Garant¨ªa de futuro
A los diez a?os de su matrimonio, el Pr¨ªncipe consolida su relaci¨®n con la sociedad
Los diez a?os transcurridos desde la boda de don Felipe y do?a Letizia han coincidido con un periodo dif¨ªcil para Espa?a y para la propia instituci¨®n mon¨¢rquica. La discreci¨®n de que ha hecho gala el Pr¨ªncipe en este tiempo se ha visto acompa?ada por la normalidad con que se desenvuelve su vida cotidiana. El heredero de la Corona ha demostrado saber estar y saber hacerlo, y la estabilidad de su familia m¨¢s directa contribuye sensiblemente a ello.
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No es f¨¢cil actuar sin apenas asideros legales en los que asentarse. El Parlamento nunca ha elaborado el estatuto del heredero de la Corona. Un marco legal ambiguo deja m¨¢s abierta la posibilidad de equivocarse ¡ªcomo lo muestra la situaci¨®n del heredero de otra Corona europea¡ª y justamente por eso destaca el trabajo de don Felipe, que ha sustituido al Rey en tareas representativas donde ha sido necesario, por ejemplo, en tomas de posesi¨®n de numerosos mandatarios latinoamericanos. Sin dejar de estar muy atento a los problemas candentes de Espa?a, como lo demuestra su frecuente presencia en Catalu?a, donde podr¨ªa llegar a jugar el papel moderador que la Corona ha sabido ejercer en otros momentos delicados de la historia. La sociedad espa?ola ha demostrado muchas veces que su respaldo a la Monarqu¨ªa est¨¢ condicionado a la funcionalidad de la instituci¨®n. No debe perderse de vista que fue precisamente la utilidad de la Corona en la conquista de la democracia la que conect¨® tan estrechamente al Rey con la sociedad.
Es verdad que el Pr¨ªncipe ha sabido moverse hasta ahora sin ocupar terrenos constitucionalmente reservados al Monarca, pero tambi¨¦n sin bajar los brazos all¨ª donde se espera ver muy pendiente a quien va a desempe?ar, cuando corresponda, el papel de jefe del Estado. Es dif¨ªcil ejercer un trabajo eficaz en medio de esos equilibrios, pero ah¨ª es donde se pondr¨¢ a prueba la fortaleza de don Felipe para capear los temporales y demostrar que podr¨¢ abordar con garant¨ªas sus tareas venideras.
La instituci¨®n mon¨¢rquica se ha basado durante decenios en el prestigio de los servicios prestados por don Juan Carlos, con menci¨®n especial a su papel frente a los sublevados el 23 de febrero de 1981. Sin embargo, al ¨¦xito del Rey han contribuido tanto o m¨¢s su neutralidad respecto a las contiendas partidistas y el respeto a los procedimientos constitucionales. Esas cualidades tienen que ser tambi¨¦n puestas en evidencia por el heredero. Lo decisivo de una Monarqu¨ªa constitucional es que no participe de ninguna de las opciones en conflicto, pero tampoco desatienda la labor moderadora y arbitral atribuida a quien encarna la instituci¨®n.
Al equilibrio hay que a?adir la modernizaci¨®n de las formas de relaci¨®n con la sociedad, como la apertura a las redes sociales, y la transparencia en el funcionamiento econ¨®mico, exigiendo responsabilidades a quien no se comporta adecuadamente, tambi¨¦n dentro de la propia familia del Rey. Es necesario profundizar en esa direcci¨®n, en la l¨ªnea que marcan otras casas reales europeas. La Monarqu¨ªa debe basarse en la ejemplaridad: hemos visto a don Juan Carlos pidiendo excusas por un error cometido y su esfuerzo para recuperar la confianza perdida, tan pronto como ha recobrado el vigor f¨ªsico tras las ¨²ltimas intervenciones quir¨²rgicas. Este es el camino. Lo mismo que reconocer el acierto en la preparaci¨®n del relevo en una jefatura del Estado que no pertenece a la familia real, sino a los espa?oles.
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