Aqu¨ª estamos, en la otra guerra del 14
Rostrituerto por las acometidas figuradas de la aviaci¨®n, las ametralladoras y la guerra qu¨ªmica, Jos¨¦ K. solo puede aportar indignaci¨®n y rabia a la frialdad de los datos de la desigualdad social que padecemos
Iluminado por las marchas de la dignidad y alumbrado por el delgado pabilo de una llama temblorosa ¡ªel recibo de la luz ha subido en demas¨ªa¡ª Jos¨¦ K. relee en su tabuco viejos libros que hablan de la Gran Guerra, aquella de la que ahora se cumple el centenario. Enrollado en la manta, que la primavera tarda en asomar, entrev¨¦ nuestro hombre algunas semejanzas entre aquellos terribles sucedidos ¡ªdiez millones de muertos, am¨¦n de incontables heridos¡ª y los duros agobios que hoy sufrimos los ciudadanos en esta Espa?a asustada y encogida. Aunque no todos, como ahora ¨¦l mismo nos ense?ar¨¢.
Locas visiones de entresue?os le sugieren a Jos¨¦ K. similitudes sorprendentes entre las tres grandes novedades b¨¦licas de aquella Primera Guerra ¡ªmodernizaci¨®n de las artes castrenses, presumieron¡ª con estas batallas que ahora peleamos. Dos de ellas aparecieron con gran estr¨¦pito y atronadora presencia: el uso militar y tremendamente mort¨ªfero de la aviaci¨®n y las ametralladoras. La segunda novedad, por contra, se defin¨ªa por su car¨¢cter silente, solapado, insidioso: la guerra qu¨ªmica. As¨ª que Jos¨¦ K., en el creativo duermevela, se anima a equiparar a aquellos espectaculares aviones Fokker del m¨ªtico Bar¨®n Rojo o las ruidosas ametralladoras Vickers con estos ministros grandilocuentes que gustan de aparecer con todo lujo de efectos lum¨ªnicos y sonoros. Son los Wert, los Gallard¨®n, los Fern¨¢ndez D¨ªaz, cuya sola presencia se advierte por el ruido infernal de los trombones, las cornetas, los timbales y hasta las vuvuzelas que les acompa?an, am¨¦n de un n¨²mero inusitado de curas con voluminosos crucifijos, guardias civiles y se?oras con mantilla, aderezados con decretos desmedidos y groseramente reaccionarios, profusi¨®n de pelotas de goma, insultos a la inteligencia y a las libertades.
Son la parafernalia del Gobierno, el atrezo del que se sirven para, amedrentar y despavorir al respetable. Descarados y prepotentes, tienen el encargo, como los matones de discoteca, de asustar con malas maneras para que se sepa que quien manda es la derecha. Muy derecha. Esto es nuestro y hacemos lo que hacemos porque as¨ª se nos antoja. Silencio, ni una palabra m¨¢s. Para defendernos de ellos, propone nuestro hombre el casco Pickelhaube, si bien ha optado, como irredento progre que es, por elegir como pincho un unicornio azul. El de Silvio.
Mientras 14 compa?¨ªas del Ibex reducen plantilla, los consejeros de esas firmas se suben el sueldo
Pero a Jos¨¦ K. le da m¨¢s miedo el gas venenoso, sea el mostaza, el fosgeno o, el peor de todos, el paralizante. Ese s¨ª que es perverso. Las m¨¢scaras sirven de poco porque los ataques se producen de manera ladina, sinuosa, artera. Trabajan los encargados de su administraci¨®n ¡ªsin¨¦cdoque: Rajoy¡ª de forma subterr¨¢nea, cual voraz tuneladora, para abrir a¨²n m¨¢s la brecha social que separa ¡ªy ya ver¨¢n cu¨¢nto¡ª a los ricos de los pobres. Los avances laborales que se consiguieron en siglos, como la negociaci¨®n colectiva, se pierden en meses o semanas so capa de una modernizaci¨®n ¡ª?igual que los bombardeos a¨¦reos o los obuses llenos de gases t¨®xicos?¡ª que solo sirve para hacer cada d¨ªa un mundo m¨¢s injusto y abusivo. Unos pocos contra unos muchos, cuidado que no se salgan del brosquil que lo mismo nos montan unas vigorosas marchas por la dignidad.
Lo peor es que los sabidos malandrines alegan para tanto da?o la provisionalidad de la crisis, que otro sol, brillante y luminoso, calentar¨¢ los bolsillos de los ciudadanos cuando este terrible ciclo llegue a su fin, que solo ellos saben c¨®mo sacarnos de este atolladero. Ya ven, se?ala Jos¨¦ K. con dedo acusador y car¨®tida abultada, quieren librarnos de ese lodazal que ellos mismos causaron por su mucha avaricia y el descontrol de los gobiernos que estaban a sus ¨®rdenes. Creen que as¨ª nos engatusan y adormecen, pero Jos¨¦ K. advierte enseguida la mentira: en el mismo tiempo, ellos han acumulado m¨¢s billetes que nunca, mientras los pobres pierden hasta las monedillas. Puesto que se viven momentos de emergencia, ?no ser¨ªa natural que los ojales del cintur¨®n se ajustaran para todos en la misma proporci¨®n? Qu¨¦ va. Lo que buscan es imponer el tr¨¢gala de su desverg¨¹enza. Aprietan porque quieren que todo se quede as¨ª, por los siglos de los siglos, am¨¦n. Unos arriba, ellos, y otros abajo, los dem¨¢s. Pero la realidad les desnuda y deja sus malas tripas al descubierto.
Decide nuestro hombre abrir un juicio imaginario. Vengan todos al furioso combate de Jos¨¦ K. contra los oscuros culpables del latrocinio. No viene solo, que se trae testigos para enfrentarse al hipot¨¦tico jurado, todos ellos entresacados de este su peri¨®dico de siempre. ?Representantes de rojos irredentos, feroces revolucionarios amantes de la violenta desaparici¨®n del capitalismo? Juzguen ustedes, dice Jos¨¦ K., con gesto que se adivina chulesco. Primero, comparece la bakuninista Comisi¨®n del Mercado de Valores que aporta los siguientes datos: sesenta directivos de empresas cotizadas cobraron el a?o pasado m¨¢s de un mill¨®n de euros; diez de ellos superaron los 2 millones, seis los 3, siete los 4, tres los 5, dos los 6, y uno los 7. Al tiempo, 14 compa?¨ªas del Ibex redujeron su n¨²mero de trabajadores el mismo periodo, v¨ªa despido, claro, a la vez que los consejeros de esas mismas empresas se subieron el sueldo en 2012 un 7,6%. Teniendo en cuenta que el salario medio en Espa?a no sobrepasa los 25.000 euros anuales, pueden ustedes hacer una sencilla divisi¨®n para averiguar cu¨¢ntas veces m¨¢s cobran aquellos altos cargos que un trabajador de su misma empresa. As¨ª, a bote pronto, por no levantarse del catre para proveerse de papel y l¨¢piz, Jos¨¦ K. calcula que cuarenta veces el que menos y casi 300 el que m¨¢s.
En la emergencia, ?no ser¨ªa natural que el cintur¨®n se apretara para todos de igual forma?
Ahora llega el mao¨ªsta Banco de Espa?a: los salarios cayeron el doble ¡ªun 2%¡ª de lo que dice el Gobierno. A continuaci¨®n, declara el trotskista FMI: Espa?a es la econom¨ªa de la UE donde m¨¢s han aumentado las diferencias entre ricos y pobres. A?ade su granito de arena la carbonaria OCDE: Espa?a es el pa¨ªs donde el impacto de la crisis se ha repartido de forma m¨¢s desigual. Apenas se han reducido los ingresos del 10% de la poblaci¨®n m¨¢s rica, mientras que los del 10% m¨¢s pobre han ca¨ªdo un 14% anual. Y eso sin contar los ¨²ltimos tres a?os, los de mayores recortes. Azuza la muy leninista FEDEA, quien dice que los recortes se han cebado con los salarios m¨¢s bajos, que desde 2008 han registrado un descenso del 17%, un 6% solo en el ¨²ltimo a?o. A?adamos, por fin, a los zapatistas de C¨¢ritas, que denuncian ¡ªdemagogos alarmistas¡ª que cinco millones de personas sufren exclusi¨®n social extrema en Espa?a.
Para dar un respiro al personal, quiere Jos¨¦ K., pinturero, compartir con todos ustedes un colorido apunte. F¨ªjense qu¨¦ alegr¨ªa, que el patrimonio invertido en las sicav ¡ªlas sociedades de inversi¨®n colectiva que tributan al 1%, usadas frecuentemente por las grandes fortunas¡ª ha crecido en 2013 un 13,2%, hasta sumar 26.987 millones de euros, de acuerdo con datos de Inverco. ?No es maravilloso? Jos¨¦ K., ante tan gozosa noticia, no puede por menos que recabar su solidaridad para que todos juntos, codo con codo, sonrisa con sonrisa, enviemos un fraternal mensaje de felicitaci¨®n a todos estos afortunados ciudadanos, tan justamente recompensados por la rueda del ciego destino gracias a sus muchos m¨¦ritos y su extenuante trabajo: ?Enhorabuena, qu¨¦ felices somos!
Recapitulemos el plantel de extremistas y subversivos que ha reunido Jos¨¦ K.: El FMI, la OCDE, el Banco de Espa?a, la CNMV, C¨¢ritas¡ Pues remata la faena con otro incendiario, el Nobel Joseph E. Stiglitz, en art¨ªculo publicado en estas mismas p¨¢ginas: ¡°Nuestras dificultades actuales son el resultado de pol¨ªticas err¨®neas. Existen alternativas. Pero no las vamos a encontrar en la complacencia autosatisfecha de las ¨¦lites, cuyos ingresos y carteras de acciones una vez m¨¢s se disparan al alza. Aparentemente, s¨®lo algunas personas deber¨¢n ajustarse a un est¨¢ndar de vida m¨¢s bajo de forma permanente. Desafortunadamente, lo que ocurre es que dichas personas conforman la gran mayor¨ªa de la poblaci¨®n¡±.
?A?ade algo Jos¨¦ K. a la frialdad de los datos? Rostrituerto, s¨®lo puede aportar indignaci¨®n y rabia. Un poco de calor.
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