El respeto a la obra ajena
Dos art¨ªculos de tema jur¨ªdico publicados en este diario por un mismo autor albergan una notable cantidad de frases plagiadas de otros dos textos de distintos autores
Que dos art¨ªculos sobre un asunto jur¨ªdico defiendan la misma tesis y, por tanto, coincidan en sus argumentaciones no resulta extra?o ni sospechoso. Sin embargo, s¨ª lo es que para sostenerlas, un articulista recurra a frases cuya construcci¨®n es id¨¦ntica a otras albergadas en un art¨ªculo anterior de un autor distinto sin que se trate de citas de textos jur¨ªdicos que, en todo caso, deben acreditarse. Esto sucede en el art¨ªculo que firma el magistrado Alfonso Villag¨®mez ?Qu¨¦ sentido tiene el aforamiento?, publicado por este diario el pasado 13 de abril y que presenta cuantiosas coincidencias con un art¨ªculo publicado en el blog ?Hay derecho? el 23 de abril de 2013 por el notario Rodrigo Tena, quien, al d¨ªa siguiente de la aparici¨®n del art¨ªculo en EL PA?S, publicaba en el blog mencionado un texto denunciando el plagio (¡°como pueden comprobar f¨¢cilmente, ese art¨ªculo plagia p¨¢rrafos y frases completas del post que publiqu¨¦ en este mismo blog hace casi un a?o¡±) y atribu¨ªa al magistrado otro caso anterior de plagio. El art¨ªculo de Villag¨®mez, seg¨²n el contador de Word, tiene 806 palabras (5.086 caracteres con espacios). El de Rodrigo Tena, 1.394 palabras (8.600 caracteres con espacios). De la lectura comparada de ambos se detectan en el primero frases id¨¦nticas o con insignificantes giros estil¨ªsticos que albergan un m¨ªnimo de 340 palabras (m¨¢s de 2.100 caracteres con espacios), llegando la copia a la ubicaci¨®n de los signos de exclamaci¨®n. Que no se trata de una intertextualidad casual lo demuestra la longitud de algunos de los textos id¨¦nticos. El art¨ªculo de Villag¨®mez fue remitido a Opini¨®n sin solicitud previa y la secci¨®n lo traslad¨® para su publicaci¨®n acompa?ando un reportaje sobre el aforamiento judicial y la ins¨®lita existencia en Espa?a de 10.000 beneficiarios de este privilegio frente a pa¨ªses done no existe o es una pr¨¢ctica muy restringida.
La Real Academia define la acci¨®n de plagiar como ¡°copiar en lo sustancial obras ajenas, d¨¢ndolas como propias¡±. En el art¨ªculo de Villag¨®mez no se cita la existencia del art¨ªculo publicado en ?Hay derecho?
Este episodio no ha pasado desapercibido a los lectores. Juan Delgado, por ejemplo, manifiesta su sorpresa por ¡°el hecho de que un peri¨®dico de prestigio como EL PA?S carezca de mecanismos de detecci¨®n del plagio entre sus columnistas¡±. Jes¨²s Fern¨¢ndez-Villaverde y Francisco de la Torre, por su parte, escriben como colaboradores de este diario y explican: ¡°Siempre hemos contribuido (de manera no remunerada) al peri¨®dico por la satisfacci¨®n de ayudar a que el debate en la sociedad espa?ola mejore en las cosas de las ¡°que sabemos¡±. Cuando alguien plagia lanza una duda sobre todos los dem¨¢s ¡°expertos¡±. El lector, con raz¨®n, puede empezar a pensar que lo que nosotros escribimos puede tambi¨¦n tener poca originalidad o ser una copia descarada y por ello no prestar atenci¨®n a nuestros argumentos. Entendemos perfectamente que EL PA?S opere bajo la presunci¨®n de que los art¨ªculos que le env¨ªan sus colaboradores son originales. Es una presunci¨®n razonable y comprobar lo contrario ser¨ªa innecesariamente costoso, en especial en estos tiempos de crisis econ¨®mica en los medios. Pero s¨ª que nos gustar¨ªa que el peri¨®dico, que adem¨¢s es un medio de referencia, tomase un actitud en¨¦rgica como respuesta a este caso, porque creemos que EL PA?S y sobre todo sus lectores, se merecen art¨ªculos originales¡±. Los citados lectores recuerdan, por ejemplo, los casos detectados de plagio en trabajos te¨®ricos de ministros alemanes que, por esta raz¨®n, han dimitido de su cargo.
Este caso, sin embargo, como se?ala Delgado, no es el ¨²nico protagonizado por el mismo autor. Y remite dos enlaces para una nueva comparaci¨®n. Se trata del art¨ªculo El poder de los jueces, del citado magistrado, publicado por EL PA?S el 6 de marzo de este a?o y el art¨ªculo ?Hay que eliminar al Tribunal Constitucional?, de Pablo Jos¨¦ Castillo, que en su d¨ªa lo suscribi¨® como investigador del CSIC, publicado por este diario el 25 de julio de 2012 en su edici¨®n digital. El texto de Castillo estudiaba una hipot¨¦tica reforma del Tribunal Constitucional. El de Villag¨®mez analizaba los prop¨®sitos gubernamentales de reforma judicial. Este ¨²ltimo art¨ªculo tiene 839 palabras (5.110 caracteres con espacios). El de Castillo, 1.202 palabras (7.644 caracteres con espacios). En este caso, a pesar de que el foco argumental est¨¢ m¨¢s acotado en el art¨ªculo sobre el Tribunal Constitucional, las frases id¨¦nticas rondan las 300 palabras (unos 1.800 caracteres con espacios) sin cita de procedencia. Tanto es as¨ª, que el final de ambos art¨ªculos refleja la misma idea con una simple inversi¨®n de orden en el texto del magistrado y referenciado a un sujeto distinto: ¡°su alcance nunca ser¨¢ satisfactorio si no va de la mano de una regeneraci¨®n de la vida pol¨ªtica del pa¨ªs¡± (Villag¨®mez); ¡°si su reforma no va de la mano de una regeneraci¨®n pareja de la vida pol¨ªtica del pa¨ªs, su alcance nunca ser¨¢ satisfactorio¡± (Castillo).
A prop¨®sito del primer art¨ªculo, el magistrado de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal de Madrid, me remiti¨® un correo que en el que ped¨ªa ¡°disculpas a los lectores, al peri¨®dico y a sus trabajadores, por el error que he cometido en la confecci¨®n del texto. Al mismo tiempo, quiero dejar constancia, sin que se pueda interpretar, por tanto, como exculpaci¨®n de una propia inocencia, los hechos siguientes: el autor del post citado ha aceptado ¡°sin reservas¡± mis disculpas; mis l¨ªneas sobre el aforamiento procesal no lo fueron a solicitud del peri¨®dico; desconoc¨ªa que el texto iba a ser publicado en la informaci¨®n que sobre el mismo tema se recogi¨® en la edici¨®n del peri¨®dico del d¨ªa 13 de abril". Sobre el segundo caso, el autor declin¨® hacer comentarios.
La relaci¨®n del diario con los colaboradores se basa en la confianza
Jos¨¦ Manuel Calvo, subdirector responsable de Opini¨®n, tras lamentar lo sucedido, subraya en un comentario que me ha remitido que ¡°cuando hay evidencias de plagio resulta afectado no ¨²nicamente el trabajo de todos los colaboradores, sino el nuestro; la confianza que tenemos en esos colaboradores ¡ªafortunadamente correspondida y no defraudada en la inmensa, abrumadora mayor¨ªa de los casos¡ª hace que leamos, valoremos y decidamos sobre los textos atendiendo a lo que aportan, a la oportunidad de su publicaci¨®n, a la calidad de los argumentos, a la brillantez de la exposici¨®n... No sometemos esos textos a ninguna herramienta o programa de dise?o espec¨ªfico para cazar plagiadores, como s¨ª hace en Alemania Martin Heidingsfelder, porque, repito, esa confianza siempre se ha visto correspondida, y no tenemos previsto hacerlo, pero es desde luego obligatorio recoger las denuncias y quejas, como en este caso, y extremar las precauciones para que algo as¨ª no vuelva a ocurrir¡±.
La relaci¨®n del diario con los colaboradores se basa en la confianza, m¨¢xime cuando, como en este caso, son personas de una larga trayectoria profesional. El hecho de que el diario no notificara al autor del art¨ªculo su inminente publicaci¨®n no altera el problema que alberga porque fue remitido con voluntad de ser publicado. Y cuando esta confianza se trunca, como en este caso, el diario no debe permanecer indiferente ante una clara falta de respeto a la obra ajena y a los lectores.
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