El bloque bolivariano pierde influencia
La crisis venezolana afecta al futuro de la integraci¨®n latinoamericana. Hay que dar voz a los gobernados en las negociaciones internacionales si se desea asegurar la democracia y la gobernabilidad en la regi¨®n
Poco despu¨¦s de una cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribe?os (CELAC) en La Habana, que intent¨® proyectar la imagen de un consenso bolivariano regional y poco antes del primer aniversario de la muerte de Hugo Ch¨¢vez, estall¨® en Venezuela una ola de protestas populares en contra del Gobierno de Nicol¨¢s Maduro que, luego de dos meses, m¨¢s de 40 muertos, cientos de heridos y miles de arrestados, obliga a repensar el presente y el futuro de la regi¨®n. Am¨¦rica Latina vive hoy un momento de diversificaci¨®n civil y pol¨ªtica, que ha dejado atr¨¢s la posibilidad de cualquier consenso ideol¨®gico, de izquierda o derecha.
La crisis venezolana acent¨²a la p¨¦rdida de influencia del bloque de la Alianza Bolivariana para las Am¨¦ricas (ALBA) en Am¨¦rica Latina, que ya comenzaba a percibirse desde la convalecencia de Hugo Ch¨¢vez; y merma, a¨²n m¨¢s, la capacidad del Estado venezolano para intervenir en procesos internos de otros pa¨ªses, como hemos visto en las ¨²ltimas contiendas electorales. Esa depresi¨®n de la corriente bolivariana pudo constatarse en la propia cumbre de la CELAC, en La Habana, donde Brasil, M¨¦xico y Colombia tuvieron mayor relieve, y se ha confirmado en el impacto regional de las manifestaciones en Venezuela.
Una lectura sosegada del papel de Am¨¦rica Latina en el conflicto venezolano demuestra que el Gobierno de Nicol¨¢s Maduro no ha recibido el apoyo que esperaba de sus aliados. Para empezar, antes de viajar a La Habana, el mandatario venezolano tuvo que postergar por tercera vez la cumbre de Mercosur, programada para los d¨ªas siguientes a la reuni¨®n habanera, donde se buscaba relanzar el liderazgo de Venezuela. Ya en febrero, la explosi¨®n interna impidi¨® al Gobierno de Maduro concentrarse en la agenda latinoamericana.
Caracas tuvo que destinar sus mayores energ¨ªas a evitar que otros Gobiernos mostraran, p¨²blicamente, preocupaci¨®n por la situaci¨®n de los derechos humanos en Venezuela. El canciller El¨ªas Jaua realiz¨® una gira maratoniana por varias capitales (La Paz, Asunci¨®n, Montevideo, Buenos Aires, Brasilia¡), en la que reiter¨® el relato de la crisis, manejado por los medios oficiales del ALBA: las protestas son construcciones artificiales de poderes for¨¢neos (?lvaro Uribe, el imperio, la CIA¡) y de sus agentes internos (la derecha ¡°fascista¡± y ¡°escu¨¢lida¡±), destinadas a provocar un golpe de Estado, seg¨²n el guion de las revoluciones de colores y la primavera ¨¢rabe.
El Gobierno de Maduro no ha recibido el apoyo que esperaba de sus aliados en la CELAC
La celebraci¨®n del aniversario de la muerte de Ch¨¢vez, en medio de las protestas, no tuvo el impacto que auguraba el Gobierno. La maquinaria sentimental del duelo no daba m¨¢s de s¨ª y los propios presidentes aliados, empezando por Ra¨²l Castro ¡ªquien solo estuvo en Caracas unas horas y tuvo que soportar un recibimiento de consignas contra la injerencia cubana en Venezuela y hasta el desvanecimiento de la bandera de la isla en el aeropuerto¡ª, aportaron poco a la legitimaci¨®n del Gobierno. Adem¨¢s de Castro, asistieron al aniversario Daniel Ortega y Evo Morales, pero no Rafael Correa, quien, a pesar de su apoyo a Maduro, ha mantenido una actitud poco protag¨®nica.
Algunos han interpretado el papel de la CELAC y de la Uni¨®n de Naciones Suramericanas (UNASUR) en la crisis venezolana desde la ¨®ptica de la ¡°complicidad¡±, pero esa interpretaci¨®n cae, con frecuencia, en el espejismo de atribuir al chavismo y al castrismo un predominio mayor del que poseen.
La declaraci¨®n de la CELAC, por ejemplo, emitida por el canciller de Costa Rica, Enrique Castillo, manifest¨® ¡°solidaridad con el pueblo de Venezuela¡± y alent¨® a su Gobierno a ¡°propiciar un di¨¢logo entre todas las fuerzas pol¨ªticas del pa¨ªs¡± y a ¡°garantizar la institucionalidad democr¨¢tica, el respeto a la ley, a la informaci¨®n fidedigna y veraz y a todos los derechos humanos¡±. No hace mucho, Fidel o Ch¨¢vez habr¨ªan considerado esa declaraci¨®n un insulto.
En cuanto a UNASUR, la posici¨®n del bloque ha variado ligeramente desde la convocatoria a la primera reuni¨®n, que hiciera Rafael Correa antes de la toma de posesi¨®n de Michelle Bachelet, y la m¨¢s reciente visita de los cancilleres a Caracas. A pesar de que los medios bolivarianos, especialmente los cubanos y los venezolanos, se han empe?ado en fabricar una atm¨®sfera de respaldo incondicional a Maduro ¡ªque reproducen especularmente muchos opositores y cr¨ªticos¡ª, lo cierto es que las canciller¨ªas de Brasil, Chile, Colombia, Per¨² y Paraguay han entrado en contacto con asociaciones de la oposici¨®n y la sociedad civil, como Provea, el Movimiento Estudiantil, el Foro Penal Venezolano y la Mesa de la Unidad Democr¨¢tica, y han confirmado las denuncias de represi¨®n.
En Latinoam¨¦rica no hay gobernabilidad asegurada a causa de la pobreza, la desigualdad y la violencia
A diferencia de la CELAC o UNASUR, la OEA es un foro que ofrece a la corriente bolivariana la ventaja de polarizar f¨¢cilmente el Norte y el Sur de Am¨¦rica. La resoluci¨®n acr¨ªtica sobre la crisis venezolana que propuso Bolivia en la OEA, en la que se extend¨ªa un cheque en blanco a Caracas, fue fuertemente objetada por Estados Unidos y Canad¨¢ y, ante la escisi¨®n, los latinoamericanos, con m¨²ltiples reservas, se inclinaron hacia el polo bolivariano. Pero, como recuerda el periodista venezolano Fabio Rafael Fiallo, las delegaciones de Chile, Colombia, Per¨² y Paraguay, adem¨¢s de la de Panam¨¢, votaron en la OEA a favor de que la sesi¨®n en la que intervendr¨ªa la diputada opositora, Mar¨ªa Corina Machado, se abriera al p¨²blico. El propio secretario general de la OEA, Jos¨¦ Miguel Insulza, se ha manifestado en contra del desafuero de Machado, promovido por la Asamblea venezolana, aduciendo que es pr¨¢ctica com¨²n en ese foro interamericano que una delegaci¨®n cobije a pol¨ªticos de otro pa¨ªs.
Tan solo la idea de una mediaci¨®n, como la ofrecida por UNASUR o el Vaticano, Brasil o Uruguay, implica un tipo de intervenci¨®n que parte de la premisa de que el conflicto venezolano se ha quedado sin ¨¢rbitro. El Estado es incapaz de desligarse del Gobierno, a pesar de los esfuerzos que hacen algunas instituciones por recuperar la imparcialidad. Ante ese escenario, sumamente cercano a una crisis de gobernabilidad, los medios del ALBA alternan entre dos versiones: un pa¨ªs con disturbios aislados, en el que la capacidad del Estado para preservar el imperio de la ley sigue intacta, o un pa¨ªs siempre al borde de un golpe de Estado, que nunca sucede.
M¨¢s all¨¢ de prudencias y vacilaciones entendibles, la posici¨®n de Am¨¦rica Latina ha contribuido a arrojar luz sobre la complejidad de la crisis venezolana. Es equivocado atribuir esos escr¨²pulos a intimidaciones o chantajes o a una subordinaci¨®n econ¨®mica o ideol¨®gica a Caracas o a La Habana. La gobernabilidad es una condici¨®n a la que aspiran todos los Gobiernos del ¨¢rea, aunque unos con mayor respeto a las normas democr¨¢ticas que otros. Si un Gobierno cualquiera interviene de manera ostensible en la crisis interna de un vecino puede sentar un precedente desfavorable para su propia gobernabilidad en el futuro. Y en Am¨¦rica Latina no hay gobernabilidad plenamente asegurada, dados los altos ¨ªndices de pobreza, desigualdad y violencia.
Las relaciones internacionales latinoamericanas comienzan a regirse por un neorrealismo democr¨¢tico, que carece de una m¨ªnima institucionalizaci¨®n. De ah¨ª la importancia de que organismos regionales como la CELAC desarrollen herramientas de mediaci¨®n y resoluci¨®n de conflictos, que establezcan, como premisa, la interlocuci¨®n con las oposiciones y las sociedades civiles de cada pa¨ªs. No pueden construirse relaciones s¨®lidas, en el siglo XXI, tomando en cuenta ¨²nicamente la forma en que los Gobiernos interpretan los intereses nacionales. Es preciso dar voz a los gobernados en las negociaciones internacionales, si se desea una Am¨¦rica Latina con democracia, gobernabilidad e integraci¨®n.
Rafael Rojas es historiador.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.