De camisetas y publicidades
La multa a un futbolista del Ja¨¦n demuestra la rigidez de las normas deportivas, que solo admiten la propaganda de pago
Jona es un futbolista desconocido para el gran p¨²blico que ha cobrado relevancia informativa de la noche a la ma?ana. El jugador del Ja¨¦n, tras meter un gol, mostr¨® su camiseta interior con un lema escrito a mano: ¡°?nimo peque?ines. D¨ªa Mundial contra el C¨¢ncer Infantil¡±. En las gradas, unos chavales afectados por la enfermedad agradec¨ªan el gesto; pero en la Federaci¨®n Espa?ola de F¨²tbol alguien tomaba nota para imponer una sanci¨®n a Jona: 2.000 euros por vulnerar el reglamento.
El sentido com¨²n dice que es una injusticia que un deportista sea multado por un comportamiento tan inocuo y solidario, pero el c¨®digo de la federaci¨®n dice que ser¨¢ sancionado el que ¡°alce su camiseta y exhiba cualquiera clase de publicidad, lema, leyenda, siglas, anagramas o dibujos, sean los que fueren sus contenidos¡±, de manera que, en este caso, la ley se ha impuesto al sentido com¨²n como tantas otras veces en acontecimientos similares en el deporte.
Precisamente en estos d¨ªas, en Sochi, las esquiadoras de la prueba de halfpipe han tenido que ocultar de sus cascos el nombre de la canadiense Sarah Burke, fallecida en accidente de esqu¨ª hace dos a?os, y a la que sus compa?eras de disciplina homenajean por ser la favorita para Sochi y la que logr¨® que el halfpipe fuera considerado juego ol¨ªmpico. Tambi¨¦n aqu¨ª la Carta Ol¨ªmpica proh¨ªbe cualquier clase de ¡°propaganda pol¨ªtica, religiosa o racial en el recinto ol¨ªmpico¡±, lo que, por cierto, no tiene mucho que ver con el sentido homenaje a una atleta desaparecida. Pero en el deporte algunas normas son de una rigidez tozuda.
Messi, Iniesta, Kanout¨¦, Ronaldo y otros tambi¨¦n fueron multados por lucir camisetas a favor de Mandela o solidarizarse con los damnificados de una cat¨¢strofe natural. La escasa equidad del reglamento es evidente, pues no es lo mismo una multa de 3.000 euros (el m¨¢ximo) para unos futbolistas que para otros. Tampoco es lo mismo dar ¨¢nimos a ni?os enfermos que lanzar un mensaje racista. Cabr¨ªa exigir reglas m¨¢s matizadas, pero, por lo visto, en el deporte, la ¨²nica propaganda posible es la de pago. Que nada ensombrezca el brillo de las firmas que colonizan hasta la ropa interior del deportista.
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