Madres
Pido respeto para todas las mujeres, las que se deciden por la maternidad y las que no se sienten con ganas, o con fuerzas
El obispo de Alcal¨¢ de Henares nunca ha tenido la oportunidad de ser madre, circunstancia que le equipara con el ministro de Justicia y con el papa Francisco. Yo, sin embargo, formo parte del inmenso colectivo de mujeres que han parido hijos. Ninguna otra experiencia me ha ense?ado m¨¢s acerca del miedo, de la angustia, de la responsabilidad, de la culpa, del dolor. Tampoco de la incondicionalidad de un amor que durar¨¢ exactamente lo que dure mi vida. Las madres que lean estas l¨ªneas saben de lo que hablo.
El culto a la Virgen Mar¨ªa es otra cosa, una ficci¨®n mucho m¨¢s relacionada con la ?o?er¨ªa de las comedias rom¨¢nticas que con la realidad, seguramente porque es una creaci¨®n masculina, una fantasiosa especulaci¨®n de unos seres que nunca han sentido c¨®mo cambia su cuerpo para albergar otro cuerpo, con la terror¨ªfica incertidumbre que apareja ese proceso. Por eso, desde aqu¨ª quiero pedir respeto para las madres, para las mujeres que deciden serlo y para las que no se sienten con ganas, o con fuerzas, para afrontar una metamorfosis sin parang¨®n posible en el ¨¢mbito de la existencia humana.
Se?ores, ya est¨¢ bien. Hablen de lo que conocen, o c¨¢llense de una vez. Dejen de atribuir la inhumana excelsitud de los semidioses a esas mujeres solas y aterrorizadas que tienen que afrontar un embarazo que no han deseado. Dejen de felicitarlas, porque son muy desgraciadas. No se ofrezcan a ayudarlas, porque no pueden. Y la pr¨®xima vez que el obispo Reig Pla quiera inaugurar unas jornadas marianas con una referencia a la Guerra Civil, que empiece por pedir perd¨®n a las madres espa?olas por todos los hijos muertos, robados, ca¨ªdos en combate, exterminados por el hambre o por la enfermedad, que cosech¨® la entusiasta cooperaci¨®n de la Iglesia cat¨®lica con los golpistas de 1936 y con la sanguinaria dictadura que instaur¨® su victoria.
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