¡®Sigo siendo¡¯, en quechua y en shipibo: la diversidad peruana
Javier Corcuera dirigi¨® el documental 'Kachkaniraqmi', sobre los m¨²sicos y las m¨²sicas de su Per¨² milenario Se trata de un registro de la diversidad cultural y ling¨¹¨ªstica, otra diversidad que este mundo est¨¢ llamado a proteger
Kachkaniraqmi es la voz quechua para "sigo siendo" y tambi¨¦n para "seguimos siendo". En singular y en plural porque, en quechua, yo y nosotros son sin¨®nimos. "Seguimos siendo", "ac¨¢ estamos" o..."vamos", dir¨ªamos, con el peruano Javier Corcuera, el director de la pel¨ªcula, que nos anima a acompa?arlo en este viaje, a escuchar las voces de su Per¨² natal.
El t¨ªtulo del valioso documental de Corcuera es Kachkaniraqmi (sigo siendo), en quechua y en castellano, y es que muchos habitantes de esa tierra diversa dicen el cari?o y cuidan sus tradiciones en los dos idiomas, en el que los amamant¨® en los Andes y en el adquirido, el que lleg¨® de ultramar y se volvi¨® propio.
Por fin, empieza a resonar la palabra diversidad no solo para hablar de las especies de flora y fauna en continua amenaza de extinci¨®n, sino tambi¨¦n de los pueblos, de las culturas y las lenguas. De los riesgos que la mundializaci¨®n tiene para la diversidad humana, cultural y ling¨¹¨ªstica hablaba justamente el liban¨¦s Amin Maalouf en Identidades asesinas: "No hay nada m¨¢s peligroso que tratar de cortar el maternal cord¨®n que une a un hombre con su lengua. Cuando se corta o se perturba gravemente, ello afecta de manera desastrosa a su identidad entera". Seg¨²n el ensayista, "proclamar el derecho de toda persona a hablar su lengua no deber¨ªa suscitar ninguna vacilaci¨®n".
Por eso Corcuera, un cineasta que lleva a?os residiendo en Espa?a, no vacila en emprender esta traves¨ªa que rescata voces que ojal¨¢ nunca queden solas. Y desde el altiplano va bajando hacia la costa, recorriendo los paisajes, las historias de los pueblos y las m¨²sicas de los tres grandes territorios peruanos: Ayacucho, en la zona andina; la selva amaz¨®nica y los bordes urbanos del Pac¨ªfico, Lima. El hombre siempre est¨¢ en el centro de la escena; el hombre y la mujer, que si tiene la voz infinita de Consuelo Jeri cantando en quechua, abrazada por la cordillera, nos eriza la piel, aunque hayamos nacido muy lejos de esa tierra misteriosa de los incas.
"Darle m¨¢s vida a la vida, eso es la vida". As¨ª explica el baile el hombre del pueblo andino, rodeado de monta?as rosas y marrones, con sus l¨ªneas blanquecinas del tiempo. Bailar y tocar la quena, el sicu o el caj¨®n, y no olvidar el viol¨ªn nunca en casa, y zapatear hasta el cementerio. Contarse y cantarse.
Corcuera se detiene en la vida de sus queridos m¨²sicos, en sus jaranas (fiestas) y en los quehaceres cotidianos de los habitantes de esos caser¨ªos en las laderas escarpadas, los que dignamente pueden ser generosos apenas con las tunas (higos chumbos) de su jard¨ªn. Una cholita corta la tuna con cuidado para no pincharse y llena la cesta, y los que no pertenecemos a ese Per¨² milenario nos reconocemos en el acto de cogerla, de llenarnos de espinas pero insistir, y pelarla. Y en esa acci¨®n sentimos amor (y admiraci¨®n) por una cultura tan orgullosa.
En la selva se hablan otros idiomas y se navegan r¨ªos que parecen de ficci¨®n, o fondos de pintura al ¨®leo en los que se superponen vapores de la selva y maneras de hablar y de cantar absolutamente otras. All¨ª o¨ªmos el shipibo, una de las lenguas pano, de la selva amaz¨®nica, una familia que constituyeron unos 30 idiomas y de las que actualmente se conservan unos 20.
"Para que una persona pueda sentirse c¨®moda en el mundo actual es esencial que no se la obligue, para entrar en ¨¦l, a abandonar la lengua que forma parte de su identidad", nos ayuda Maalouf. Porque "todas las lenguas tienen el mismo derecho a que se respete su dignidad".
En Kachkaniraqmi queda el registro de los shipibo-conibo y la alerta y la ocasi¨®n de proteger a las lenguas minoritarias y la integridad cultural de sus hablantes, como se salvan los ¨²ltimos individuos de una especie o las semillas de los arbustos que aplastaron los cultivos.
Cuando por fin divisamos el Pac¨ªfico es que Corcuera ha llegado a Lima. Entonces reconocemos la ciudad latinoamericana y entendemos el parentesco que hay entre las urbes sudamericanas que cre¨ªamos tan diferentes. Los trenes, los autobuses, los barrios, su mestizaje. En Lima, la hermosa Victoria Villalobos canta en el empedrado y, a la primera nota, el aire ya huele a Buenos Aires o a Montevideo. Pero el quechua sigue en las calles y en la m¨²sica, mucho m¨¢s mezclado aqu¨ª con el espa?ol.
Al cabo de este viaje que agradecemos al cine, nos quedamos pensando en este idioma que no distingue entre singular y plural: un idioma, como el quechua, que no diferencia entre yo y nosotros, necesariamente nos pone en un lugar com¨²n con el otro.Y en este momento occidental, recuperar el esp¨ªritu del nosotros y el compartir ideas, mientras nos sentimos parte de algo mucho mayor que nosotros mismos, seguramente nos permitir¨ªa dar un salto creativo en esta ag¨®nica era industrial.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.