Las mujeres en los or¨ªgenes del cristianismo
El movimiento de Jes¨²s era un colectivo igualitario de seguidores y seguidoras, sin discriminaciones por razones de g¨¦nero
En su obra La Ciudad de las Damas, de principios del siglo XV, la escritora francesa Christine de Pisan constataba la disparidad entre la imagen negativa de los varones sobre las mujeres y el conocimiento que ten¨ªa de s¨ª misma y de otras mujeres. Los varones afirmaban que el comportamiento femenino estaba colmado de todo vicio; juicio que en opini¨®n de Christine demostraba bajeza de esp¨ªritu y falta de honradez. Ella, por el contrario, tras hablar con muchas mujeres de su tiempo que le relataron sus pensamientos m¨¢s ¨ªntimos y estudiar la vida de prestigiosas mujeres del pasado, les reconoce el don de la palabra y una inteligencia especial para el estudio del derecho, la filosof¨ªa y el gobierno.
La situaci¨®n de entonces se repite hoy en la mayor¨ªa de las religiones, que se configuran patriarcalmente y nunca se han llevado bien con las mujeres. Estas no suelen ser consideradas sujetos religiosos ni morales, por eso se las pone bajo la gu¨ªa de un var¨®n que las lleve por la senda de la virtud. Se les niega el derecho a la libertad dando por supuesto que hacen mal uso de ella. Se les veta a la hora de asumir responsabilidades directivas por entender que son irresponsables por naturaleza. Son excluidas del espacio sagrado por impuras. Se las silencia por creer que son lenguaraces y dicen inconveniencias. Son objeto de todo tipo de violencia: moral, religiosa, simb¨®lica, cultural, f¨ªsica, etc.
Sin embargo, las religiones dif¨ªcilmente hubieran podido nacer y pervivir sin ellas. Sin las mujeres es posible que no hubiera surgido el cristianismo y quiz¨¢ no se hubiera expandido como lo hizo. Ellas acompa?aron a su fundador Jes¨²s de Nazaret desde el comienzo en Galilea hasta el final en el G¨®lgota. Recorrieron con ¨¦l ciudades y aldeas anunciando el Evangelio (=Buena Noticia), le ayudaron con sus bienes y formaron parte de su movimiento.
La te¨®loga feminista Elisabeth Sch¨¹ssler Fiorenza ha demostrado en su libro En memoria de ella que las primeras seguidoras de Jes¨²s eran mujeres galileas liberadas de toda dependencia patriarcal, con autonom¨ªa econ¨®mica, que se identificaban como mujeres en solidaridad con otras mujeres y se reun¨ªan para celebrar comidas en com¨²n, vivir experiencias de curaciones y reflexionar en grupo.
La mayor¨ªa de las religiones se configuran patriarcalmente y nunca se han llevado bien con las mujeres
El movimiento de Jes¨²s era un colectivo igualitario de seguidores y seguidoras, sin discriminaciones por razones de g¨¦nero. No identificaba a las mujeres con la maternidad. Se opon¨ªa a las leyes jud¨ªas que las discriminaban, como el libelo de repudio y la lapidaci¨®n, y cuestionaba el modelo de familia patriarcal. En ¨¦l se compaginaban arm¨®nicamente la opci¨®n por los pobres y la emancipaci¨®n de las estructuras patriarcales. Las mujeres eran amigas de Jes¨²s, personas de confianza y disc¨ªpulas que estuvieron con ¨¦l hasta el trance m¨¢s dram¨¢tico de la crucifixi¨®n, cuando los seguidores varones lo abandonaron.
En el movimiento de Jes¨²s las mujeres recuperaron la dignidad, la ciudadan¨ªa, la autoridad moral y la libertad que les negaban tanto el Imperio Romano como la religi¨®n jud¨ªa. Eran reconocidas como sujetos religiosos y morales sin necesidad de la mediaci¨®n o dependencia patriarcal. Un ejemplo es Mar¨ªa Magdalena, figura para el mito, la leyenda y la historia, e icono en la lucha por la emancipaci¨®n de las mujeres.
A ella apelan tanto los movimientos feministas laicos como las teolog¨ªas desde la perspectiva de g¨¦nero, que la consideran un eslab¨®n fundamental en la construcci¨®n de una sociedad igualitaria y respetuosa de la diferencia. Mar¨ªa Magdalena responde, creo, al perfil que Virginia Woolf traza de Ethel Smyth: ¡°Pertenece a la raza de las pioneras, de las que van abriendo camino. Ha ido por delante, y talado ¨¢rboles, y barrenado rocas, y construido puentes, y as¨ª ha ido abriendo camino para las que van llegando tras ella¡±.
Las mujeres fueron las primeras personas que vivieron la experiencia de la resurrecci¨®n, mientras que los disc¨ªpulos varones se mostraron incr¨¦dulos al principio. Es esta experiencia la que dio origen a la Iglesia cristiana. Raz¨®n de m¨¢s para afirmar que sin ellas no existir¨ªa el cristianismo. No pocas de las dirigentes de las comunidades fundadas por Pablo de Tarso eran mujeres, conforme al principio que ¨¦l mismo estableci¨® en la Carta a los G¨¢latas: ¡°Ya no hay m¨¢s jud¨ªo ni griego, esclavo ni libre, var¨®n o hembra¡±.
Sin embargo, pronto cambiaron las cosas. Pedro, los ap¨®stoles y sus sucesores, el papa y los obispos, se apropiaron de las llaves del reino, se hicieron con el poder y la gloria, mientras que a las mujeres les impusieron el velo, el silencio y la clausura monacal o dom¨¦stica. ?Cu¨¢ndo se reparar¨¢ tama?a injusticia para con las mujeres en el cristianismo? Habr¨ªa que volver a los or¨ªgenes, m¨¢s en sinton¨ªa con los movimientos de emancipaci¨®n que con las Iglesias cristianas de hoy, cuestionar la primac¨ªa de Pedro, recuperar el cristianismo inclusivo del comienzo y crear nuevas alianzas. Jes¨²s Nazaret, Mar¨ªa Magdalena, Cristina de Pisan, Virginia Woolf, los movimientos feministas y la teolog¨ªa feminista caminan en direcci¨®n similar.
Juan Jos¨¦ Tamayo es miembro del Comit¨¦ Cient¨ªfico del Instituto Universitario de Estudios de G¨¦nero de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de Cincuenta intelectuales para una conciencia cr¨ªtica (Fragmenta, Barcelona, 2013).
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