Larissa Bombardi: ¡°Al igual que los colonizadores expulsaron a los pueblos originarios de Am¨¦rica, hoy se les pulveriza con pesticidas¡±
La investigadora brasile?a tuvo que huir de su pa¨ªs tras denunciar el doble rasero en el comercio de agrot¨®xicos entre Brasil y la Uni¨®n Europea. En su ¨²ltima obra los compara con la esclavitud, que en el pasado era legal en las colonias mientras resultaba impensable en las metr¨®polis
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En 2017 Larissa Bombardi public¨® en portugu¨¦s Geograf¨ªa del uso de pesticidas en Brasil y sus relaciones con la Uni¨®n Europea (sin edici¨®n en espa?ol). Durante la promoci¨®n del libro, la investigadora dio muchas entrevistas y particip¨® en decenas de coloquios para denunciar una curiosa paradoja: empresas alemanas, francesas o belgas venden a Brasil productos agrot¨®xicos vetados en la UE, que consiente la exportaci¨®n de agentes muy nocivos aunque est¨¦n prohibidos en su territorio.
Todo fue bien hasta 2019, cuando sali¨® la edici¨®n inglesa de la obra y se dispar¨® su repercusi¨®n. Poco despu¨¦s, la principal cadena de supermercados org¨¢nicos de Escandinavia limit¨® la importaci¨®n de productos brasile?os. Entonces se activ¨® una campa?a de acoso contra Bombardi. ¡°Primero intentaron desacreditarme diciendo que ment¨ªa, que era comunista y que estaba manchando la reputaci¨®n internacional del sector agr¨ªcola brasile?o¡±, narra durante la entrevista, realizada en parte durante la feria del movimiento Slow Food celebrada el pasado oto?o en Tur¨ªn (Italia) y completada por videoconferencia a finales de 2024.
Los ataques en el ¨¢mbito profesional tornaron en amenazas personales tras una aparici¨®n muy sonada en televisi¨®n. ¡°Alguien que se identific¨® como piloto de una empresa agr¨ªcola me envi¨® un correo electr¨®nico dici¨¦ndome que, si segu¨ªa insistiendo en que pulverizar los campos con pesticidas era peligroso, quiz¨¢ deber¨ªa subirme a su avi¨®n para comprobar qu¨¦ era realmente peligroso¡±, prosigue. Meses m¨¢s tarde, tres hombres asaltaron su casa con ella dentro para llevarse su ordenador, su m¨®vil y poco m¨¢s. ¡°No puedo probar que tuviera relaci¨®n con mi trabajo, pero, como robo com¨²n, fue muy extra?o, ya que no preguntaron d¨®nde estaba el dinero o las joyas¡±.
Bombardi se hart¨® de vivir con el miedo en el cuerpo y abandon¨® S?o Paulo a mediados de 2020 para instalarse en Europa con sus dos hijos. Primero viaj¨® a Par¨ªs, donde se emple¨® en el Instituto de Investigaci¨®n para el Desarrollo; luego se traslad¨® a B¨¦lgica, donde hoy investiga en el departamento de agroecolog¨ªa de la Universidad Libre de Bruselas. El pasado a?o public¨® Pesticidas: un colonialismo qu¨ªmico (tambi¨¦n sin traducci¨®n al castellano), un corto ensayo continuaci¨®n de su primera obra en el que traza analog¨ªas entre el actual comercio mundial de agrot¨®xicos ¡ªcon un foco especial en Brasil¡ª y las estructuras de dominio colonial en el pasado.
Pregunta. ?Cree que a la UE le importa mucho la salud de sus ciudadanos, pero no tanto la de los habitantes del Sur Global?
Respuesta. No es solo una cuesti¨®n de doble rasero, sino de perpetuar una estructura colonialista. Los procesos de independencia en pa¨ªses latinoamericanos como Brasil mantuvieron la distribuci¨®n de la tierra en manos de una oligarqu¨ªa de terratenientes. Son ellos los que hoy abogan, junto a las multinacionales europeas que controlan el mercado global de agrot¨®xicos, por mantener leyes muy laxas en el uso de pesticidas. Es algo similar a lo que ocurri¨® en el siglo XIX, cuando Europa se beneficiaba de la mano de obra esclava en sus colonias, mientras la esclavitud era ya algo inconcebible en el continente.
P. Acusa a la UE de ser c¨®mplice no solo de pr¨¢cticas agr¨ªcolas muy da?inas, sino tambi¨¦n de un sistema de explotaci¨®n que se ceba con los m¨¢s pobres y, en especial, con las comunidades ind¨ªgenas.
R. He hablado m¨¢s de 40 veces sobre esto con representantes de la Comisi¨®n Europea. Y todos niegan que ocurra aduciendo que ellos se limitan a respetar la soberan¨ªa de los pa¨ªses. Y, sin embargo, ocurre. Al igual que los antiguos colonizadores expulsaron de sus tierras a los pueblos originarios de Am¨¦rica, hoy se les pulveriza literalmente con pesticidas. En el libro cito algunos ejemplos de c¨®mo los grandes propietarios brasile?os envenenan a las poblaciones ind¨ªgenas para que huyan y ellos puedan plantar sus monocultivos de soja o ca?a de az¨²car.

P. No se puede controlar entonces lo que compran terceros pa¨ªses, pero s¨ª lo que venden compa?¨ªas con sede en la UE.
R. Desde luego. Pero el argumento es siempre el mismo: la libertad de comercio, que no se ha de imponer a nadie lo que compra o vende, etc¨¦tera. La hipocres¨ªa llega al punto de que se obliga a los importadores de agrot¨®xicos producidos por compa?¨ªas europeas a reconocer contractualmente que saben que est¨¢n comprando productos prohibidos en la UE. Este requisito se presenta ante la opini¨®n p¨²blica como una forma de crear conciencia sobre lo pernicioso de ciertos agrot¨®xicos, pero lo cierto es que solo busca dar protecci¨®n legal a las empresas europeas.
El coste humano, medioambiental y sanitario de los agrot¨®xicos es enorme.
P. Algunos pa¨ªses como Francia han aprobado legislaciones de exportaci¨®n m¨¢s restrictivas, pero usted sostiene que no est¨¢ sirviendo de mucho.
R. El caso franc¨¦s es curioso: ahora no se puede exportar el producto comercial, pero s¨ª la sustancia. Veremos qu¨¦ ocurre en B¨¦lgica, donde se prev¨¦ que entre en vigor una nueva ley en los pr¨®ximos meses [en mayo de 2025].
P. En su libro expone que el uso de agrot¨®xicos en Brasil se ha doblado en una d¨¦cada. ?Sospecha que las compa?¨ªas europeas est¨¢n haciendo m¨¢s lobby en otros continentes ante las restricciones que encuentran aqu¨ª?
R. Es probable. Croplife International, una especie de alianza de empresas productoras de pesticidas, tiene una delegaci¨®n especial en Brasil desde 2019, y ya cuenta con una fuerte presencia en ?frica. Est¨¢n en todas partes.
P. Tambi¨¦n presenta datos de personas afectadas por el uso de pesticidas en Brasil, y a?ade que estas cifras subestiman el impacto real y su efecto en el desarrollo de algunos tipos de c¨¢ncer, muy dif¨ªcil de probar.
R. El coste humano, medioambiental y sanitario de los agrot¨®xicos es enorme. En Brasil, en el Estado de Paran¨¢ [un estudio de 2012 con datos de 1998-1999] se estim¨® que, por cada d¨®lar (0,95 euros) invertido en pesticidas, se dedica 1,20 d¨®lares al gasto en salud por el envenenamiento que estos provocan.
P. Usted defiende una legislaci¨®n sobre agrot¨®xicos com¨²n para todo el mundo. ?Algo ut¨®pico?
R. Quiz¨¢ s¨ª. Pero alguien dijo que la utop¨ªa es un camino hacia delante, un horizonte para todos los movimientos de la sociedad civil y los cient¨ªficos que intentamos concienciar sobre este asunto.
P. ?Cambian mucho las cosas en el sector agr¨ªcola brasile?o dependiendo de qui¨¦n est¨¦ el Gobierno?
R. No tanto, ya que se trata de un problema estructural muy enraizado en la sociedad brasile?a. Tenemos a unos cuantos terratenientes superpoderosos. Sin una buena relaci¨®n con ellos, resulta muy dif¨ªcil mantenerse en el poder. Blairo Maggi, uno de los l¨ªderes mundiales de la soja, fue ministro de Agricultura entre 2016 y 2019 [durante el Gobierno de Michel Temer, de centro liberal]. Antes, durante el gobierno de Dilma Rousseff [del Partido de los Trabajadores, el mismo que Lula], su cargo lo ocup¨® Katia Abreu, otra terrateniente a la que apodan Do?a deforestaci¨®n, se puede imaginar por qu¨¦. Cuando me lo contaron, pens¨¦ que era una broma.
P. ?No espera entonces grandes avances durante esta segunda etapa de Lula?
R. No cabe duda de que es un Gobierno progresista en varios aspectos: derechos LGBTIQ+, feminismo, derechos humanos en general¡ Pero en este tema tiene las manos atadas. En Brasil coexisten el Ministerio de Agricultura con el de Desarrollo Agrario. El primero representa los intereses de los grandes propietarios y la agricultura intensiva. El segundo defiende, con un fuerte compromiso medioambiental, a los campesinos y a las comunidades ind¨ªgenas. Existe esta tensi¨®n esquizofr¨¦nica en el seno del Gobierno, pero el primero suele imponer su voz asegur¨¢ndose de que las restricciones en el uso de pesticidas nunca vayan demasiado lejos en contra de los intereses de los poderosos.
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