Cuentos que curan
Hay cuentos que empiezan en palacios orientales, en aldeas lejanas, en bosques misteriosos. Pero hay otro tipo de cuentos. Como este, que comienza en un centro de salud mental infantil de Bilbao. Aqu¨ª no hay reyes, ni pr¨ªncipes, ni lobos, ni malvadas madrastras. Aqu¨ª las protagonistas son una psiquiatra, Carmen Villanueva, y una psic¨®loga, Ibone Ruiz de Velasco.
Carmen e Ibone vieron, en su actividad cotidiana en el centro de salud mental infantil donde trabajaban, c¨®mo las consultas de asesoramiento psicol¨®gico se multiplicaban y, a menudo, respond¨ªan a esquemas parecidos. Llegaron a la conclusi¨®n de que hay veces, cuando existe un problema que perdura en el tiempo y crece en intensidad, en que es recomendable acudir a un profesional. Pero en otras ocasiones basta con un poco de comprensi¨®n, paciencia y una peque?a ayuda para que el ni?o pueda seguir creciendo sano y feliz.
Y esa peque?a ayuda, pensaron, podr¨ªa ser un simple cuento, que sirviera para que padres e hijos superaran juntos esos problemas. Resulta que Carmen, adem¨¢s de psiquiatra, es aficionada a la escritura creativa. As¨ª que en pocos d¨ªas naci¨® la primera de sus criaturas: el renacuajo Juanjo, que moja la cama y anda cabizbajo.
Juanjo era feliz en su charca, con su familia y sus amigos. Jugaba, saltaba al agua desde las ca?as. Pero andaba un poco preocupado. Cuando ca¨ªa la tarde y se acostaba en su hoja de nen¨²far a dormir, siempre se ca¨ªa al charco y acababa mojado. Lo cual, a medida que iba creciendo, empez¨® a ser un peque?o problema. Sus padres intentaron ayudarlo. Incluso acudieron a la anciana rana Mariana, la m¨¢s sabia del charco, que primero le recet¨® a Juanjo unas semillas rojas para ver si solucionaba el problema. Pero nada. Entonces a la rana Mariana se le ocurri¨® otra soluci¨®n. ¡°Puesto que un renacuajo peque?ajo quiere ser¡±, le dijo a los padres de Juanjo, ¡°tratadlo como tal¡±. Y as¨ª hicieron. Le empezaron a tratar como a un beb¨¦. Al principio eso le gust¨® a Juanjo, pero enseguida comprob¨® que era un poco aburrido. Comprendi¨® que era m¨¢s divertido ser una rana que un renacuajo y decidi¨® estar m¨¢s atento para no mojarse. Le cost¨® unas cuantas noches pero, al final, lo logr¨®. Y as¨ª fue como el renacuajo Juanjo se convirti¨® en rana y, con el tiempo, en el rey de la charca.
El renacuajo Juanjo naci¨® en 2012 y, desde entonces, ha tenido muchos amigos. El perrito Ant¨®n, que se comporta como un mat¨®n; la tortuga Taratuga, que es tan t¨ªmida que parece muda; la ardilla Maravilla, que no come porque es caprichosilla; el caballo Pocaspecas, que hace muchas muecas¡ As¨ª, hasta doce amigos. Y aunque todos tienen sus propias familias, pertenecen a la vez a otra que es com¨²n a todos ellos: la familia de los Terapicuentos. Una familia formada por una psiquiatra infantil, una psic¨®loga y un ilustrador cuyo proyecto conjunto se ha convertido en una eficaz herramienta para los padres a la hora de enfrentarse a esas dificultades por las que atraviesan muchos ni?os en su desarrollo.
¡°Acudimos a una estad¨ªstica del propio centro de salud e identificamos cu¨¢les eran las m¨¢s frecuentes dentro de las patolog¨ªas no graves¡±, recuerda Carmen. ¡°As¨ª dimos con las 12 peque?as patolog¨ªas que protagonizan los 12 cuentos de la colecci¨®n. Muchas veces los padres nos preguntaban qu¨¦ pod¨ªan leer ellos para ayudar a sus hijos. Y nos dimos cuenta de que no hab¨ªa realmente lecturas de este tipo aconsejables para los padres. En las propias terapias, una de las herramientas que m¨¢s inter¨¦s suscita, adem¨¢s del juego, es inventarse cuentos con ellos. De eso se trata¡±.
Decidieron que los protagonistas de los cuentos deb¨ªan ser animales, por lo que en psicolog¨ªa infantil se llama la proyecci¨®n. ¡°A los ni?os no les gusta hablar directamente de su problema, pero lo comprenden muy bien cuando le pasa a otro¡±, explica Carmen. ¡°Y, cuanto m¨¢s lejano, mejor. Si es muy cercano se implican demasiado emocionalmente. El ni?o suele plantear sus problemas como algo que le ocurre a otro. Pero cuando se le habla de esos s¨ªntomas, que son sus s¨ªntomas, los comprende. Le ayuda a darse cuenta de lo que le sucede. El instrumento que tiene el ni?o es el lenguaje simb¨®lico¡±.
Entonces Carmen e Ibone se pusieron a buscar un ilustrador. Pidieron a varios que conoc¨ªan que dibujaran un renacuajo, y el que les arrebat¨® fue el renacuajo humanizado que les entreg¨® Paul Caballero. Y as¨ª se juntaron los tres padres de la familia de los Terapicuentos.
Una vez identificado el animal adecuado para cada caso, se le aplicaban las caracter¨ªsticas propias del peque?o que sufre el problema y luego se apuntaba la soluci¨®n. ¡°Se trata de soluciones relativamente factibles¡±, a?ade Carmen, ¡°aunque siempre se adorna con un poco de magia¡±.
La clave de los Terapicuentos es tomarlos como una herramienta que active adem¨¢s la fundamental comunicaci¨®n entre padres e hijos. ¡°Hasta los tres a?os¡±, explica Carmen, ¡°el 90% de los problemas que puede tener un ni?o tienen que ver con la interacci¨®n con los padres. A partir de los tres a?os ya pueden desarrollar s¨ªntomas independientes¡±.
La mec¨¢nica con los Terapicuentos es sencilla: ¡°Los padres deben le¨¦rselo al ni?o, que va mirando los dibujos. Lo normal es que el ni?o espont¨¢neamente comente lo que oye y ve. Y los padres deben entonces seguir el di¨¢logo del ni?o. No se trata de soltar un discurso. Hay que responder estrictamente a lo que el ni?o pregunta. Si no pregunta es que no est¨¢ preparado para recibir la respuesta¡±.
Se trata, en palabras de Carmen, de ¡°suscitar en los ni?os la capacidad de encontrar sus propios medios para superar sus conflictos¡±. Algo tan natural y tan antiguo como la propia naturaleza del juego. ¡°A trav¨¦s del juego, el ni?o elabora algo que le ha sucedido. El propio juego ya es terap¨¦utico. Si es capaz de hacer eso, de abordar sus problemas a trav¨¦s del juego, no necesita terapia¡±.
Todos los cuentos cl¨¢sicos, asegura Carmen, tiene un contenido latente. ¡°Yo soy muy partidaria del cuento de hadas¡±, explica. ¡°El cuento de Caperucita, por ejemplo, es una ni?a a la que su madre le obliga a salir sola a la calle y se encuentra con el lobo. Ah¨ª est¨¢n los miedos infantiles, el miedo a lo desconocido. En el cuento de Blancanieves, est¨¢ latente la rivalidad con la madre. Si un ni?o insiste en pedir un cuento concreto es porque lo necesita¡±.
Carmen descubri¨® su vocaci¨®n cuando, estudiando el bachiller, lleg¨® a sus manos un ejemplar de La interpretaci¨®n de los sue?os de Freud. ¡°Desde entonces¡±, asegura, ¡°no me he arrepentido ni un solo d¨ªa de mi elecci¨®n profesional¡±. Y eso, reconociendo lo dura que es la pr¨¢ctica de la psiquiatr¨ªa infantil. ¡°Hablamos de abandonos, maltratos, negligencias, ni?os psic¨®ticos¡¡±, cuenta. ¡°Debes trabajar con los ni?os, pero tambi¨¦n con los padres, los profesores, los hermanos, y hasta los jueces o los mediadores¡±.
El terreno de los Terapicuentos es todo ese campo que queda fuera de la consulta del psiquiatra infantil. Esos peque?os problemas que pueden resolverse en familia, con la ayuda de un animalito de f¨¢bula que consigue superar sus dificultades y que activa los recursos del propio ni?o. Al final de cada cuento, hay un apartado dirigido a los padres en el que se explica lo que puede estar ocurri¨¦ndole al ni?o y se aportan algunos consejos para orientarle en su desarrollo.
El resultado, asegura la autora, ha sido de lo m¨¢s gratificante. Muchos profesionales utilizan los Terapicuentos en sus consultas para trabajar con los ni?os y los padres. Pero, sobre todo, son los propios ni?os los que le piden cuentos sobre este o aquel problema que le pasa ¡°a un amigo¡±. Incluso hay padres que le traen los cuentos que han escrito con sus hijos, en los que estos expresan de una manera tambi¨¦n desplazada sus propios conflictos, despu¨¦s de leer juntos alguna de sus f¨¢bulas.
Los 12 vol¨²menes que conforman el proyecto inicial de Terapicuentos ya est¨¢n publicados en la peque?a editorial Fortuna, y se pueden comprar online, a dem¨¢s de en determinadas librer¨ªas. Pero Carmen, Ibone y Paul se plantean ampliar la familia. ¡°Nos gustar¨ªa meternos a atender todas esas demandas que nos han trasladado los cr¨ªos¡±, reconoce Carmen. ¡°Abordar los d¨¦ficits sensoriales, los trastornos som¨¢ticos o incluso los problemas de convivencia, siempre desde el punto de vista de la psicolog¨ªa infantil¡±. Pero eso, concluye, es otro cuento.
(Ilustraciones de Paul Caballero)
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