El Estado con derecho de Xi Jinping
Los nuevos dirigentes chinos evolucionan hacia una gobernanza basada en las leyes
Tradicionalmente, a la hora de evaluar los ejes del cambio iniciado hace m¨¢s de tres d¨¦cadas en China con Deng Xiaoping otorgamos m¨¢s importancia a la reforma que a la apertura al exterior. Sin embargo, para una civilizaci¨®n que ha vivido siglos y siglos encerrada en s¨ª misma, es la apertura al mundo la clave de mayor trascendencia. De hecho, nunca China ha sido tan interdependiente como ahora y ello se?ala una transformaci¨®n de gran envergadura.
Del mismo modo, hoy d¨ªa, cuando China asiste a una oleada de nuevas reformas, gran parte del acento se traslada a la magnitud de los cambios econ¨®micos, ciertamente importantes porque deben auspiciar un nuevo modelo de desarrollo y reforzar y completar los engarces pendientes con el exterior incluso en ¨¢reas de tanta relevancia como la financiera. No obstante, en paralelo, se est¨¢ alentando igualmente un cambio en la cultura pol¨ªtica de gran significaci¨®n hist¨®rica. En efecto, si el mandato de Hu Jintao apost¨® con su ¡°armon¨ªa¡± por una revitalizaci¨®n adaptada del discurso confuciano, la clave que aflora de Xi Jinping y su clan de Shaanxi radica en el impulso al legismo, la escuela filos¨®fica justamente opuesta al confucianismo que en los siglos V a III a.n.e. defend¨ªa el gobierno mediante la ley frente al gobierno mediante los ritos.
El neolegismo de Xi Jinping, evocado con una ret¨®rica que apunta a mejorar la gobernanza del Estado mediante la implementaci¨®n de la ley, tiene como principal objetivo el fortalecimiento del poder del Partido Comunista Chino (en la escuela legista era el poder del monarca), situando la norma como base esencial del funcionamiento institucional a todos los niveles y fuente b¨¢sica de autoridad para impedir que otros idearios desaf¨ªen el control de la primera dinast¨ªa org¨¢nica de su historia.
La reforma pol¨ªtica en curso no supone afectar las columnas de la estructura sist¨¦mica vigente, sino de asociarlas con una institucionalidad basada en un cuerpo normativo que sirva de referencia para una gobernanza m¨¢s transparente y moderna. Esto se aprecia en el empe?o de los actuales l¨ªderes por dotar de base normativa las nuevas pol¨ªticas, retrasando su aplicaci¨®n hasta contar con las leyes y reglamentos adecuados.
La intervenci¨®n pol¨ªtica va a reducirse,
aunque no ser¨¢ eliminada del todo
No solo se trata pues de que el mercado tenga un rol m¨¢s decisivo, sino que tambi¨¦n lo tenga la ley. La pr¨¢ctica habitual en esta China, conforme al viejo axioma de que ¡°mandan los hombres y no las leyes¡±, siempre ha consistido en llevar a cabo las reformas a partir de decisiones pol¨ªticas que no han contado con soporte normativo estatal e incluso a veces siendo adoptadas por ¨®rganos no institucionalizados. La codificaci¨®n debe rigorizar dichos procesos, reducir la opacidad y contribuir a mejorar el control del PCCh. En suma, en una China gobernada por una ley que entroniza el papel del Partido, sus gestores deben interiorizar la necesidad de la legislaci¨®n, actuando no ya en funci¨®n de los principios de legitimidad revolucionaria o crecimiento sino de legalidad.
En dicho proceso, un elemento esencial es la reforma de la justicia, hoy m¨¢s fiel al Partido que a la norma. Su actuaci¨®n adolece de importantes taras y la mayor de todas es su crisis de credibilidad. La limitaci¨®n de los errores judiciales o de la corrupci¨®n forma parte de una agenda que propone un reajuste de la intervenci¨®n del PCCh en dicho orden con vistas a ampliar la esfera de la imparcialidad. La intervenci¨®n pol¨ªtica va a reducirse, aunque no ser¨¢ eliminada del todo, especialmente en los casos considerados pol¨ªticamente m¨¢s sensibles. Fortalecer la independencia y la profesionalidad de los jueces, hasta ahora obligados a coordinar posiciones con el PCCh, la polic¨ªa o los fiscales, constituye el mayor reto.
El tercer elemento a considerar es la concepci¨®n de los derechos de las personas. La abolici¨®n del sistema delaojiao, por ejemplo, que permit¨ªa condenar a criminales de poca monta ¡ªy tambi¨¦n peticionarios¡ª hasta cuatro a?os de c¨¢rcel sin juicio, o la exclusi¨®n de las pruebas y testimonios obtenidos bajo tortura, como medio para prevenir los errores judiciales estableciendo que sin evidencias claras no puede haber condena, concretan una apuesta por un enfoque diferente de la ciudadan¨ªa para quien la ley debe ser gu¨ªa de su conducta pero tambi¨¦n base irrenunciable de su derecho.
Son pasos positivos, pero que nadie se enga?e. Xi Jinping reforzar¨¢ por esta v¨ªa el fundamento jur¨ªdico, la transparencia normativa y el valor del procedimiento en la acci¨®n de gobierno, pero no permitir¨¢ que la disidencia se interponga en sus planes y ser¨¢ tan duro con ella como sus antecesores. Cu¨¢nto afectar¨¢ este proceso a un PCCh habituado a instrumentar la norma ¨²nicamente en su propio beneficio es una inc¨®gnita. La jaula de regulaciones aludida por Xi como sustento para subordinar el Partido y el Estado al orden jur¨ªdico ambiciona sentar las bases de una nueva concepci¨®n pol¨ªtica de la estabilidad, pero ese Estado con derecho, observador del principio de legalidad, estar¨¢ m¨¢s pr¨®ximo, al menos a corto plazo, al utilitarismo del legismo que a la limitaci¨®n del poder instituida en un Estado de derecho y cuya primera misi¨®n es proteger las libertades fundamentales de sus ciudadanos.
Xulio R¨ªos es director del Observatorio de la Pol¨ªtica China.
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