Colegios sin comida basura
Con la campa?a ?A moverse! se quiere eliminar la plaga de la obesidad infantil
Cuando comenzamos nuestra iniciativa Let¡¯s Move! (?A moverse!), hace cuatro a?os, nos propusimos alcanzar un objetivo sencillo pero ambicioso: acabar con la epidemia de obesidad infantil en el plazo de una generaci¨®n, para que los ni?os que nacen hoy crezcan sanos en el futuro.
Para hacer realidad ese prop¨®sito, nos regimos por una ¨²nica norma fundamental: utilizar m¨¦todos que funcionen. Las iniciativas que ponemos en marcha est¨¢n corroboradas por pruebas, y utilizamos los datos cient¨ªficos m¨¢s recientes. Vimos que las investigaciones sobre nutrici¨®n indicaban que los ni?os necesitan menos az¨²car, sal y grasa en sus dietas, de modo que modificamos los men¨²s escolares para que respetaran esos criterios. Cuando los datos mostraron que el hecho de no contar con un supermercado pr¨®ximo ten¨ªa consecuencias negativas para los h¨¢bitos alimenticios de la gente, ayudamos a abrir m¨¢s tiendas de alimentaci¨®n en los barrios m¨¢s desfavorecidos. Los estudios sobre c¨®mo se crean los h¨¢bitos en los ni?os peque?os nos empujaron a introducir alimentos m¨¢s sanos y m¨¢s actividades f¨ªsicas en las guarder¨ªas.
Ya estamos empezando a ver ciertos principios de resultados. Decenas de millones de ni?os reciben una nutrici¨®n mucho mejor en los colegios; las familias reflexionan mucho m¨¢s sobre los alimentos que comen, cocinan y compran; las empresas est¨¢n apresur¨¢ndose a comercializar productos m¨¢s sanos para hacer frente a la demanda creciente; y la tasa de obesidad de los ni?os m¨¢s peque?os est¨¢, por fin, empezando a disminuir.
Es decir, hemos visto que, cuando nos apoyamos en datos cient¨ªficos s¨®lidos, podemos empezar a cambiar la tendencia de la obesidad infantil.
Hay iniciativas para rebajar los criterios de calidad en el men¨² de los ni?os
Pero ahora, lamentablemente, est¨¢n surgiendo en el Congreso intentos de deshacer gran parte de lo que hemos conseguido por el bien de nuestros hijos. Un ejemplo es lo que est¨¢ sucediendo con el programa Mujeres, Lactantes y Ni?os (conocido en ingl¨¦s por sus siglas WIC). Se trata de un programa federal creado para facilitar a mujeres de rentas bajas la manera de complementar su nutrici¨®n y la de sus hijos lactantes y en la primera infancia. El objetivo es cubrir las carencias de sus dietas ¡ªayud¨¢ndoles a comprar, por ejemplo, productos frescos que no pueden permitirse con su salario¡ª y proporcionarles los nutrientes que les faltan.
Pues bien, en la actualidad, la C¨¢mara de Representantes est¨¢ estudiando un proyecto de ley que, de aprobarse, despreciar¨ªa los datos cient¨ªficos para ordenar que en la lista de alimentos que las mujeres pueden comprar con dinero del programa WIC se incluyan las patatas. No hay nada de malo en que compren patatas. Lo malo es que muchas madres y muchos ni?os ya comen suficientes y, en cambio, no compran todas las frutas y hortalizas que necesitan para estar bien alimentados. ?se es el motivo por el que el Instituto de Medicina ¡ªel organismo cient¨ªfico y sin lazos partidistas que asesora al programa WIC a la hora de establecer pautas¡ª decidi¨® que las patatas no deb¨ªan formar parte de la lista.
Por desgracia, no es un hecho aislado. Est¨¢ sucediendo algo muy parecido con nuestro programa de men¨²s escolares. En 2010, el Congreso aprob¨® la Ley de Ni?os Sanos y sin Hambre, que estableci¨® unos criterios nutricionales m¨¢s estrictos para los men¨²s escolares, tambi¨¦n basados en las recomendaciones del Instituto de Medicina. Hoy nos informan de que el 90% de los colegios cumplen esas nuevas normas y, gracias a ello, nuestros hijos comen m¨¢s frutas, hortalizas, cereales y otros alimentos que necesitan para estar sanos.
Es un gran triunfo para los padres que hacen todo lo posible para que sus hijos ingieran comidas equilibradas en casa y no quieren que sus esfuerzos se vayan al traste por lo que comen durante el d¨ªa en el colegio. Y es un gran triunfo para todos nosotros, porque gastamos m¨¢s de 10.000 millones de d¨®lares (7.300 millones de euros) al a?o en comidas escolares y ese dinero de los contribuyentes, que tanto esfuerzo les ha costado ganar, no debe servir para proporcionar comida basura a nuestros hijos.
EE UU gasta m¨¢s de 7.300 millones de euros al a?o en la alimentaci¨®n escolar
A pesar de ello, algunos miembros de la C¨¢mara de Representantes est¨¢n amenazando con abolir estas nuevas normas y rebajar la calidad de los alimentos que reciben nuestros hijos en el colegio. Quieren que sea optativo, y no obligatorio, que los colegios sirvan frutas y hortalizas a los ni?os. Tambi¨¦n quieren permitir que haya en los men¨²s m¨¢s sodio y menos cereales integrales de los recomendados. Todos estos aspectos est¨¢n siendo objeto de discusi¨®n en estos d¨ªas, despu¨¦s de que, el jueves pasado, se reuniera el Comit¨¦ de Asignaciones Presupuestarias de la C¨¢mara para examinar los presupuestos anuales del Departamento de Agricultura.
?Recuerdan cuando, hace unos a?os, el Congreso declar¨® que la salsa de tomate de una porci¨®n de pizza deb¨ªa contar como verdura en el men¨² escolar? No hace falta ser especialista en nutrici¨®n para saber que eso es una tonter¨ªa. Eso mismo es lo que ahora est¨¢ volviendo a pasar con esta nueva campa?a para rebajar los criterios de calidad en la nutrici¨®n que reciben los ni?os en nuestras escuelas.
Nuestros hijos merecen mucho m¨¢s. A pesar de todo lo que hemos progresado, uno de cada tres ni?os en Estados Unidos sigue padeciendo sobrepeso o incluso obesidad. Se prev¨¦ que uno de cada tres sufra diabetes en alg¨²n momento de su vida. Y no es un problema que afecte solo a la salud de los ni?os: afecta tambi¨¦n a la salud de nuestra econom¨ªa. Gastamos alrededor de 190.000 millones de d¨®lares anuales en el tratamiento de enfermedades relacionadas con la obesidad. Imaginen hasta d¨®nde puede llegar esa cifra de aqu¨ª a 10 o 20 a?os si no empezamos a actuar ya.
Se trata, en definitiva, de un dilema muy f¨¢cil de resolver: como padres, nuestra prioridad es siempre el inter¨¦s de nuestros hijos. Todas las ma?anas nos levantamos y todas las noches nos acostamos preocupados por su bienestar y su futuro. Y, cuando tomamos decisiones relacionadas con su salud, confiamos en los m¨¦dicos y los expertos que nos dan informaciones precisas, basadas en datos cient¨ªficos. Nuestros dirigentes en Washington deber¨ªan hacer lo mismo.
Michelle Obama es abogada, participa activamente desde hace a?os en tareas de voluntariado y es la esposa del presidente Obama.
? 2014 New York Times News Service.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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