T¨² tambi¨¦n, Venecia
La idea secesionista de una 'Rep¨²blica V¨¦neta' insiste en el clich¨¦ del Sur par¨¢sito
En los a?os setenta, la regi¨®n italiana del V¨¦neto ten¨ªa una econom¨ªa predominantemente agraria, lo cual determinaba costumbres, disposiciones pol¨ªticas y hasta el car¨¢cter de sus habitantes. En el V¨¦neto rural se votaba mayoritariamente a la democracia cristiana, lo cual se compensaba con un voto m¨¢s a la izquierda de ciertas ciudades, como la propia Venecia con sus aleda?os industriales y portuarios de Marghera. En esa Venecia, de la que guardo personal recuerdo, el turismo a¨²n no hab¨ªa moldeado en exclusiva la actividad y el car¨¢cter de la ciudad; el ajetreo callejero era el usual de gentes que viv¨ªan y trabajaban en ella; las casas estaban efectivamente habitadas y no ocupadas por g¨¦lidas sombras de londinenses o japoneses, incentivados por el vacuo prestigio que supone, para su inversi¨®n inmobiliaria, la ciudad de los canales.
Por razones culturales, ling¨¹¨ªsticas e hist¨®ricas (empezando por la singularidad que supuso, hasta su divisi¨®n por Bonaparte, la Rep¨²blica de Venecia), el V¨¦neto pod¨ªa ya con toda legitimidad oponerse a cualquier vocaci¨®n uniformizadora por parte del tard¨ªo Estado italiano. Mas en ese V¨¦neto agrario salpicado de admirables ciudades, los problemas de la Italia meridional eran percibidos como diferentes, pero nunca ajenos, y ni siquiera disociables de los propios.
En los ¨²ltimos decenios, la regi¨®n ha experimentado una mutaci¨®n econ¨®mica, y su PIB, entonces uno de los m¨¢s bajos, ha pasado a ser el tercero de Italia. En consecuencia, de tierra de emigraci¨®n (tres millones de personas desde finales del XIX) ha venido a serlo de inmigraci¨®n, procedente del sur peninsular, pero asimismo del otro lado del Mediterr¨¢neo y de los denominados pa¨ªses del Este. Ello explica en parte la evoluci¨®n pol¨ªtica de sus siete provincias. En la d¨¦cada de los ochenta, ca¨ªdo el muro de Berl¨ªn, proliferan las formaciones que en la Italia septentrional desembocar¨ªan en la Lega Norte, de la cual es parte activa la Lega V¨¦neta. Uno de sus miembros, Luca Zaia, preside hoy la regi¨®n desde un palazzo emblem¨¢tico de Venecia. Una Venecia que Zaia ve en conflicto con esa otra ciudad-espejo que es Roma, la cual encarna, seg¨²n sus literales palabras, un ¡°r¨¦gimen desp¨®tico¡± al servicio de la Italia meridional, que Zaia no est¨¢ lejos de considerar intr¨ªnsecamente indigente, y solo susceptible de escapar a la miseria por su habilidad para el expolio del Norte, por supuesto.
En consecuencia, la formaci¨®n de Zaia propugna la secesi¨®n de la Rep¨²blica V¨¦neta, aunque de momento defiende el programa com¨²n de las formaciones de la Lega Norte: sobre todo, soberan¨ªa fiscal que acabe con el parasitismo meridional y leyes antiinmigratorias que pongan coto a la presencia for¨¢nea, asunto en el que sobresali¨®, en su etapa de ministro del Interior del Gobierno de Berlusconi, el hoy secretario general de la Lega, Roberto Maroni, soberanista del Norte, pero ducho en el arte de convencer a los despreciados meridionales de la conveniencia de obviar sus diferencias, aunando fuerzas en la tarea de asediar al inmigrante.
¡°No queremos seguir manteniendo al Sur¡±. Esta frase literal del presidente del llamado Partido de la Libertad en Holanda, ha podido o¨ªrse repetidas veces en boca de miembros de la Lega. Obviamente no se refieren al mismo Sur. Pues todo el mundo encuentra su sur en esta Europa donde el nacional es el ¨²nico frente que parece tolerable, confundidos en la causa tanto los ultranacionalistas de Estados constituidos, como los aspirantes a Estado propio. As¨ª, mientras el socialista m¨¢s popular de Francia incorpora, en lugar de combatir, argumentos de la xenofobia lepenista, los nacionalistas flamencos arremetan a la vez contra los inmigrantes y los valones, acusados de parasitismo. Y mientras irresponsables tertulianos jalean los prejuicios de muchos ciudadanos espa?oles contra la lengua catalana, en Catalu?a se hace un uso de la palabra misma Espa?a, hiriente sobre todo para los que, en palabras de Neruda, ¡°aquel momento de Espa?a desterr¨® a la sombra¡±. Por suerte, entre nosotros esta violencia simb¨®lica no ha sido canalizada contra colectivos for¨¢neos. No es el caso de la Italia septentrional, territorio de la Lega V¨¦neta incluido, de tal modo que un odio real se va cimentando sobre la Padania imaginaria.
Insistir en la rapi?a meridional? convierte la palabra norte en s¨ªmbolo de repudio
El hacer de la palabra sur un s¨ªmbolo de rapi?a, convierte para el otro la palabra norte en s¨ªmbolo de repudio. Pero esta llaga de dif¨ªcil sutura es variable despreciable cuando el objetivo real es que las falsas querellas suplanten a las verdaderas confrontaciones. Por eso es de sospechar que para los poderes gestores de esos sentimientos el que efectivamente llega a ondear la insignia v¨¦neta en su embajada del hipot¨¦tico Estado de Flandes, sea menos importante que el canalizar toda la tensi¨®n hacia esa meta, pues ya se sabe que la energ¨ªa se agota en la tentativa de alcanzar el propio horizonte.
Para muchos de los nacidos en terraferma, la Venecia que fue cruce de culturas del mundo, a¨²n abocada hoy a la disparatada explotaci¨®n de sus bellezas, se mantiene pese a todo como ciudad faro, ese simb¨®lico refugio contra la barbarie que una leyenda le atribuye como origen. Y cuando una amenaza contra toda promesa de fraternidad se cierne sobre Europa en su conjunto, a muchos costar¨¢ decirse: tambi¨¦n Venecia.
Victor G¨®mez Pin es premio Internazionale Per Venezia, Istituto V¨¦neto, 2009.
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