Cine de j¨®venes argentinas
Argentinas y nacidas de los sesenta en adelante Ellas son las cineastas que han llegado a Madrid este mes Las acoge la Filmoteca Espa?ola en el marco del ciclo 'Ellas crean'
Son Lucrecia Martel y Luc¨ªa Puenzo, s¨ª; o mejor dicho, algunas de las pel¨ªculas de estas dos cineastas, las m¨¢s conocidas y reconocidas entre las herederas de la gran Mar¨ªa Luisa Bemberg. Pero con ellas desembarcan tambi¨¦n las obras de otras siete directoras que dan cuenta de los misterios, los deseos y las preocupaciones de esta ¨²ltima d¨¦cada-y-algo, en un pa¨ªs parad¨®jico, siempre atractivo y siempre lejos, y a veces irritante, y a veces irresistible.
El programa del ciclo lo integran pel¨ªculas rodadas desde 2001 ¨Cun a?o que termin¨® en desgracia y corralito¨C hasta 2011, cuando hab¨ªan trancurrido apenas unos meses de la muerte de N¨¦stor Kirchner, el ¨²ltimo gran renovador de los australes aires pol¨ªticos. Como aquel no es pa¨ªs de tibias tintas, durante la gesti¨®n K (de Kirchner) la sociedad argentina pas¨® de la desafecci¨®n m¨¢s absoluta a la euforia que devolvi¨® a miles de j¨®venes a la militancia (entre ellos, varios de los artistas y cineastas hoy referentes). Esto es palpable en la producci¨®n cultural de este tiempo, y no solo en piezas como el documental N¨¦stor Kirchner, la pel¨ªcula de Paula Luque, para algunos m¨¢s dogma que documento (se ver¨¢ en el marco del ciclo, el s¨¢bado 22), sino tambi¨¦n en los filmes que narran los v¨ªnculos cotidianos atravesados por arduos debates pol¨ªticos o psicohist¨®ricos, si acaso esa palabra pudiera inventarse.
Y aunque mucho de lo que pasa por all¨¢ suele empezar y terminar en las autov¨ªas que envuelven Buenos Aires, las pel¨ªculas que estamos viendo en la Filmoteca ruedan otros caminos. Desde esa megal¨®polis junto al r¨ªo leonado ¨Cel color con el que defini¨® el dramaturgo polaco Witold Gombrowicz al R¨ªo de la Plata¨C, el cine de estas chicas viaja al noreste, remontando los caudalosos r¨ªos que nacen en la selva o al noroeste, hacia los estribos del altiplano y los Andes. Imperdible esa joya llamada La ci¨¦naga (2001) de la salte?a Lucrecia Martel, sobre la aristocracia del noroeste venida a menos; otro, pero atendible tambi¨¦n, el registro regional de Agua (2006) de Ver¨®nica Chen, en esa Santa Fe pobre, h¨²meda y acalorada, donde cualquier cima de cualquier horizonte resulta inalcanzable.
Claro que tambi¨¦n hay mucha Buenos Aires en el cine argentino... y para poner a prueba a los melanc¨®licos del mundo, habr¨¢ un bandone¨®n de fondo: as¨ª, con fuelle y ?oquis, arranca Herencia, de Paula Hern¨¢ndez, con Rita Cortese, que se ver¨¢ el pr¨®ximo jueves 20.
Sin embargo, ese instrumento alem¨¢n quejoso y sensible (dif¨ªcil, complejo, con armon¨ªas lloronas y exaltaci¨®n), hoy lo tapa la estridencia de la cumbia. Omnipresente cumbia de la villa (miseria) que en el Once va callando al tango, y pocos se quejan, porque ya todos la bailan. Por fortuna, todav¨ªa queda alg¨²n tachero (taxista) que, en un d¨ªa de lluvia, se emociona con la voz de Julio Sosa y te lo pone cuando te sub¨ªs en Corrientes, y eso es el ¨¦xtasis porte?o.
"El argentino aut¨¦ntico nacer¨¢ cuando se olvide de que es argentino y sobre todo de que quiere ser argentino; la literatura argentina nacer¨¢ cuando los escritores se olviden de Argentina... de Am¨¦rica; se van a separar de Europa cuando Europa deje de serles problema, cuando la pierdan de vista; su esencia se les revelar¨¢ cuando dejen de buscarla¡±, escrib¨ªa Gombrowicz sobre los sesenta, desde?ando los saberes del Parnaso local y admirando la belleza de lo inacabado.
Las cintas de este ciclo son algunos de los reflejos de estos a?os inacabados, con sensibilidad de mujer, f¨¦rtil, joven, y temperamental; poco inhibida, como buena argentina. Son las pel¨ªculas de las nietas de los inmigrantes que eligieron quedarse, o tuvieron que hacerlo, obligados por semejante distancia, absorbidos por un pa¨ªs que pocas veces te suelta; esos inmigrantes mezclados del norte, al este y al oeste, de Galicia y Gales a Siria, de Espa?a e Italia hasta Armenia, que concibieron hijos nativos porque han amado en el propio suelo sudamericano, que ha sido tan ingrato con sus pobladores primeros.
¡°Mezcla de razas y herencias, de breve historia, de car¨¢cter no formado, de instituciones, ideales, principios, reacciones no determinadas, maravilloso pa¨ªs... ?Es ante todo la Argentina lo aut¨®ctono, quienes se asentaron all¨ª hace tiempo? ?O es sobre todo la inmigraci¨®n transformadora y constructora? ?O quiz¨¢s Argentina es precisamente una combinaci¨®n, un c¨®ctel, una mezcla y una fermentaci¨®n? ?Es Argentina lo indefinido?¡±, se preguntaba Gombrowicz en el Diario argentino, el que dej¨® escrito despu¨¦s de vivir 24 a?os (de 1939 a 1963), en Buenos Aires, la ciudad que condensa casi todos los interrogantes sobre la 'argentinidad'.
Callejeando en Buenos Aires andan los personajes de Sandra Gugliotta, los de Un d¨ªa de suerte, desorientados en 2002, cuando todos los j¨®venes quer¨ªan emigrar y, mientras tanto, se re¨ªan como locos, sobre todo de s¨ª mismos, por supuesto. Tambi¨¦n los de Lluvia (2008), de Paula Hern¨¢ndez, con Ernesto Alterio y Valeria Bertuccelli (se ver¨¢ el 26 de marzo), patean Buenos Aires.
Y, entretanto, todos pregunt¨¢ndose, pregunt¨¢ndonos, por el amor en t¨¦rminos psi. Por caso, Paula de Luque, en El vestido, con Eduard Fern¨¢ndez y Antonella Costa (ir¨¢ el 23 de marzo), que quiere indagar ¡°si es posible el amor o si en realidad amor es lo que dec¨ªa Lacan: 'Dar lo que no se tiene a quien no es¡±. Tambi¨¦n en el romance y sus disidencias se adentra El agua del fin del mundo (2011) de Paula Siero (que se proyectar¨¢ el pr¨®ximo martes 18).
Pregunt¨¢ndonos por las formas del amor y el cuerpo del amor estamos en esta ¨¦poca sin etiquetas de g¨¦nero, junto a Luc¨ªa Puenzo, nuestra particular Sophia Coppola, la escritora y cineasta que naci¨® y creci¨® marcada por un apellido de cine y est¨¢ndar de calidad. En Puenzo, hay un lugar fuera de la gran ciudad, nada de buc¨®lico refugio sino un escenario que augura lo tenebroso en contrapunto con la enso?aci¨®n de un paisaje. En medio de esa fronda con velos de un vapor, sauces y amuletos, ella nos da una patada simb¨®lica para que nos demos cuenta de que hay m¨¢s mundo debajo del mundo donde todo est¨¢ inventariado, clasificado y definido.
En la estela de los Puenzo, habr¨¢ que rese?ar brevemente dos pel¨ªculas que conviene no perderse. De Eva y Lola (2010) dicen que podr¨ªa ser la continuaci¨®n de La Historia oficial de Luis Puenzo, como si aquella ni?ita, hoy mujer, fuera el personaje central de la cinta de Sabrina Farji (se proyecta el 25 de marzo). Porque Farji habla de la identidad y la memoria en ¡°el pa¨ªs del no me acuerdo¡±. El germen de la pel¨ªcula, seg¨²n cuenta la propia directora, lo constituy¨® una pieza de videoarte que se mostr¨® en el MOMA de Nueva York y que se llama Algunas mujeres, sobre el primer caso de restituci¨®n de una hija de desaparecidos durante la Dictadura a su familia biol¨®gica.
En el material caprichoso de la memoria indaga, adem¨¢s, Cordero de dios (2008), de Luc¨ªa Cedr¨®n, con Malena Solda, Mercedes Mor¨¢n y Leonora Balcarce. Por cierto, material memoria que en un pa¨ªs tan politizado dif¨ªcilmente se ci?a a lo individual o familiar. Y esta ser¨¢ la ¨²ltima proyecci¨®n del ciclo, el 29 de marzo.
¡°Es mejor no hablar de obras maestras porque esa palabra en Argentina carece de sentido... aqu¨ª no existen obras maestras, sino solamente obras, aqu¨ª la belleza no es nada anormal sino que constituye precisamente la materializaci¨®n de una salud ordinaria y de un desarrollo mediocre, es el triunfo de la materia y no una revelaci¨®n de dios. Y esa belleza ordinaria sabe que no es nada exraodinario y por eso no se tiene el menor aprecio; una belleza absolutamente profana¡±. Palabra del polaco Gombrowicz.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.