A las barricadas
?La democracia est¨¢ en crisis? Por supuesto, pero lo que no est¨¢ en crisis est¨¢ muerto
Reconozc¨¢moslo: esto no funciona. Todos los estudios dicen que cada vez hay m¨¢s partidarios de la democracia en abstracto, pero cada vez menos adeptos a ella en concreto, y que, aunque los ciudadanos valoran cada vez m¨¢s la pol¨ªtica, cada vez se f¨ªan menos de los pol¨ªticos, quiz¨¢ porque sienten que son ellos y no los pol¨ªticos quienes deben tomar las decisiones. ?La democracia est¨¢ en crisis? Por supuesto, pero eso no tiene por qu¨¦ ser malo: crisis significa cambio, as¨ª que lo que no est¨¢ en crisis est¨¢ muerto. La democracia perfecta no existe; mejor dicho: la democracia perfecta es una dictadura (la democracia org¨¢nica de Franco, la democracia popular de Castro); mejor dicho a¨²n: la ¨²nica democracia perfecta que no es una dictadura es una democracia imperfecta, pero infinitamente perfectible. ¡°Quien no est¨¢ ocupado en nacer est¨¢ ocupado en morir¡±, dice Bob Dylan; lo mismo ocurre con la democracia: como es un sistema din¨¢mico, si no mejora, empeora. Y ese es el verdadero problema: que en Espa?a, pero no s¨®lo en Espa?a, desde hace a?os la democracia no deja de empeorar, de manera que ahora mismo parece agonizante. ?Qu¨¦ hacer?
Lo que se ha hecho siempre: la revoluci¨®n. Pero, para nosotros los chiflados de la democracia, s¨®lo se puede revolucionar la democracia con m¨¢s democracia. La pregunta es c¨®mo conseguirlo; la respuesta no es f¨¢cil. David Van Reybrouck tiene una. En Contra las elecciones, un libro reci¨¦n traducido del flamenco al franc¨¦s, Van Reybrouck parte de una constataci¨®n (estamos destruyendo la democracia limit¨¢ndola a las elecciones) y de un proverbio africano (¡°Todo lo que haces para m¨ª, pero sin m¨ª, lo haces contra m¨ª¡±) a fin de recuperar un noble y sensat¨ªsimo ideal aristot¨¦lico: el de que todos seamos a la vez gobernantes y gobernados. La menci¨®n de Arist¨®teles es pertinente; recogiendo las propuestas de algunos polit¨®logos y las aspiraciones de movimientos como el 15-M u Occupy Wall Street, pero no su autocomplacencia ni su demagogia, Van Reybrouck preconiza un retorno al origen de la democracia: la elecci¨®n por sorteo de los representantes pol¨ªticos, que conoci¨® su apogeo en la Atenas cl¨¢sica. Antes de poner el grito en el cielo o de re¨ªrse de la propuesta ¨Ctoda idea revolucionaria provoca al principio esc¨¢ndalo o burla¨C, reflexionen un momento: piensen que ya confiamos en este sistema para administrar la justicia; piensen que, aunque es cierto que el sorteo podr¨ªa dotar de poder legislativo a un incompetente o un malvado, la democracia consiste precisamente en que tambi¨¦n los incompetentes y los malvados tienen poder, puesto que votan, y que los argumentos contra la elecci¨®n por sorteo son parecidos o id¨¦nticos a los que se esgrim¨ªan contra el voto de las mujeres o el de los obreros y los campesinos, sin contar con que tambi¨¦n hay incompetentes y malvados entre nuestros pol¨ªticos electos. Sobra decir que no se tratar¨ªa de elegir por sorteo, digamos, al presidente del Gobierno (Van Reybrouck no es Borges y su libro no es La loter¨ªa en Babilonia); tampoco se trata de suprimir de golpe los partidos pol¨ªticos ni a los pol¨ªticos elegidos en elecciones, sino de que convivan con pol¨ªticos elegidos por sorteo, por ejemplo a trav¨¦s de un sistema bicameral que permitiera la repartici¨®n de funciones y responsabilidades entre unos y otros. En resumen: se tratar¨ªa de abrir, de una manera prudente y progresiva, la gobernanza a los gobernados, para hacer de la democracia un sistema m¨¢s leg¨ªtimo y m¨¢s eficaz, para tener un Gobierno del pueblo y para el pueblo, pero tambi¨¦n por el pueblo.
No s¨¦ qu¨¦ opinar¨¢n ustedes, pero yo creo que, a pesar de los problemas que plantea la idea de Van Reybrouck, merece la pena reflexionar sobre ella. Sea como sea, en una cosa convendremos que lleva raz¨®n el escritor belga: a la vista del incremento del abstencionismo, de la deserci¨®n de los militantes de los partidos, del descr¨¦dito y la ineficacia crecientes de los pol¨ªticos, del ascenso del populismo, la tecnocracia y el antiparlamentarismo, del creciente n¨²mero de ciudadanos que aspiran en vano a la participaci¨®n en pol¨ªtica, el tiempo se est¨¢ agotando. O montamos de inmediato una revoluci¨®n democr¨¢tica o nos la montan. Pero si nos la montan, no ser¨¢ democr¨¢tica: ser¨¢ de las otras; es decir: no ser¨¢ una revoluci¨®n.
elpaissemanal@elpais.es
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