No banalizar el crimen
Aclarar el asesinato de Le¨®n es tan importante como condenar la especulaci¨®n sobre los m¨®viles
La conmoci¨®n causada por el asesinato a tiros de Isabel Carrasco, presidenta de la Diputaci¨®n y del PP en Le¨®n, se debe tanto a la notoriedad de la v¨ªctima como a la identidad de las dos mujeres detenidas en calidad de supuestas culpables de un hecho execrable. Los partidos suspendieron la campa?a electoral al Parlamento Europeo en se?al de respeto y de duelo ¡ªcon alguna excepci¨®n, como la izquierda abertzale, que ha dado el p¨¦same al PP y a la familia sin cancelar sus actos¡ª. Se puede discutir que un suceso d¨¦ origen a la alteraci¨®n de las actividades normales de un pa¨ªs, pero es l¨®gico que los pol¨ªticos hayan dejado temporalmente la campa?a que llevan a cabo, as¨ª como el correspondiente cruce de acusaciones, y se centren en transmitir el mensaje de fondo, esto es: que la violencia nunca debe considerarse como banal o insustancial.
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Dar la importancia que merecen este y todos los cr¨ªmenes exige, tambi¨¦n, condenar las especulaciones vertidas sobre las motivaciones de las presuntas autoras o sobre la personalidad de la v¨ªctima como explicaci¨®n del asesinato. Una cosa es que el crimen de Le¨®n levante oleadas de emociones, y otra, muy distinta, el ominoso carrusel de interpretaciones organizado a partir de la tragedia, y que han oscilado desde el clima antipol¨ªtico que se vive en Espa?a hasta valorar el asesinato como un desbordamiento de la ira social. El deseo de buscar explicaci¨®n a los misterios excita la exigencia de soluci¨®n instant¨¢nea de los cr¨ªmenes y del derecho de conocer todas las causas y circunstancias, pero tambi¨¦n ha dado origen a vergonzosas muestras de desprecio a la v¨ªctima. Incluso el Partido Socialista ha tenido que exigir la dimisi¨®n de un par de concejales suyas en localidades gallegas, a ra¨ªz de comentarios impropios, lanzados por estas a trav¨¦s de las redes sociales.
Durante los muchos a?os de atentados de ETA, Espa?a es un pa¨ªs que conoci¨® intensamente la violencia contra los pol¨ªticos. El largo periodo de ausencia de cr¨ªmenes de ese tipo nos ha hecho olvidar no solo un fen¨®meno desgraciadamente presente durante decenios, sino el hecho de que se cometen otros muchos asesinatos y homicidios al a?o sin motivaciones pol¨ªticas. Ni ese contexto, ni la muerte de una persona de relevancia p¨²blica debe hacer olvidar que la criminalidad en Espa?a es relativamente baja en comparaci¨®n con la media europea.
La violencia no est¨¢ descartada en nuestra sociedad y las atrocidades y las barbaridades afectan a una heterogeneidad de personas. La emoci¨®n es mayor en este caso, porque el crimen de Le¨®n parece m¨¢s propio de una novela o una pel¨ªcula de serie negra. Lo que hay que hacer es dejar trabajar a la polic¨ªa y a la justicia, sin permitir que la presi¨®n social les afecte. Se necesitan hechos confirmados, en vez de dedicarse a atacar la memoria de la v¨ªctima, extraer conclusiones precipitadas o entregarse a la t¨®xica man¨ªa de especular.
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