El peso de llamarse Mandela
En el nombre de su abuelo, Ndaba ha iniciado su cruzada africana El primero en hacerle justicia al patriarca habla de la gran promesa de su continente y de la bronca familiar. Imagen de una marca de gafas catalana, ¨¦l ha tomado el relevo
Ndaba Mandela, el cuarto de los nietos de Nelson Mandela, habla como su abuelo, todo aplomo, convicci¨®n, gravedad (y el punto justo de chuler¨ªa). ¡°Somos un mercado de m¨¢s de mil millones de consumidores. Tenemos la poblaci¨®n m¨¢s joven del mundo, con el 70% por debajo de los 40 a?os. Las grandes corporaciones ya nos han echado el ojo, China nos busca para invertir porque Europa y Am¨¦rica envejecen. C¨®mo vas a negarme que ?frica est¨¢ creciendo¡±, le espeta al periodista descre¨ªdo, que no puede evitar reparar en la calidad del moderno traje marino de su interlocutor. Tiene la planta de Jay-Z, la elegancia de Sean Combs, la arrogancia de Kanye West, pero, sobre todo, el carisma de su oupa Madiba. A ver qui¨¦n le tose.
?Nuevo l¨ªder social africano a la vista? ¡°No, no. Yo solo soy el tipo que les da a los j¨®venes una plataforma para que se escuche su voz, ya sea en el arte, la tecnolog¨ªa, la gastronom¨ªa, la moda¡ El destino de los africanos est¨¢ en sus propias manos. Si quieren que los lidere, entonces lo har¨¦, pero son ellos los que tienen que decirlo¡±.
No es mala aspiraci¨®n para el que fuera un cr¨ªo que deseaba hacerse mayor para ir a la c¨¢rcel como su abuelo. ¡°?Qu¨¦ diablos, ¨¦l viv¨ªa como un rey y en mi casa ni siquiera ten¨ªamos piscina!¡±, rememora con su risa grave. Nieto y abuelo se conocieron a principios de 1990; ¨¦l apenas ten¨ªa 7 a?os y, a sus 71, el padre de la Sud¨¢frica democr¨¢tica ya contaba las horas para su libertad en aquella casita con jard¨ªn y piscina de la penitenciar¨ªa Victor Verster de Paarl. No, nunca hubo barrotes entre ellos. De las penurias en Robben Island (¡°Aqu¨ª es donde vas a morir¡±, le dijeron al recluso n¨²mero 466 que ingresaba en la isla-prisi¨®n en 1964) y Pollsmoor, el chico no sabr¨ªa hasta mucho despu¨¦s. Incluso en eso fue magn¨¢nimo Madiba, que le ahorr¨® los malos recuerdos, dice Ndaba.
¡°Me presionaba para ser el mejor. ¡®Eres mi nieto, la gente se fijar¨¢ en ti¡¯, dec¨ªa¡±
Segundo reto?o de Makgatho ¡ªel segundo hijo del primer matrimonio de Nelson con Evelyn Mase¡ª, Ndaba (Johanesburgo, 1983) es en realidad el primero de los herederos en hacerle justicia al apellido del patriarca de tan vasta dinast¨ªa. Al difunto presidente le sobreviven dos de sus tres esposas, cuatro de sus seis hijos, 17 nietos y 12 de sus 14 bisnietos, una mel¨¦ familiar de mucho cuidado, campo minado de tensiones y rencillas. ¡°Es lo que pasa cuando alguien se casa y se divorcia tres veces. Las mujeres quieren que los hijos de cada uno de los matrimonios sean considerados los leg¨ªtimos, pelean por su propio espacio, y esas luchas se trasladan a los ni?os¡±, concede el niet¨ªsimo, que exculpa enseguida a su abuelo: ¡°La divisi¨®n en nuestra familia era, es, real, pero fueron sus esposas [Evelyn, Winnie Madikizela y Gra?a Machel] quienes quiz¨¢ la propiciaron, no ¨¦l¡±.
He aqu¨ª el quid de la cuesti¨®n, recacareada por sus descendientes: como padre de la patria, Nelson Mandela fue sobresaliente; como padre de familia, un fracaso. Lo certifica Ndaba: ¡°En nuestra cultura, la familia es lo m¨¢s importante, y yo vi c¨®mo la dedicaci¨®n de mi abuelo a la pol¨ªtica le afectaba negativamente en ese sentido. Estaba disponible para todo el mundo menos para sus hijos. Cierto que las cosas han cambiado, que la situaci¨®n del pa¨ªs es otra y hoy se puede compaginar pol¨ªtica y familia sin mayor problema. Pero la lucha interna sigue estando ah¨ª. En mi caso, el reto en este nuevo r¨¦gimen de consumismo, de capitalismo, en el que uno quiere mansiones, coches, lo ¨²ltimo en moda, ser guay y encajar, pasa por contribuir al progreso de mi gente, devolverle lo que me ha dado. Y eso es algo que no puedo decir que haya elegido yo¡±. El emprendedor/empresario cool, que en febrero entraba al fin en pol¨ªtica como consejero del ala m¨¢s joven del Congreso Nacional Africano (ANC, por sus siglas en ingl¨¦s, el partido de su abuelo, en el actual Gobierno sudafricano), se refiere a que abrazar el legado de Mandela fue cuesti¨®n de responsabilidad: ¡°Tengo que decir que el m¨ªo era un entorno privilegiado. Y por eso Madiba me presionaba tanto, para ser el mejor en todo. ¡®Eres mi nieto, la gente se fijar¨¢ en ti¡¯, me dec¨ªa. Le gustaba la disciplina y, quiz¨¢ por eso, pon¨ªa mucha distancia entre ¨¦l y sus hijos y nietos. Lo curioso es que yo nunca supe muy bien a qu¨¦ quer¨ªa dedicarme. Empec¨¦ Psicolog¨ªa, pero no me gustaba ir a clase, as¨ª que suspend¨ªa y acabaron ech¨¢ndome. Mi primo Kweku me anim¨® entonces a probar con Ciencias Pol¨ªticas y result¨® [se gradu¨® en la Universidad de Pretoria], aunque no lo vi claro hasta que tuve la oportunidad de viajar al extranjero con mi abuelo, en 2009: me di cuenta de lo poco o nada que sab¨ªa de nosotros, de ?frica, toda aquella gente importante que conoc¨ª. As¨ª empez¨® mi viaje¡±.
Emprendedor social ¡ªcomo le gusta presentarse¡ª y fil¨¢ntropo, Ndaba comparece reci¨¦n proclamado uno de los 28 ic¨®nicos ¡°hombres del cambio 2014¡± por la cadena estadounidense Black Entertainment Television y como vicepresidente del Pan African Youth Council, pero los t¨ªtulos, dice, no son nada sin una misi¨®n. La suya: que sus paisanos crean al fin en el ¡°sue?o africano¡± inspirado por Mandela. Encauzada la pol¨ªtica, contribuye a la revoluci¨®n econ¨®mica desde su fundaci¨®n Africa Rising, que cre¨® en 2009 con su primo Kweku Mandela Amuah. En su agenda: desde programas educacionales en zonas rurales hasta las campa?as medi¨¢ticas para fomentar el di¨¢logo entre pa¨ªses, e incluso una red social, Mandela.is. Buscando la m¨¢xima visibilidad, acaba de asociarse con la firma ¨®ptica catalana Etnia Barcelona, que donar¨¢ el 5% de los beneficios de las ventas de su nueva colecci¨®n de gafas de sol, Wild Love in Africa, a la fundaci¨®n. El laureado fotorreportero de National Geographic Steve McCurry se ha ocupado de las im¨¢genes de la campa?a, fotografiada en la reserva sudafricana de Lindbergh Lodge. ¡°Con esta colaboraci¨®n se nos presentaba la ocasi¨®n perfecta para demostrar c¨®mo se hacen las cosas, adem¨¢s de ser una manera de ense?ar nuestro continente y de inspirar a los inversores¡±, explica. Orgullo, historia y herencia son palabras recurrentes en su discurso.
La inmensa fortuna de la familia del hombre que con su lucha dio carta de naturaleza a una Sud¨¢frica libre y moderna, amasada en las pasadas dos d¨¦cadas merced a sus inversiones en dos centenares de empresas que operan en sectores de lo m¨¢s dispares (inmobiliaria, ferrocarril, miner¨ªa, farmacia, moda, ocio), est¨¢ oculta en una red compuesta por al menos una veintena de entidades financieras tramadas por el exabogado familiar. Algunas de estas entidades figuran adem¨¢s como propietarias de lujosos inmuebles en los barrios m¨¢s exclusivos de Johanesburgo. S¨²mesele a todo eso el continuo cruce de acusaciones entre los miembros de la familia en los ¨²ltimos dos a?os ¡ªque si t¨² eres hijo ileg¨ªtimo, que si tus hijos tambi¨¦n y si no que se lo pregunten a tu ch¨®fer, que si t¨² no tienes derecho para explotar el apellido Mandela, que si t¨² eres un drogadicto¡¡ª y tendremos el esc¨¢ndalo servido. En el centro de la pol¨¦mica, siempre, Mandla Mandela, el d¨ªscolo hermano (o hermanastro, seg¨²n) mayor de Ndaba. ¡°El nuestro es un clan de jefes, de se?ores. Somos mediadores, consejeros, y nuestra labor es mantener las relaciones entre las familias de nuestra comunidad. Mi abuelo nos ense?¨® a hacerlo de igual a igual. De ¨¦l aprendimos a no juzgar a nadie por su condici¨®n, por su origen o por su aspecto. Desgraciadamente, algunas personas como mi hermano se creen mejores o m¨¢s importantes que los dem¨¢s. Todos nos alegramos por ¨¦l cuando acept¨® la jefatura de los Xosha [la tribu a la que pertenece la familia], hasta que, cinco a?os m¨¢s tarde, descubrimos que lo hab¨ªa hecho por las razones equivocadas. El a?o pasado colm¨® nuestra paciencia al trasladar sin permiso a su feudo de Mvezo los cuerpos de varios familiares fallecidos que estaban enterrados en la casa familiar de Qunu. Ese es mi hermano, el que quiere ser l¨ªder del clan, pero que no lo respeta. No sabe lo que significa ser l¨ªder, no sabe que para ser jefe debes aconsejar en inter¨¦s del bien com¨²n, no del tuyo propio. Mi t¨ªa Makaziwe, con mis otros hermanos y yo, terminamos denunci¨¢ndolo y fue condenado a devolver los restos a su lugar original. Espero que haya aprendido la lecci¨®n¡±, cuenta sin alterarse.
Ahora que la familia se ha hecho cargo de la situaci¨®n, solo queda por dilucidar si procede la explotaci¨®n comercial de la marca Mandela. ?Glamurizaci¨®n del nombre o expolio de mal gusto? Ndaba sabe c¨®mo darle la vuelta a la amarga tortilla: ¡°?Y por qu¨¦ no solo a?adirle valor al nombre? Hay una cosa que la gente no entiende: en el pasado, muchos han querido hacer dinero a costa del apellido Mandela, dejando al margen a la familia. Y ahora que el clan tiene la sart¨¦n por el mango, se nos mira con suspicacia. ?Por qu¨¦ los extra?os pueden sacar provecho econ¨®mico y los propios no? La familia ha sufrido muchos a?os por esto. Yo creo que mientras no se desvirt¨²e el mensaje de mi abuelo, no hay problema. Odiar¨ªa que Mandela fuera el nuevo Che Guevara, una camiseta sin significado¡±.
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