El ocaso de Europa
Bruselas trata de adecuar el declive europeo al escenario mundial para detener su ca¨ªda. Se pueden lograr detenciones transitorias, pero es dif¨ªcil evitar la erosi¨®n de la ciudadan¨ªa social previamente alcanzada
El concepto medieval de la translatio imperii pod¨ªa ser la aplicaci¨®n del esquema b¨ªblico de sucesi¨®n de los imperios en el libro de Daniel, San Agust¨ªn mediante, o, desde otro ¨¢ngulo, y bajo otra denominaci¨®n, al ciclo inexorable de relevo en la dominaci¨®n entre las formas de vida beduinas y las urbanas, analizado con su excepcional lucidez por Ibn Jald¨²n. Bajo cualquiera de sus dos f¨®rmulas, m¨¢s all¨¢ de su uso ideol¨®gico inicial, vino a expresar una ley hist¨®rica: ninguna organizaci¨®n del poder escapa a la incidencia de variables exteriores o internas, susceptibles de provocar su sustituci¨®n por otra, e incluso su destrucci¨®n. Tal constataci¨®n es v¨¢lida tanto para el imperio babil¨®nico, que suscitara la profec¨ªa de Daniel, como para los relevos en la hegemon¨ªa mundial experimentados durante los ¨²ltimos siglos. Y no porque intervengan elementos metahist¨®ricos, aun cuando el azar, la fortuna de Maquiavelo, pueda en ocasiones desempe?ar un papel decisivo, sino porque el marco en el que se mueven los sujetos de la historia es cambiante, y as¨ª factores tecnol¨®gicos, econ¨®micos o militares pueden provocar a corto y a medio plazo un vuelco en las relaciones de poder anteriores. A veces de forma traum¨¢tica, como fue el caso hace un siglo de la confrontaci¨®n entre las potencias imperialistas, prolongada en una segunda fase, a¨²n m¨¢s destructiva, hasta el fin de la II Guerra mundial.
Tampoco cabe excluir una transferencia de poder, por razones fundamentalmente econ¨®micas, donde la nueva hegemon¨ªa sea alcanzada sin eliminar la precedente, convirti¨¦ndola en aliada, y, hasta cierta medida, en subalterna. Es lo sucedido a lo largo del siglo XX con la sustituci¨®n de Inglaterra por Estados Unidos como primera potencia mundial. En la estela de ese predominio del imperio norteamericano se inscribe la construcci¨®n de Europa desde 1945, arrancando del Plan Marshall, con una dependencia inevitable, especialmente en el campo militar (OTAN), que garantizaba una estabilidad ¡ªla Europa balneario de la que habl¨® alguna vez Javier Pradera¡ª, cargada, eso s¨ª, de alto riesgo, dada la presencia amenazadora del bloque comunista dominado por la URSS. Pero estabilidad al fin, que con la ca¨ªda del comunismo no dio lugar al esperado fin de la historia, sino al estallido de nuevos conflictos y al anuncio de mutaciones decisivas en las relaciones de poder mundial.
Con China al frente, entran as¨ª en escena nuevas formas de capitalismo, donde la identidad en tecnolog¨ªa, la alta productividad y la diferencia de salarios garantizan un crecimiento en flecha y una competitividad imposible de sostener. El despegue de Jap¨®n fue ya un anuncio de lo que hab¨ªa de suceder, resuelto favorablemente por medio de la integraci¨®n, pero la nueva oleada de potencias emergentes, con China como vanguardia, ha roto definitivamente el equilibrio. Estados Unidos tiene los recursos, de capital, tecnolog¨ªa y energ¨¦ticos, para sostener por ahora el reto. Europa, simplemente, no.
Las elecciones medir¨¢n el desgaste que no afecta solo a la idea de Europa, sino a la conciencia democr¨¢tica
La URSS fue en su d¨ªa descrita como una fortaleza asediada; la Uni¨®n Europea lo est¨¢ ahora, pero desde el punto de vista del mantenimiento de su participaci¨®n en la econom¨ªa mundial y de la supervivencia del Estado de bienestar, logrado a costa de una sucesi¨®n de luchas sociales desde mediados del siglo XIX hasta la d¨¦cada de 1970. Nada tiene de extra?o que sea ahora cuando afloren las insuficiencias y las contradicciones de una construcci¨®n europea que de modo inevitable tuvo que avanzar a paso de tortuga para ir sorteando los obst¨¢culos derivados de la resistencia de los Estados a ceder soberan¨ªa y de la propia din¨¢mica de expansi¨®n (incluida la reunificaci¨®n de Alemania, a la que todos contribuyeron con generosidad). Resulta asimismo l¨®gico que en una coyuntura de crisis, el malestar se dispare en todas las direcciones, y que el llamado ¡°euroescepticismo¡± cale en las capas populares, tanto en la forma de radicalismo anticapitalista como en la de una xenofobia que propugna el retorno al Estado nacional, el fin del euro y un cierre agresivo frente al exterior (inmigraci¨®n, islamofobia). Las elecciones del d¨ªa 25 nos dar¨¢n el alcance de ese desgaste, que no s¨®lo afecta a la idea de Europa, sino tambi¨¦n a la conciencia democr¨¢tica.
Y es que insuficiencias las hubo, y no s¨®lo las inevitables debidas a lo incompleto de la construcci¨®n, ce?ida fundamentalmente a los aspectos monetarios y financieros. La expresi¨®n ¡°burocracia de Bruselas¡± es algo m¨¢s que simple ret¨®rica. Si bien en cuanto a la distribuci¨®n del poder una soluci¨®n fue alcanzada, aunque con costes muy altos, al consagrar la hegemon¨ªa del Gran Contribuyente, la Alemania hoy de ?ngela Merkel, el distanciamiento de las realidades nacionales se hizo cada vez m¨¢s evidente. La Uni¨®n reaccion¨® al llegar las crisis, de Grecia, de Portugal, de Italia o de Espa?a, pero lo ignor¨® todo hasta entonces, cuando exist¨ªan sobrados indicadores de que estos pa¨ªses viv¨ªan muy por encima de sus posibilidades (nuestro delirante ¡°ladrillo¡±). Nada hizo la Uni¨®n hasta que llegaron al abismo, y desde ese momento la soluci¨®n efectiva se limit¨® a imponer amputaciones, ¨²nico medio de estabilizar la situaci¨®n, pero para algunos ya sumidos irremediablemente en la ruina.
La Uni¨®n es incapaz de abordar las recientes crisis desde la primac¨ªa absoluta del inter¨¦s econ¨®mico
En el debate entre los dos aspirantes a presidir el Parlamento Europeo, el conservador Juncker se limit¨® a insistir sobre la receta vigente de estabilidad financiera. El socialdem¨®crata Martin Schulz a?adi¨® la exigencia de que a la estabilidad le acompa?ase una pol¨ªtica de crecimiento, orientada ante todo a la lucha para disminuir el paro juvenil. S¨®lo que esta segunda opci¨®n s¨®lo podr¨¢ ser llevada a cabo a escala de la Uni¨®n Europea, ya que todo intento de alternativa desde un Estado, caso de la Francia de Hollande, est¨¢ condenado a un rotundo fracaso, y la Merkel no est¨¢ dispuesta a ceder: con su pol¨ªtica restrictiva, el bloque dominante de la UE sobrevive; el coste para los dem¨¢s parece secundario. En definitiva, estamos ante una estrategia de adecuaci¨®n a ese declive de Europa en el sistema econ¨®mico mundial, con la posibilidad de lograr detenciones transitorias en la ca¨ªda, pero sin evitar la erosi¨®n de la ciudadan¨ªa social alcanzada previamente por los europeos.
No s¨®lo es la econom¨ªa la que se resiente de la l¨ªnea adoptada. Las recientes crisis informan de que desde esa primac¨ªa absoluta de los intereses econ¨®micos a corto y medio plazo, la Uni¨®n Europea se revela incapaz de afrontarlas con un m¨ªnimo de coherencia. El mejor ejemplo es lo que est¨¢ sucediendo con la destrucci¨®n de Ucrania. Ante todo, al desconocer cu¨¢l iba a ser la jugada de Putin, una vez que la movilizaci¨®n popular en Kiev dio en tierra con el Gobierno antieurope¨ªsta de Yanukovich. Primero en Chechenia, luego en Georgia, Putin hab¨ªa dejado clara su voluntad de restaurar la esfera de poder sovi¨¦tico, ahora sobre base nacionalista gran rusa, sin excluir el recurso a la manipulaci¨®n (movilizaci¨®n de los rus¨®fonos) y a la intervenci¨®n armada. As¨ª, la aprobaci¨®n inmediata del vuelco en Kiev, el anuncio de sanciones que no van a ser aplicadas, el distanciamiento de Obama, han constituido toda una demostraci¨®n, tanto de impotencia y desconocimiento estrat¨¦gicos como de muestra de total subordinaci¨®n a los intereses econ¨®micos inmediatos. La OTAN anuncia que no tolerar¨¢ el ataque a los territorios de sus miembros, lo cual implica que Putin puede hacer cuanto desee en Ucrania, hasta jugar con una aparente neutralidad, ya que las minor¨ªas armadas en el Este rus¨®fono bastan para resolver la situaci¨®n.
A menor escala, la reconciliaci¨®n con Cuba ser¨ªa otro ejemplo. Nada ha cambiado, en cuanto a pol¨ªtica represiva del castrismo, desde que la Uni¨®n introdujo la ¡°posici¨®n com¨²n¡± frente a la dictadura, pero contratos para inversiones mandan, bajo la falsa cobertura de una discusi¨®n sobre derechos humanos, que de antemano se esconde bajo ¡°pol¨ªtica y gobernanza¡±. Y que nunca tendr¨¢ lugar. Ni siquiera piensa la UE en requerir de Estados Unidos algo bien concreto: la supresi¨®n formal del embargo a Cuba.
Nuestro barco es, en todo caso, Europa.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Ciencias Pol¨ªticas en la Universidad Complutense de Madrid.
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