Un pensamiento vivo
Ni se ha encerrado a complacerse con su mitolog¨ªa ni a prolongar ning¨²n tipo de virtuosismo: F¨¦lix de Az¨²a sigue trabajando en una tradici¨®n abierta, disconforme, tratando de ver algo en medio de la actual oscuridad
En las conversaciones que habitualmente mantenemos un grupo de amigos pertenecientes a la misma generaci¨®n ¡ªnacidos y educados en la democracia¡ª y concernidos todav¨ªa por asuntos literarios y de pensamiento, a menudo, cuando nos preguntamos acerca de nuestras influencias, acabamos citando el nombre de F¨¦lix de Az¨²a y nos percatamos de que ya llevamos unos 20 a?os ley¨¦ndolo y manteniendo con su obra un di¨¢logo tenso, cuya continuidad resulta llamativa, sobre todo cuando caemos en la cuenta de que muchas otras voces que hab¨ªan sido tan importantes como la suya han enmudecido sin apenas dejar huella.
A la pregunta de por qu¨¦ ha sido tan decisivo, instintivamente contestamos con la obviedad de que es, claro, un escritor excelente, el mejor entre sus coet¨¢neos, pero luego nos quedamos enseguida con la sensaci¨®n de que la respuesta no es del todo satisfactoria, de que nos cuesta identificar la procedencia de su impacto, prueba a su vez de que se trata de un influjo a¨²n operante.
Quiz¨¢, para empezar a ordenarnos, habr¨ªa que decir que Az¨²a ha sido para nosotros el enlace con la generaci¨®n del cincuenta, que se va consolidando como el movimiento literario y cr¨ªtico m¨¢s s¨®lido, audaz y estimulante que ha conocido el siglo XX espa?ol, aunque no sea por las razones com¨²nmente aducidas. La mayor¨ªa de sus miembros, adem¨¢s, murieron demasiado pronto, algo que supuso el cese de un estado de discusi¨®n ¡ªentre ellos, sus disc¨ªpulos y la sociedad en general¡ª que ha sido mucho m¨¢s dram¨¢tico de lo que parec¨ªa, a la luz de la imparable banalizaci¨®n del debate p¨²blico en este pa¨ªs. Hay algo de la lucidez te¨®rica de Gabriel Ferrater, de la asimilaci¨®n angl¨®fila de Jaime Gil de Biedma, incluso del gusto de Carlos Barral por determinadas latitudes de la prosa francesa y, por supuesto, de la especulaci¨®n ensay¨ªstica y la ambici¨®n de estilo de Juan Benet (otro escritor cuya herencia nunca termina de aclararse con sosiego y siempre termina dirimi¨¦ndose o bien a gritos o con la reiteraci¨®n de an¨¦cdotas) que sigue respirando en la genealog¨ªa intelectual de Az¨²a, sin olvidar los insoslayables referentes de Agust¨ªn Garc¨ªa Calvo y de Rafael S¨¢nchez Ferlosio.
Su talento se ha sentido inc¨®modo e impaciente en todos los g¨¦neros, salvo en el ensayo
Se nos presenta luego otro problema relativo a cierto eclecticismo de su obra que nos impide muchas veces inclinarnos por un t¨ªtulo concreto y que sumerge las preferencias en una corriente subterr¨¢nea que engolfa toda su producci¨®n. Quiz¨¢ ello se deba a que su talento se ha sentido inc¨®modo y algo impaciente en todos los g¨¦neros que ha cultivado salvo en el ensayo, donde por otra parte ha sabido integrar las lecciones aprendidas en la poes¨ªa y la novela. El novelista Gonzalo Torn¨¦ suele decir, por ejemplo, que el caso de Az¨²a es el de una inteligencia en busca de g¨¦nero y propone el Diccionario de las artes como obra en la que mejor se articula su amplio campo de trabajo. Tal vez acierte, pero la verdad es que cuesta mucho sustraerse, en ese sentido, a la contundencia y la persuasi¨®n de los ¨²ltimos libros que ha venido publicando y que abren una particular¨ªsima indagaci¨®n en el legado art¨ªstico y literario de Occidente. Son Autobiograf¨ªa sin vida y Autobiograf¨ªa de papel, que no tienen, por supuesto, nada de confesional, sino que, de un modo muy eliotiano, huyen de la an¨¦cdota y la emoci¨®n personales para explorar un conjunto de ideas, im¨¢genes y textos que han venido informando la cultura europea desde el romanticismo. Hay ah¨ª un desaf¨ªo y un reto interpretativo que ped¨ªa una esgrima que por desgracia no ha encontrado, m¨¢s all¨¢ de los rutinarios parabienes con los que se ha esclerotizado la cr¨ªtica de este pa¨ªs.
En Autobiograf¨ªa sin vida no est¨¢ solo la mejor prosa que se ha escrito en espa?ol desde Benet, sino que al mismo tiempo hay pasajes de intensidad poem¨¢tica ¡ªque no l¨ªrica¡ª comparables a algunos excursos de la m¨¢s alta poes¨ªa meditativa inglesa y que parecen concebidos precisamente como reflexi¨®n paralela sobre la ausencia de ese estado del pensamiento en la propia tradici¨®n. Adem¨¢s de eso, en el libro se intenta algo de enorme alcance, nada menos que una reconsideraci¨®n de la historia del arte ¡ªtal y como se concibe y se practica a partir del romanticismo¡ª desde la pintura rupestre hasta los ¨²ltimos estertores de la vanguardia. El esfuerzo por romper las constricciones del historicismo y acabar con el relato oficial es tan desmesurado que se comprende el silencio que se ha hecho a su alrededor. L¨¦ase, por ejemplo, el cap¨ªtulo titulado ?ltimos demonios sueltos, dedicado a Goya, y se comprobar¨¢ hasta qu¨¦ punto su ojo no descansa ni un solo momento, no se permite ni una sola distracci¨®n, ni un solo t¨®pico, mientras trata de verbalizar las motivaciones del grabador que registra cad¨¢veres. Y ya que pasamos por aqu¨ª, habr¨ªa que pedirle que alg¨²n d¨ªa dedicara un largo ensayo narrativo al pintor aragon¨¦s. Solo tendr¨ªa que tirar del hilo de esas p¨¢ginas.
Algunas veces se oye hablar de F¨¦lix de Az¨²a como de alguien pesimista y exagerado, por muchas de las conclusiones a las que llega en sus art¨ªculos con respecto al acabamiento del arte, de la literatura, de la filosof¨ªa, del periodismo o de las ideolog¨ªas. Y lo cierto es que si uno se agota en ese epitafio no le queda m¨¢s remedio ¡ªsobre todo si es novelista, pintor o comisario pol¨ªtico¡ª que reaccionar con displicencia. Pero la verdad es que, como ocurre tambi¨¦n con Benet, importa mucho m¨¢s la traves¨ªa que la arribada a puerto. Las reflexiones que expone en Autobiograf¨ªa de papel, sobre la relaci¨®n que su generaci¨®n mantuvo con los g¨¦neros, pueden resultar, para el poeta o el novelista contempor¨¢neos, m¨¢s seminales e inspiradoras que la enternecedora repetici¨®n de un modelo exhausto; adem¨¢s de ser, en lo que a su propia obra se refiere, de una honestidad ins¨®lita. Lo interesante es advertir que la idea del acabamiento no es una conclusi¨®n sino un punto de vista que pone en fuga un m¨¦todo hermen¨¦utico.
No es menor el peso de su actitud c¨ªvica, con la denuncia de los abusos del nacionalismo
Entre las razones de su principal¨ªa, por utilizar una palabra vieja pero exacta, no es menor la que tiene que ver con su actitud c¨ªvica, con la denuncia que ha hecho siempre, en concreto, de los abusos del nacionalismo, desde las primeras horas de la democracia, adem¨¢s, cuando no era tan f¨¢cil. Su art¨ªculo Barcelona es el ¡®Titanic¡¯ tiene m¨¢s de 30 a?os y no es que siga vigente sino que se ha quedado muy corto en lo que respecta al embrutecimiento y la manipulaci¨®n con que esos ¡°fer¨®sticos embarretinados¡± de los que hablaba entonces est¨¢n destruyendo la ciudad, controlada por un alcalde que se dedica a financiar a la Generalitat, despreciar a los ciudadanos y convertir la idea de cultura urbana en poco m¨¢s que una visita guiada al antiguo mercado del Borne, donde hay unas famosas ruinas de 1714. S¨ª, despu¨¦s de Cristo. Al final ha terminado por mudarse a Madrid, d¨¢ndonos una excusa inmejorable para visitar con m¨¢s frecuencia la capital.
Quiz¨¢, despu¨¦s de todo, esa constante presencia de Az¨²a en nuestras conversaciones se deba al hecho de que no se ha encerrado a complacerse con su mitolog¨ªa ni a prolongar gratuitamente un virtuosismo, sino que trabaja en una tradici¨®n abierta, disconforme, situando su imaginaci¨®n al final de una era para tratar de ver algo todav¨ªa, esforz¨¢ndose para que su pensamiento siga vivo. Y es que F¨¦lix de Az¨²a es sobre todo un maestro del seminario, del di¨¢logo como esencia humanizadora, lo mismo que Garc¨ªa Calvo, Benet, Gil de Biedma o, de un modo radical, su amigo Ferr¨¢n Lobo. Tiene adem¨¢s la virtud, muy rara entre nuestros mayores, de saber escuchar, aunque sea con esa sonrisa incipiente, un si es no es incr¨¦dula y esc¨¦ptica, previa al asalto con que va a obligarnos a reformular nuestros argumentos m¨¢s d¨¦biles.
En una ¨¦poca de descr¨¦dito de las humanidades y por tanto de la idea de transmisi¨®n impl¨ªcita en ellas, creemos m¨¢s importante que nunca reconocer p¨²blicamente a aquellos que nos han hecho mejores ciudadanos. Por ello le damos las gracias y solicitamos seguir aprendiendo de su obra en marcha, a?adiendo, en un d¨ªa especialmente festivo y como quien no quiere la cosa: goza por muchos a?os, s¨¦ feliz todav¨ªa.
Andreu Jaume es editor y cr¨ªtico.
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