La frontera
Dec¨ªa Eduardo Mart¨ªnez de Pis¨®n que la geograf¨ªa es el origen de la poes¨ªa. Luego venimos los hombres, poblamos los terrenos y ya empiezan las disputas
La frontera es un invento de la geograf¨ªa humana. Dec¨ªa el otro d¨ªa el ge¨®grafo Eduardo Mart¨ªnez de Pis¨®n, en la presentaci¨®n de un libro exquisito, Atlas de islas remotas (N¨®rdica y Capit¨¢n Swing), que la geograf¨ªa es el origen de la poes¨ªa. Se refer¨ªa a la geograf¨ªa f¨ªsica. Luego venimos los hombres, poblamos el terreno y ya empiezan las disputas. Ahora estamos en una dif¨ªcil disputa, que tiene lugar en el mar de Ceuta, donde han muerto 15 ciudadanos en el sitio donde por lo visto hay una frontera.
C¨®mo hemos ensombrecido la poes¨ªa. En 1990 est¨¢bamos en el aeropuerto de La Habana, dispuestos para regresar. ?ramos canarios, con lo cual era f¨¢cil all¨ª creer que est¨¢bamos en casa. En una de esas excursiones que los canarios hacemos para buscar a otros canarios la polic¨ªa militar (en Cuba, toda polic¨ªa es militar) nos detuvo, nos meti¨® en un campamento lleno de soldados; se nos acus¨® de estar haciendo fotos donde no estaba permitido. En efecto, hicimos fotos, pero, le preguntamos al soldado polic¨ªa, ?d¨®nde dec¨ªa que no pod¨ªamos hacer retratos?
El joven mir¨® a unas enredaderas y nos explic¨® mientras segu¨ªa enca?on¨¢ndonos:
¡ªAh¨ª hay un cartel, pero lo tap¨® la hierba.
Cuba, una enorme frontera. Una frontera en todas partes. Recuerdo que no quise volver porque a nuestros amigos cubanos no los dejaban estar con nosotros en los bares a los que ¨ªbamos, a los restaurantes donde com¨ªamos o al conglomerado de apartamentos donde nos qued¨¢bamos. En una de esas ocasiones invitamos a nuestro apartamento a un grupo de notables escritores cubanos. Como pasaba mucho rato sin que aparecieran, llamamos a la recepci¨®n y desde all¨ª nos confirmaron que all¨ª estaban.
¡ªPero no pueden subir, porque este lugar est¨¢ restringido.
El lugar estaba restringido, los bares estaban restringidos, los hoteles estaban restringidos. No se pod¨ªa entender que todo eso se hiciera en nombre de la revoluci¨®n; en todo caso, esas prohibiciones, esas fronteras, ten¨ªan que ir creando (habr¨ªan creado ya) un conglomerado lleno de fronteras en la mente misma.
Malditas fronteras, el da?o que sufren los que se atreven a romperlas
Cuando nos ¨ªbamos de Cuba, en el aeropuerto, ocurri¨® una an¨¦cdota que me hizo entender c¨®mo hab¨ªa afectado a la mente del cubano esa sucesi¨®n de prohibiciones. El r¨¦gimen hab¨ªa marcado la isla; como en una novela de Cort¨¢zar, unos estaban en la zona sagrada y otros eran habitantes del lado de all¨¢.
En el aeropuerto est¨¢bamos sobre un piso que ten¨ªa, n¨ªtidamente pintados, dos colores, el azul y el rojo. Nosotros nos hab¨ªamos puesto a charlar en el lado rojo. En un momento determinado de nuestra espera, un cubano de avanzada edad que por lo que colegimos luego jam¨¢s hab¨ªa salido de Cuba ni hab¨ªa estado en ese aeropuerto, se nos acerc¨® muy t¨ªmidamente:
¡ª?iganme, ?se puede pasar al color rojo?
Cuando oigo la palabra frontera, y ahora se oye tan dram¨¢ticamente, recuerdo esa pregunta. Malditas fronteras, el da?o que sufren los que se atreven a romperlas. Mart¨ªnez de Pis¨®n tiene raz¨®n: la poes¨ªa nace de la geograf¨ªa. Pero los hombres hemos decidido convertir la geograf¨ªa en un sinf¨ªn de fronteras.?
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