Bueno y malo

Cog¨ª la entrada del cine y entr¨¦ para hacer tiempo en una tienda de muebles. Al fondo del establecimiento, un tipo le¨ªa un peri¨®dico atrasado. Se incorpor¨® al verme pregunt¨¢ndome si pod¨ªa ayudarme. Estoy echando un ojo, dije. Pero deb¨ªa de llevar un siglo sin hablar con otro ser humano, de modo que se peg¨® a m¨ª y me inform¨® a la fuerza de que solo se vend¨ªan sof¨¢s, por la crisis. Sof¨¢s para sentarse a ver la tele, dijo. Pregunt¨¦, por preguntar, qu¨¦ era lo que la gente ve¨ªa en la tele. Lo que haya, dijo, lo importante es que se vea con mucha definici¨®n, que parezca que tienes al locutor dentro de casa. Pregunt¨® si yo prefer¨ªa ver una pel¨ªcula mala en una buena tele o una buena en una tele mala. Intu¨ª que la respuesta correcta era la primera, pero me apunt¨¦ por rebeld¨ªa a la segunda. Dedujo que yo ten¨ªa una tele buena. Y seguramente un buen sof¨¢, a?adi¨®. No puedo quejarme, dije, sin m¨¢s precisiones. Mientras recorr¨ªamos el pasillo central de la tienda, que parec¨ªa la calle de una ciudad reci¨¦n bombardeada, insisti¨® en que era preferible ver un telediario lleno de malas noticias desde un buen sof¨¢ que uno de buenas noticias desde un sof¨¢ inc¨®modo. Siempre ten¨ªa que haber algo malo, cuando no era el sof¨¢ era la tele. No conceb¨ªa que dos cosas funcionasen bien al mismo tiempo. Se lo se?al¨¦ y confes¨® que s¨ª, y que prefer¨ªa comer mal y digerir bien que comer bien y digerir mal. Luego me recomend¨® un sof¨¢ alto, con una tapicer¨ªa estampada, de flores, que recog¨ªa muy bien los ri?ones. Le dije, por decir, que lo que yo necesitaba era un sof¨¢ cama. Por lo visto, los ten¨ªa estupendos, pero los que resultaban c¨®modos para sentarse eran horribles para dormir y viceversa. Me desped¨ª y entr¨¦ en el cine. La peli era buena, pero ten¨ªa un tipo al lado comiendo palomitas. Creo que habr¨ªa preferido una mala sin el tipo de al lado.