Altamira, de nuevo
La mera respiraci¨®n y la sudoraci¨®n de los visitantes, o los focos que iluminan las obras, son los peores enemigos de esta Capilla sixtina del paleol¨ªtico
En los tiempos de la obsolescencia programada, el reto es conservar en buen estado una obra de arte de hace m¨¢s de 14.000 a?os. Conservarla y, al mismo tiempo, disfrutarla. De ah¨ª que despu¨¦s de doce a?os de cierre total, las cuevas de Altamira se hayan reabierto esta semana pasada al p¨²blico, pero con condiciones extraordinarias para no da?ar las pinturas rupestres.
El sistema tiene muchos inconvenientes. El principal, que admirar de cerca las pinturas originales ser¨¢ casi tan dif¨ªcil como ganar la bonoloto, pues solo cinco personas tendr¨¢n tal privilegio cada d¨ªa. Pero tambi¨¦n hay ventajas. La m¨¢s importante de ellas es que, quiz¨¢ a pesar de todo, se logre mantener intactas las obras. Las visitas sin control que durante a?os sufri¨® la cueva elevaron la temperatura interior y fomentaron la aparici¨®n de microorganismos capaces de reducir el ¨®xido de hierro que proporciona el rojo caracter¨ªstico de los bisontes, los ciervos y caballos que all¨ª quedaron plasmados.
La mera respiraci¨®n y la sudoraci¨®n de los visitantes, as¨ª como los focos que iluminan las obras, se han demostrado los peores enemigos de esta Capilla sixtina del arte paleol¨ªtico. Por eso, una vez rodado este experimento de dosificaci¨®n de visitas ¡ªmediante sorteo entre los que acuden al lugar¡ª, los cient¨ªficos determinar¨¢n si, a pesar de todo, el tesoro deber¨¢ seguir cerrado como estuvo durante miles de a?os hasta que en 1879 lo descubri¨® la ni?a Mar¨ªa Sanz de Sautuola, abuela del banquero Emilio Bot¨ªn. Desde entonces, miles de personas, a un ritmo de hasta 175.000 en algunos a?os, admiraron de cerca las pinturas sin saber que estaban colaborando en su posible extinci¨®n.
Otra ventaja del nuevo sistema es que los agraciados, como esos primeros cinco visitantes del jueves, obtendr¨¢n una sensaci¨®n ¨²nica y no masificada de los secretos de la cueva. No es extra?o, as¨ª, que los que pudieron entrar salieran fascinados por la experiencia; si bien llama la atenci¨®n que uno de ellos se dejara ganar m¨¢s por la pasi¨®n de los guardianes que cuidan el arte paleol¨ªtico que por disfrutar del impulso art¨ªstico de quienes hace tantos a?os fueron capaces de crear, con rudimentarios utensilios, este museo del arte.
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