El hombre que mat¨® a Francisco Franco
Adolfo Su¨¢rez fue un h¨¦roe de la traici¨®n. El Rey lo contrat¨® para acabar con el franquismo y ¨¦l, que era parte del r¨¦gimen, cumpli¨®, pero no se conform¨® y engendr¨® una democracia en la que no pudo prosperar
La muerte de Adolfo Su¨¢rez ha deparado m¨¢s de una sorpresa. No me refiero al hecho previsible de que algunos de los que con m¨¢s brutalidad le trataron cuando era presidente lo hayan abrumado ahora de elogios. S¨ª es sorprendente, en cambio, que hayamos o¨ªdo a menudo cosas como que, despu¨¦s del 23 de febrero de 1981, todos le quedamos agradecidos para siempre a Su¨¢rez por haber demostrado sin posibilidad de duda, mientras las balas de los golpistas zumbaban a su alrededor en el hemiciclo del Congreso, que estaba dispuesto a jugarse el tipo por la democracia; es sorprendente porque es falso: a ra¨ªz del golpe casi nadie dio importancia al gesto de Su¨¢rez, la mayor¨ªa lo interpret¨® como la ¨²ltima vaciedad de un presidente oportunista, amortizado y gestero, y a no pocos casi les molest¨®, quiz¨¢ porque delataba por contraste el comportamiento general: la prueba es que, apenas a?o y medio despu¨¦s de la asonada, Su¨¢rez se present¨® a las elecciones y su partido obtuvo la friolera de dos diputados. ?Y qui¨¦n pod¨ªa esperar que algunos intentaran legitimar las martingalas mediante las cuales persiguen ahora la independencia de Catalu?a con las que Su¨¢rez us¨® hace 40 a?os a fin de instaurar la democracia? Cualquier martingala es leg¨ªtima para cambiar una dictadura por una democracia; dentro de una democracia, las martingalas no son solo ileg¨ªtimas sino ¡ªsobra decirlo¡ª antidemocr¨¢ticas. Por lo dem¨¢s, no s¨¦ cu¨¢ntas veces se habr¨¢ dicho, tras su muerte, que Su¨¢rez fue un h¨¦roe; a mi juicio lo fue, aunque de un tipo muy peculiar, que quiz¨¢ explica en parte la peculiaridad de nuestra democracia.
Pasar a ser el advenedizo de sucio pasado fue el precio que el presidente pag¨® por su proeza
En otro lugar lo llam¨¦ un h¨¦roe de la traici¨®n; el ox¨ªmoron sigue pareci¨¦ndome v¨¢lido. ?Qu¨¦ es un h¨¦roe de la traici¨®n? Estamos acostumbrados a pensar en la lealtad como una virtud, y lo es; pero hay momentos en la historia en que es m¨¢s ardua, m¨¢s valiente y m¨¢s honesta la traici¨®n que la lealtad. La Transici¨®n fue uno de ellos. Se ha recordado a menudo estos d¨ªas que, cuando el Rey design¨® a Su¨¢rez presidente del Gobierno, los dem¨®cratas se horrorizaron ante el nombramiento de aquel arribista del franquismo, ministro secretario general del Movimiento por m¨¢s se?as; apenas se ha recordado que, a la inversa, fueron los franquistas m¨¢s duros quienes se entusiasmaron con la elecci¨®n de Su¨¢rez. Es natural: aquel joven h¨¢bil, seductor, en¨¦rgico, kennediano y complaciente era uno de los suyos, de modo que consideraron su nombramiento como la mejor garant¨ªa de que el franquismo no iba a morir con Franco. Qu¨¦ error, qu¨¦ inmenso error. En menos de un a?o, a base de di¨¢logo, claro, pero tambi¨¦n de pases de magia y trucos de trilero, Su¨¢rez liquid¨® el franquismo y puso los fundamentos de la democracia. Fue as¨ª como el gran h¨¦roe se convirti¨® en el gran traidor, al menos para los franquistas; para los dem¨¢s, o para casi todos los dem¨¢s, acab¨® convertido con el tiempo en el advenedizo de sucio pasado que se hab¨ªa ensuciado las manos traicionando a los suyos.
Esa fue la mitad evidente del precio que Su¨¢rez tuvo que pagar por su proeza; la otra mitad es m¨¢s secreta, pero a trav¨¦s de ella el destino de Su¨¢rez conecta con el de Tom Doniphon, el protagonista de un western imbatible de John Ford: El hombre que mat¨® a Liberty Valance. Valance es el tipo m¨¢s duro al sur del Picketwire, un territorio salvaje donde se levanta el pueblo de Shinbone y donde solo impera la ley del propio Valance, que es la de la barbarie. He dicho el tipo m¨¢s duro; no es exacto: deber¨ªa haber dicho el tipo m¨¢s duro despu¨¦s de Doniphon, la contrafigura de Valance. Doniphon no impone la barbarie, pero la barbarie es su reino; all¨ª lo tiene todo, incluido un futuro pr¨®spero junto a la mujer que ama. Hasta que llega a Shinbone un abogado, Ramson Stoddart, que trae consigo la ley y la civilizaci¨®n, y todo se trastoca. Valance quiere acabar con Stoddart para impedir que la ley entre en Shinbone, pero Doniphon, que adem¨¢s de tener el coraje tiene el instinto de la virtud, entiende que en la ley est¨¢ el bien y en la barbarie el mal, as¨ª que traiciona su mundo, se pone de parte de Stoddart y consigue que triunfe de la ¨²nica forma que puede triunfar: ensuci¨¢ndose ¨¦l las manos, matando a Valance y salvando la vida del abogado. Esto es lo mejor que pod¨ªa pasarle a la gente del sur del Picketwire, porque la ley es la ¨²nica defensa posible de los d¨¦biles frente a los poderosos, pero lo peor que pod¨ªa pasarle a Doniphon: mientras Stoddart le quita a la mujer que ama y parte con ella hacia Washington en pos de su carrera pol¨ªtica, Doniphon, incapaz de vivir con otra ley que la de la barbarie, lo pierde todo y se hunde en la oscuridad de la historia.
Tras su muerte, hemos escuchado estos d¨ªas muchas obscenidades, mentiras y vilezas
Algo parecido le ocurri¨® a Adolfo Su¨¢rez. En julio de 1976, cuando lleg¨® a la presidencia del Gobierno, Su¨¢rez era el tipo m¨¢s duro al sur de los Pirineos, el franquista que no se arrugaba nunca, y el que mejor conoc¨ªa el franquismo. Por eso lo contrat¨® el Rey: para matar a Liberty Valance; quiero decir: para matar el franquismo. Su¨¢rez cumpli¨®. Pero no se conform¨® con ello; tambi¨¦n engendr¨® una democracia, una democracia donde crey¨® que todo le ir¨ªa tan bien como en la dictadura, o mejor. Era una ingenuidad. Igual que Doniphon se equivocaba al pensar que, en la civilizaci¨®n que cre¨® destruyendo a Valance, podr¨ªa prosperar junto a la mujer que amaba, Su¨¢rez se equivocaba al creer que podr¨ªa prosperar en la democracia que cre¨® destruyendo el franquismo. Doniphon era el mejor en el mundo de Valance ¡ªigual que Su¨¢rez era el mejor en el mundo de Franco¡ª, pero solo era uno m¨¢s en el mundo de Stoddart ¡ªigual que Su¨¢rez era solo uno m¨¢s en democracia¡ª: el reino de Doniphon y el de Su¨¢rez no era el de este mundo, el de la civilizaci¨®n que crearon, sino el de la barbarie que destruyeron. Como Doniphon, Su¨¢rez traicion¨® un error para construir un acierto, traicion¨® un pasado esclavo para construir un futuro libre, traicion¨® a unos pocos para ser leal a todos. Al matar a Valance, Doniphon se estaba matando en el fondo a s¨ª mismo; lo mismo le ocurri¨® a Su¨¢rez: en el fondo, la muerte del franquismo fue para ¨¦l una forma de suicidio. La democracia norteamericana, viene a decir Ford, se funda en un crimen real: el asesinato de Valance a manos de Doniphon; la democracia espa?ola se funda en un crimen simb¨®lico, podr¨ªamos decir nosotros: el asesinato del franquismo a manos de Su¨¢rez. Por eso Su¨¢rez no es solo un h¨¦roe de la traici¨®n; tambi¨¦n es el h¨¦roe fundacional de nuestra democracia.
Muchos a?os despu¨¦s de la muerte de Valance, Stoddart regresa a Shinbone para asistir al funeral de Doniphon; regresa con su mujer, la que le arrebat¨® a Doniphon, o quiz¨¢ la que huy¨® de ¨¦l. Todo ha cambiado al sur del Picketwire, donde la ley ha tra¨ªdo consigo libertad, bienestar y justicia; todo ha cambiado tambi¨¦n para Stoddart, convertido ahora en un pol¨ªtico relevante. En cuanto a su mujer, cabe sospechar que en alg¨²n momento descubri¨®, demasiado tarde ya, que se equivoc¨® de hombre. Sea como sea, nadie en Shinbone recuerda ya qui¨¦n fue Tom Doniphon: a su velatorio solo asiste Pompey, su fiel criado negro; el due?o de las pompas f¨²nebres ha aprovechado para robarle sus botas al muerto. A juzgar por los funerales de Adolfo Su¨¢rez, se dir¨ªa que el viejo presidente ha tenido m¨¢s suerte que el viejo cowboy; aunque, a juzgar por las obscenidades, mentiras y vilezas que hemos escuchado ¡ªunos y otros tirando de las botas del muerto para arrebat¨¢rselas¡ª, quiz¨¢ no sea as¨ª. Quiz¨¢ hubiese sido mejor que muriera solo y a su velatorio no asistieran m¨¢s que su familia y sus pocos amigos. Al fin y al cabo, ese es el destino com¨²n de los h¨¦roes.
Javier Cercas es escritor. En su libro Anatom¨ªa de un instante (Mondadori) reconstruye el in tento de golpe de Estado de 1981.
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