Biograf¨ªas noveladas
Como voluntariosas hierbas silvestres, al llegar la primavera brotan centenarios, festivales y simposios con el loable objetivo de promover el aletargado inter¨¦s de la poblaci¨®n por alg¨²n hecho o individuo con los escasos fondos que a¨²n se pueden reba?ar del magro presupuesto oficial para estos fines.
Cosa rara, pero cada vez m¨¢s frecuente, la primavera llega pronto a Londres y trae un calorcillo que la ciudad, educada para sobrellevar un clima adusto, no est¨¢ en condiciones de asumir. Por si esto fuera poco, este a?o se le viene encima el 450 aniversario del nacimiento de William Shakespeare. Organizar algo a la altura del sujeto es un trabajo para Superman.
A diferencia de otros ilustres personajes, Shakespeare ha estado siempre presente, con su prestigio intacto. Sus obras se representan sin cesar en los escenarios londinenses, ingleses y del mundo entero. Sus personajes y sus soliloquios son familiares incluso para los analfabetos. Poco se puede hacer por este flanco. Y por el otro, menos a¨²n, porque de la persona que fue William Shakespeare no se sabe casi nada. Por la raz¨®n que fuera, el autor de obras inmortales no dej¨® ning¨²n testimonio escrito de su paso por el mundo: ni una carta, ni una nota. Un escueto testamento que confunde m¨¢s que aclara, una declaraci¨®n parca y anodina en un pleito de poca monta en el que fue citado como testigo y pare usted de contar. Al amparo de este vac¨ªo han florecido las m¨¢s diversas teor¨ªas: fant¨¢sticas suplantaciones de misteriosos autores que prefirieron permanecer en el anonimato. Nada, sin embargo, que se pueda sustentar seriamente. La hip¨®tesis m¨¢s veros¨ªmil que conozco es la m¨ªa: que la obscuridad que rodea a Shakespeare es una maniobra deliberada del propio Shakespeare para evitar que en el futuro se hiciera una pel¨ªcula sobre su vida sentimental. Y de poco lo consigue. Shakespeare in love es una simp¨¢tica comedia rom¨¢ntica con gui?os eruditos que desactivan el potencial de ser tomada como algo m¨¢s que un divertimento para grandes y chicos. Menos fortuna ha tenido Jane Austen, mujer de extraordinario talento y muy poco glamour.
La cuesti¨®n no es inocente. La ficci¨®n biogr¨¢fica es una variante de la novela o la pel¨ªcula hist¨®rica y va en auge en la medida en que la ficci¨®n pura va perdiendo autoridad. Es un hecho que hoy en d¨ªa la novela est¨¢ poco menos que relegada al departamento de entretenimientos honestos. Para salir de ah¨ª, ha de estar conectada de alg¨²n modo con la realidad, como el inmigrante ilegal que consigue in extremis los papeles cas¨¢ndose con un ciudadano en regla. Episodios hist¨®ricos y personajes reales no han de aparecer como tel¨®n de fondo o meros comparsas; han de intervenir decisivamente en el argumento e influir en el destino del protagonista (de un modo m¨¢s avasallador si es una protagonista) hasta desplazar al protagonista a la categor¨ªa de mero narrador o testigo de lo real; un recurso literario, a menudo superfluo.
El convertir en parte de esta realidad al propio autor de la ficci¨®n es el ¨²ltimo paso de este proceso. No solo leemos una novela porque nos habla de un momento o un personaje hist¨®rico, sino porque nos permite conocer por trasparencia la vida real del autor de la novela.
No critico el proceso. Seguramente ten¨ªa que pasar, porque todo evoluciona y todo cambia. Alguien tan amante de la ficci¨®n como Proust lo entendi¨® antes que nadie y le dio carta de naturaleza al escribir una obra en la que autor y protagonista, ficci¨®n y biograf¨ªa se mezclan de un modo tan sutil que es imposible e in¨²til tratar de buscar la equivalencia y las costuras. Pero para los amantes de la ficci¨®n, la p¨¦rdida es enorme. Dudo que pueda sumergirme en el maravilloso mundo de Guerra y paz, en las batallas, los salones y las alcobas de tantos personajes inolvidables sin tener presente el espantajo de Tolstoi vestido de no s¨¦ qu¨¦ y con unas barbas y un ce?o fruncido, mitad anacoreta, mitad figurante de pel¨ªcula de Charlot.
Veremos si Shakespeare consigue salir indemne de su aniversario.
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