Amar es una decisi¨®n
Adam & Eve, Tamara de Lempicka
¡°En una noche estrellada un anciano de la tribu de los Cherokee estaba con sus nietos. Les dijo: "hay una lucha dentro de m¨ª, una lucha terrible entre dos lobos. Uno de estos lobos representa el miedo, el t¨² no puedes, no lo intentes. El otro lobo representa la aceptaci¨®n, creer en ti mismo, el amor, en definitiva. ?Cu¨¢l cre¨¦is que va a ganar?¡±, les pregunta.
Durante unos segundos, los nietos se quedaron en silencio, sin pronunciar palabras. ¡°?Cu¨¢l, abuelo?¡±, pregunt¨®, por fin, uno de ellos. El anciano le sonri¨® calmadamente y respondi¨®: ¡°aquel que yo decida alimentar¡±¡±.
Este cuento representa la dualidad del ser humano. Como vemos en el Laboratorio de la Felicidad, vivimos emociones ¨¢ridas como la tristeza, el miedo o el dolor, pero tambi¨¦n somos capaces de ilusionarnos, de so?ar y de querer a cada una de las personas que nos rodean. Tenemos ambos ¡°opuestos¡± y solo depende de cada uno de nosotros decidir a cu¨¢l queremos alimentar. Ahora bien, si optamos por el amor, es el mejor (y ¨²nico) camino para sentirnos grandes.
Amar es una experiencia que transforma, que hace que la realidad se contemple desde otras perspectivas m¨¢s amables. A veces se asocia con la pareja (como ocurre hoy en San Valent¨ªn, d¨ªa que algunos celebran), sin embargo, la mirada amorosa no es exclusivo de un compa?ero o compa?era. Como dice el cuento, es una decisi¨®n. Y seguramente cualquier persona que se haya sentido amada o haya amado sabe que es el estado de mayor plenitud y serenidad.
Tampoco podemos confundir amor con enamoramiento. Este se rige por un baile hormonal que confunde, que requiere del otro y que se esfuma con el tiempo. Sin embargo, amar no necesita del otro necesariamente. Es un estado que nos conecta con nuestra esencia, con aquello que los poetas escriben y por lo que hombres y mujeres poderosos pueden llegar a sucumbir. Se expresa en los peque?os detalles, en nuestros pensamientos donde no hay espacio para reproches o culpabilidades, sino para contemplar con dulzura los defectos de quienes nos rodean o de nosotros mismos. Posiblemente, el proceso de madurez pase por aprender a querer tal cual somos, sin necesidad de aparentar, conseguir o demostrar nada. Solo siendo. Y cuando esto lo vivimos, acertamos porque algo grande ocurre dentro de nosotros.
As¨ª pues, un d¨ªa como hoy podr¨ªamos preguntarnos: ?A qu¨¦ lobo estoy alimentando?
¡°El amor no es necesario para vivir pero s¨ª para que merezca la pena vivir¡±
Mariano Yela, catedr¨¢tico de la Universidad Complutense (1921-1994)
Basado en el libro: Jeric¨® (2010): H¨¦roes Cotidianos, Planeta
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