Egipto, nuevos tiempos, viejas ruinas
La ¡®hoja de ruta¡¯ marcada por el Ej¨¦rcito tras llegar al poder no solo prescinde de la democratizaci¨®n, sino que ha llevado al pa¨ªs a elevadas cuotas de represi¨®n y violencia contra cualquier oposici¨®n
Si hay una expresi¨®n sospechosa cuando del mundo ¨¢rabe se trata, es ¡°hoja de ruta¡±. No porque est¨¦ gafada o valga para designar todo y nada, sino porque dignifica vicios antidemocr¨¢ticos y los pone en circulaci¨®n con total naturalidad. Una ¡°hoja de ruta¡± nace de un designio pol¨ªtico superior, conocedor de las necesidades de la sociedad y garante autoproclamado de sus derechos. Pero en el mundo ¨¢rabe las hojas de ruta no est¨¢n funcionando. La de los acuerdos de paz Palestina-Israel, paradigma de todas, est¨¢ en su en¨¦simo punto muerto. La ¡°hoja de ruta de la transici¨®n siria¡± fue defenestrada antes de nacer, al igual que las varias que ya van en Libia. Y en el ¨²ltimo a?o hemos asistido a la consagraci¨®n de la ¡°hoja de ruta a la democracia en Egipto¡±, que seg¨²n declar¨® John Kerry el pasado noviembre durante una visita a El Cairo ¡°est¨¢ cumpliendo todas nuestras expectativas¡±.
La hoja de ruta egipcia a la democracia la anunci¨® el general Al Sisi, virtual vencedor de las elecciones presidenciales celebradas ayer y anteayer, al consumar el golpe de Estado del 3 de julio. Aunque naci¨® bajo el signo del autoritarismo, nadie imagin¨®, ni siquiera los Hermanos Musulmanes, primeros afectados por el golpe, que el grado de represi¨®n superar¨ªa todos los l¨ªmites. La masacre de 1.300 opositores en las plazas de Rabaa y Nahda, tan s¨®lo un mes y medio despu¨¦s de la asonada, dej¨® claro que al r¨¦gimen no le iba a temblar la mano, pero aun as¨ª sigui¨® habiendo voces tibias. Tamarod, el movimiento que se hab¨ªa presentado como aglutinador de la voluntad popular contraria a los Hermanos Musulmanes, cerr¨® filas con los militares, y la pantomima liberadora sigui¨® adelante. ¡°Fuimos unos ingenuos, unos irresponsables¡±, ha reconocido ahora Moheb Doss, uno de los cinco l¨ªderes de la formaci¨®n. Y ha confirmado algo que muchos, en Egipto y fuera, no quer¨ªan ver: que el Ej¨¦rcito manipul¨® desde el comienzo al movimiento contestatario y que compr¨® la voluntad de varios de sus l¨ªderes.
En cuanto a la reacci¨®n europea a la masacre de agosto, por suerte para Margaret Ashton era periodo vacacional, as¨ª que la diplomacia no tuvo que significarse demasiado. Adem¨¢s, las v¨ªctimas eran los Hermanos y sus simpatizantes, de los que la UE, como de sus colegas turcos, no acababa de fiarse. A Morsi se le hab¨ªa recibido en Bruselas a rega?adientes, pues era antes un islamista que el primer presidente elegido democr¨¢ticamente en Egipto.
Entre marzo y abril se ha batido dos veces el triste r¨¦cord mundial de condenas a muerte
Lo que ha venido despu¨¦s ha sido el cumplimiento escrupuloso de la hoja de ruta militar, que comenzaba con la erradicaci¨®n de los Hermanos Musulmanes y sus partidarios y prosegu¨ªa con la de cualquier voz disidente. La nueva Constituci¨®n y la ley antimanifestaciones han dado cobertura legal al autoritarismo. La represi¨®n policial y militar, con haber superado la de los peores tiempos de Sadat y Mubarak, forma parte de un engranaje m¨¢s complejo que no rodar¨ªa sin la implicaci¨®n de la judicatura, los medios de comunicaci¨®n y las llamadas ¡°¨¦lites liberales¡±, que han retomado las riendas del pa¨ªs tras el par¨¦ntesis revolucionario.
La complicidad entre estamentos y el silencio internacional han hecho posible el c¨²mulo de pr¨¢cticas dictatoriales vividas desde julio. En 10 meses han pasado por las c¨¢rceles egipcias 100.000 opositores, otros 25.000 siguen en prisi¨®n, y la cifra de muertos y heridos en manifestaciones supera los 30.000. Entre marzo, con 529 condenas a muerte, y abril, con 683, se ha batido dos veces el triste r¨¦cord mundial de sentencias de muerte en masa. No hay un s¨®lo medio de comunicaci¨®n que no est¨¦ al servicio del r¨¦gimen y no repita sin rubor los t¨®picos sobre el patriotismo de Al Sisi y la traici¨®n de los Hermanos Musulmanes. Egipto se ha convertido en una trampa para periodistas independientes, a los que, en el mejor de los casos, se encarcela sin cargos (hay al menos 10 periodistas presos, cuando en 2012, con Morsi, no hab¨ªa ninguno, seg¨²n datos del Committee for Protect Journalists), o en el peor se les asesina impunemente, como ha ocurrido con la joven reportera Mayada Ashraf. Y en una demostraci¨®n de impudicia, se invita a volver al pa¨ªs a los empresarios corruptos que huyeron con la ca¨ªda de Mubarak, como el hispano-egipcio Hussein Salem, condenado en ausencia a 15 a?os de c¨¢rcel por estafa al Estado en sus negocios gas¨ªsticos, y que en la actualidad negocia la derogaci¨®n de la condena y el regreso a cambio de una cuantiosa donaci¨®n a las arcas p¨²blicas.
Todo es posible con dinero en el nuevo Egipto de siempre. Saud¨ªes, kuwait¨ªes y emirat¨ªes han sido los primeros en ponerse en marcha inyectando cerca de 18.000 millones de euros a la maltrecha Hacienda egipcia. Si bien no han servido para que los servicios p¨²blicos funcionen o para que no se duplique el precio de los productos b¨¢sicos, han logrado algo ins¨®lito: ?la desislamizaci¨®n del salafismo de inspiraci¨®n wahab¨ª! Los salafistas del partido Al Nur, que qued¨® segundo en las ¨²ltimas legislativas, se han apresurado a apoyar la candidatura de Al Sisi, a pesar de que seg¨²n la nueva Constituci¨®n, que proh¨ªbe las formaciones de marchamo religioso, deber¨ªan estar ilegalizados. Incluso Tony Blair, que no se asocia a las mejores causas, ha afirmado en un discurso que no tiene desperdicio (Why the Middle East matters, 23/4/2014) que el islam del Golfo es m¨¢s moderno, moderado y democr¨¢tico que el de los Hermanos Musulmanes.
Todo es posible con dinero: saud¨ªes, kuwait¨ªes y emirat¨ªes han sido
los primeros
En algo tiene raz¨®n Blair: el baremo son los Hermanos Musulmanes. Su ilegalizaci¨®n ha devuelto a la principal organizaci¨®n pol¨ªtica egipcia a la clandestinidad, pero, sobre todo, la represi¨®n ha liquidado su proyecto de un islamismo democr¨¢tico y nacionalista, de consecuencias impredecibles para la casta dominante en Egipto. A pesar del llamamiento a la resistencia pac¨ªfica de los l¨ªderes en prisi¨®n o en el exilio, las bases, que sufren cotidianamente la violencia del Estado, cuestionan una v¨ªa pol¨ªtica inclusiva a la que no ven finalidad: la interlocuci¨®n con la Junta y el necesario nuevo pacto pol¨ªtico son imposibles en el actual contexto, en el que la Hermandad ha sido declarada entidad terrorista y Al Sisi ha repetido hasta la saciedad que no har¨¢ concesiones. Si se consuma la exclusi¨®n, como todo hace prever, medio Egipto, como poco, quedar¨¢ al margen del sistema.
La otra mitad del pa¨ªs, y casi todos los Gobiernos extranjeros, prefieren cerrar los ojos y agarrarse a las promesas de Al Sisi de unidad, estabilidad y progreso, a cual m¨¢s inveros¨ªmil. Para los sectores cr¨ªticos, es una suerte de huida hacia adelante, que a duras penas esconde el sentimiento de fracaso colectivo. Aunque cada viernes las movilizaciones islamistas se repiten, lo cierto es que el desencanto y el temor comienzan a hacer mella. La campa?a electoral, tal y como le conven¨ªa al r¨¦gimen, se ha basado en el miedo y la inestabilidad. Los atentados, con frecuencia en los aleda?os de las universidades, han servido para alimentar la psicosis colectiva de inseguridad y neutralizar a los estudiantes, que es de quienes proviene el mayor potencial contestatario. A pesar de la violaci¨®n diaria de los campus, de los arrestos masivos y de la cancelaci¨®n aleatoria de clases y ex¨¢menes, los estudiantes siguen organizando la resistencia y buscando la superaci¨®n de la brecha islamistas/laicos con que las viejas ¨¦lites burguesas y militares tienen fracturado al pa¨ªs. Sucede otro tanto en el movimiento obrero, muy activo en ciudades como Mahalla y Helwan, que junto con el de los j¨®venes fue el motor de la revoluci¨®n de 2011. La revoluci¨®n, debilitada, contin¨²a. El ¨²nico futuro digno de tal nombre est¨¢ en sus manos. Las elecciones presidenciales reci¨¦n celebradas cierran una hoja de ruta dise?ada contra ella. Ni Al Sisi ni Hamdeen Sabahi, el candidato comparsa que ha usurpado el discurso de la izquierda naserista, buscaban otra cosa. Al nuevo Egipto que representan le vale con volver al pasado.
Luz G¨®mez Garc¨ªa es profesora de Estudios ?rabes e Isl¨¢micos de la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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