨ªamos al menos tratar de controlarlas antes de tener que causar una mortandad. Y en el caso de los cisnes, por lo mucho que han contribuido a nuestra cultura, buscar ahora una soluci¨®n algo menos cruenta.
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