?Realismo m¨¢gico o mago del realismo?
Gabo y Cervantes fueron descubridores de su tiempo desde el borde de la realidad
Con la partida de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez se va tambi¨¦n un pedazo de nuestras vidas. Pero se marcha tambi¨¦n un mago, aquel que marc¨® el devenir de nuestra generaci¨®n cuando nos dej¨® alucinados en aquel 1967 con su Cien A?os de Soledad.Y desde all¨ª sigui¨® la secuencia de relatos de un verdadero descubridor de nuestra Am¨¦rica Latina.
En todas sus novelas dej¨® el sello del as¨ª llamado realismo m¨¢gico. Sin embargo, como dijo m¨¢s de una vez, lo que hace es describir la realidad, pero ocurre que esta realidad nuestra es sorprendente y compleja de aprehender. Y all¨ª Garc¨ªa M¨¢rquez devino en ser el verdadero mago, capaz de entender esta extra?a realidad latinoamericana. Un mago que descubre sus misterios y sus trasfondos y los transforma en palabras, en letras, en escritura. Y cuando esa realidad persist¨ªa en sus semisombras, ¨¦l supo colocar la palabra y el verbo capaz de convertirla en conciencia e identidad de un continente.
Fui testigo de un acto de magia, en una cena inolvidable del a?o 1998 en la Feria del Libro en Guadalajara junto a Carlos Fuentes, Belisario Betancourt y Jes¨²s Polanco, entre otros. Y all¨ª, en la conversaci¨®n, Garc¨ªa M¨¢rquez cuenta que siempre al terminar sus novelas tiene un amigo que lee el borrador final y que le da su opini¨®n. Y que cuando un amigo ley¨® el borrador final de El general en su laberinto, esta descripci¨®n magistral en que el mago extrae el alma misma de lo que siente Bol¨ªvar en sus d¨ªas finales derrotado y abandonado. All¨ª, como todos sabemos, describe a Bol¨ªvar comiendo solo en una casa de campo muy antigua, a la espera del barco que lo llevar¨ªa por el r¨ªo Magdalena hasta el mar. Termina la comida y siente que no podr¨¢ dormir por las mil ideas que le pasan por la cabeza. Sale al patio y empieza a dar grandes zancadas meditando en su infortunio. Hay una hermosa higuera y, de repente, al medio de las ramas de aquel ¨¢rbol aparece una hermosa luna llena.
Cuando el amigo llega a esta parte del texto le pregunta: ¡°Gabo, ?qui¨¦n te dijo que esa noche hab¨ªa luna llena?¡±. Y seg¨²n se cuenta, Garc¨ªa M¨¢rquez responde: ¡°?Qui¨¦n me puede negar que hab¨ªa luna llena?¡± Y el amigo le dice: ¡°Gabo, en muchas cosas tu eres muy ignorante. Tu no sabes acaso que desde el Observatorio Astron¨®mico de Greenwich, en Inglaterra, el observatorio de Su Majestad brit¨¢nica, saben exactamente qu¨¦ luna hab¨ªa en cada d¨ªa de la humanidad¡±. Y el escritor pregunta: ¡°?Y que quieres que haga entonces?¡± ¡°?Escr¨ªbele al observatorio!¡± Y el Gabo sigui¨® el consejo de su amigo y escribi¨® para preguntar qu¨¦ luna hab¨ªa tal d¨ªa.
Garc¨ªa M¨¢rquez hizo que Am¨¦rica Latina avanzara hacia una identidad propia
A esas alturas del cuento, Garc¨ªa M¨¢rquez ten¨ªa la atenci¨®n completa de los comensales. ¡°Y entonces¡±, nos dice, ¡°yo parec¨ªa un enamorado esperando la respuesta de su amor. Todos los d¨ªas miraba por la ventana el momento en que llegaba el cartero. Lo ve¨ªa entrar y dejar las cartas, y bajaba corriendo a mirarlas y no hab¨ªa respuesta. Pasaron cuarenta d¨ªas y yo expectante sin saber si habr¨ªa respuesta. Grande fue mi sorpresa cuando, luego de tanto tiempo, llega el cartero con una carta del Observatorio Astron¨®mico de Greenwich¡±. Y nos cuenta, para mantener tal vez la atenci¨®n de la audiencia, que dej¨® el sobre en la mesa sin abrirlo. Y luego de un rato tom¨® la decisi¨®n y ley¨® la respuesta: no pod¨ªa creerlo, ese d¨ªa hubo luna llena.
Por eso digo que Gabo era mago. Pudo haber puesto que ese d¨ªa no hab¨ªa luna y el general Bol¨ªvar se habr¨ªa deprimido m¨¢s todav¨ªa en esta noche oscura. Pero ¨¦l intuy¨® que a¨²n en las circunstancias m¨¢s duras de la vida, el ser humano necesita un poco de esperanza. Y el borde de lo posible suele ir, sorprendentemente, un poco m¨¢s all¨¢.
Somos muchos que, al igual que el inicio de El Quijote, recordamos como comienza Cien A?os de Soledad: ¡°Muchos a?os despu¨¦s, frente al pelot¨®n de fusilamiento, el coronel Aureliano Buend¨ªa hab¨ªa de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llev¨® a conocer el hielo¡±. S¨ª, es l¨®gico sentir que hay un algo com¨²n con las primeras palabras del texto fundacional de Cervantes: ¡°En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que viv¨ªa un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, roc¨ªn flaco y galgo corredor¡±. Hay all¨ª una similitud de comienzos, de alborada cultural. Garc¨ªa Marquez y Miguel de Cervantes fueron descubridores de su tiempo hablando desde el borde la realidad. Es que tal vez Cervantes, a su modo, tambi¨¦n fue mago: imagin¨® a don Quijote embistiendo contra molinos de viento. ?Acaso no es aquella una gran met¨¢fora que llega hasta nuestros d¨ªas, cuando hay afanes por cambiar la realidad y hacerla m¨¢s justa? ?Y en aquella primera frase de Garc¨ªa M¨¢rquez no est¨¢ la fuerza de la memoria rescatando lo esencial del paso por la vida?
Este gigante que se va, nos deja un testimonio: Am¨¦rica Latina, con sus 200 a?os de vida independiente, emerge con sus dolores y sus ¨¦xitos, con sus miserias humanas y sus actos de hero¨ªsmo, con las dificultades y su persistencia en apostar por el futuro, porque escritores, pintores, escultores, m¨²sicos han sabido reflejar la imaginaci¨®n desbordante de una sociedad viva. Garc¨ªa M¨¢rquez hizo que Am¨¦rica Latina avanzara hacia una identidad propia, para hablar en un mundo cada vez m¨¢s global.
Ricardo Lagos fue presidente de Chile entre 2000 y 2006.
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