Empobrecimiento, embrutecimiento
Que alguien deba esconderse para leer determinado diario es cualquier cosa menos tranquilizador
Me escribe un sacerdote que se dice ¡°de izquierdas, si es que esta palabra a¨²n tiene sentido¡±, y asume que para la mayor¨ªa es ¡°un perro verde¡±. Pero se lamenta ¨Chabla incluso de ¡°desesperaci¨®n¡±¨C porque ve que desde hace diez a?os, ¡°despu¨¦s de los nefastos d¨ªas del 11-M al 14-M¡±, no le queda m¨¢s remedio que leer este peri¨®dico a escondidas en los ¨¢mbitos que por su profesi¨®n m¨¢s frecuenta, a callar sus opiniones sobre muchos asuntos, y por supuesto a ocultar que no vota al PP, lo cual todo el mundo que conoce su condici¨®n de cura da por descontado. Pero no es s¨®lo ante la gente de ideolog¨ªa ¡°conservadora¡± ante la que debe disimular. Si trata con individuos de la ¡°contraria¡±, se encuentra con rechazo y suspicacia en cuanto confiesa ser creyente. Sin saber que adem¨¢s era sacerdote, un chaval de los acampados en la Puerta del Sol hace tres a?os le torci¨® el gesto cuando mi corresponsal, tras haberle firmado media docena de papeles en contra de los desahucios y otras cosas condenables, rehus¨® firmarle un s¨¦ptimo ¡°contra la visita del Papa¡±. No hubo manera de razonar con ¨¦l, me cuenta, el joven se cerr¨® en banda y lo despach¨® con desprecio a partir de aquel instante. El hombre se escandaliza al o¨ªr decir a personas cultas e instruidas que El Pa¨ªs es ¡°el peri¨®dico enemigo de la Iglesia¡± o que ¡°Zapatero quiso destruir la familia¡±, pero tambi¨¦n de que se llame ¡°fascistas¡± a todos los antiabortistas y ¡°asesinas¡± a todas las mujeres que deseen interrumpir sus embarazos. Juzga que la cuesti¨®n es lo bastante delicada, y que hay suficientes ciudadanos a favor y en contra, como para que cualquier debate quede secuestrado por los gritones simplistas que cada vez m¨¢s abundan. Ya lo dije hace pocas semanas recordando los versos de Yeats: ¡°¡ mientras que los peores est¨¢n llenos de apasionada intensidad¡±.
No le auguro a este sacerdote un futuro inmediato m¨¢s tranquilo, aunque ¨¦l no pierda la esperanza por una sencilla raz¨®n: conoci¨® otros tiempos ¨Cantes de 2004¨C en que s¨ª pod¨ªa leer abiertamente este diario, o confesarse sacerdote, o reconocer que hab¨ªa votado a un partido no de derechas, sin padecer por ello miradas de censura u odio, retiradas de la palabra y hostilidad instant¨¢nea. A lo sumo unos y otros le gastaban bromas, eso era todo. As¨ª que, si hubo esos tiempos no tan lejanos, no ve por qu¨¦ no podr¨ªan regresar para que se normalizara todo un poco. Yo, personalmente, no acabo de entender lo que le ocurre a nuestra sociedad, y que este cura sufre en carne propia. Como ustedes saben, tengo una p¨¦sima idea de la actual jerarqu¨ªa de la Iglesia espa?ola; pero eso no me lleva a condenar a todos los religiosos, menos a¨²n a profesar antipat¨ªa a todos los cat¨®licos, ni a desconfiar de ellos. Lo es uno de mis mejores amigos (tambi¨¦n lo eran mis padres), un amigo tan leal, bueno y recto que, si un d¨ªa me diera la espalda, s¨®lo me cabr¨ªa pensar que era yo el que hab¨ªa fallado, el que no hab¨ªa estado a la altura. (Bien es verdad que es un cat¨®lico ingl¨¦s, en cuyo pa¨ªs su religi¨®n no es dominante ni por lo tanto abusiva.) Tambi¨¦n tengo amigos que son o se han hecho muy de derechas; saben que yo jam¨¢s votar¨ªa al PP (no tras la Guerra de Irak, no tras las mentiras del 11-M, no tras la presente legislatura neofranquista sin disimulos), ni justificar¨ªa a Le Pen o Putin o Berlusconi; pero no por eso me han tachado de su lista de apreciados ni desde luego yo a ellos. La dimensi¨®n religiosa de las personas, como la pol¨ªtica, es s¨®lo una entre muchas. Nadie se agota en ellas, por suerte, ni faltan temas de conversaci¨®n en los que no se produzca el desacuerdo inmediato. La mayor¨ªa de los individuos ¨Clos que no son estereotipos, ni fan¨¢ticos, ni meros mastuerzos¨C son lo bastante complejos, variados y aun contradictorios para que merezca la pena ahondar en ellos y escucharlos.
No otra cosa hacemos, desde luego, con los personajes de ficci¨®n que se nos presentan en pel¨ªculas y novelas: casi ninguno nos gusta del todo, de la mayor¨ªa no ser¨ªamos amigos (peligroso serlo, por ejemplo, de Ricardo III o de Tony Soprano). Y sin embargo nos interesan, seguimos con enorme atenci¨®n sus razones y vicisitudes, incluso con apasionamiento. A menudo nos atraen los que son muy distintos de nosotros, los parad¨®jicos, los volubles, los dif¨ªciles de comprender, los ambiguos (no digamos los sutiles malvados). En cambio no soportamos a los esquem¨¢ticos, a los monol¨ªticos, a los que son de una pieza, a los acartonados. Mientras que en la vida real, curiosamente, s¨®lo estamos dispuestos a aceptar a ¨¦stos, como el chaval del 15-M que, en lugar de sentir curiosidad por la negativa de su interlocutor a firmar contra la visita del Papa, decidi¨® ponerle la proa o poco menos. Los j¨®venes ignoran que uno de los motivos por los que en la Guerra Civil se fusilaba a la gente (de ambos bandos) era porque se la conoc¨ªa como lectora de tal o cual peri¨®dico, grave crimen. Que estemos en un punto en el que alguien ¨Cno importa qui¨¦n¨C deba esconderse para leer o comprar determinado diario ¨Cno importa cu¨¢l¨C, es cualquier cosa menos tranquilizador. Pero es que adem¨¢s el rechazo de plano de quien no coincida con nosotros en todo supone el mayor empobrecimiento imaginable ¨Ctambi¨¦n el embrutecimiento¨C en el trato con nuestros iguales.
elpaissemanal@elpais.es
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