Una inmensa legitimidad popular
Don Juan Carlos consigui¨® conducir a Espa?a de la dictadura a la democracia de manera incruenta y se convirti¨® en referente esencial de un pa¨ªs nuevo y moderno. Su sucesor se enfrenta a un complejo desaf¨ªo
El reinado de Juan Carlos de Borb¨®n es la historia de c¨®mo el hombre designado por Franco para perpetuar su dictadura adquiri¨® una inmensa legitimidad popular en la democracia. Recobrar esa legitimidad es el mayor reto para su sucesor. Juan Carlos se liber¨® de las leyes e instituciones del dictador y contribuy¨® de manera crucial a una Transici¨®n relativamente incruenta. Entre 1969 y 1977 supo compatibilizar los objetivos aparentemente incompatibles de la fidelidad a los principios del Movimiento franquista y el compromiso de establecer una Monarqu¨ªa constitucional democr¨¢tica. Entre 1977 y 1982 defendi¨® la democracia frente a las conspiraciones militares, se convirti¨® en h¨¦roe nacional y alcanz¨® una legitimidad como la que querr¨ªa el nuevo Rey.
Separado de su familia a los 10 a?os, en 1948, el Pr¨ªncipe fue un reh¨¦n, encargado de dar el marchamo real a la regencia indefinida de Franco. Los dos a?os en la Academia Militar de Zaragoza, los periodos de seis meses en las academias del aire y la armada, otros periodos en diversos ministerios civiles y los viajes constantes por Espa?a le permitieron ver los grandes cambios sociales y el anhelo democr¨¢tico de muchos espa?oles. Y Sof¨ªa, su esposa, con su experiencia del exilio de la familia real griega, supo juzgar con realismo la situaci¨®n y reiterar lo que ya sab¨ªa su marido: que el ¨²nico camino al trono era la proximidad con el Caudillo y la ¨²nica forma de permanecer en ¨¦l era la democracia.
En 1969, Franco design¨® como heredero a Juan Carlos, una decisi¨®n que romp¨ªa la continuidad y la legitimidad de la l¨ªnea Borb¨®n. Franco quer¨ªa que la nueva Monarqu¨ªa fuera exclusivamente suya. Si el heredero actual va a ser Felipe VI, rey constitucional, es porque Juan Carlos traicion¨® a Franco. Tener que jurar lealtad a las Leyes Fundamentales le preocup¨® enormemente. Necesit¨® asegurarse de que el juramento no le iba a atar para siempre al r¨¦gimen, y sus asesores legales le convencieron de que todas las leyes franquistas pod¨ªan reformarse o incluso revocarse. Franco esperaba de ¨¦l que prolongase la dictadura y no fuera m¨¢s que un mascar¨®n al que el almirante Carrero Blanco mantendr¨ªa por el camino debido.
Cuando Carrero muri¨® asesinado, en diciembre de 1973, Franco humill¨® a Juan Carlos y no le incluy¨® en la decisi¨®n de nombrar al inflexible Carlos Arias Navarro. Juan Carlos tuvo que ver c¨®mo Arias navegaba sin rumbo durante la oleada de inflaci¨®n y la agitaci¨®n obrera posteriores a la crisis energ¨¦tica. Tras la muerte de Franco, el 20 de noviembre de 1975, el nuevo Rey pas¨® seis meses angustiosos. Tuvo que neutralizar a los franquistas mientras sus asesores, encabezados por Torcuato Fern¨¢ndez Miranda, preparaban el proyecto de reforma pol¨ªtica. Se vio obligado a mantener a Arias como primer ministro al tiempo que intentaba convencer a la izquierda de sus intenciones democratizadoras. El gran salto fue, en el verano de 1976, el nombramiento de Adolfo Su¨¢rez para encargarle la siguiente y fundamental fase del proceso. Fue una gran apuesta que pod¨ªa suponer el ¨¦xito o el fracaso de la Monarqu¨ªa, pero las apariciones p¨²blicas del Rey como comandante en jefe y sus reuniones privadas con oficiales ayudaron a contener la hostilidad militar; el futuro rey Felipe no dispone de esa ventaja, aunque es de esperar que no afronte la misma hostilidad de entonces.
Resisti¨® a las presiones y contribuy¨® de forma crucial a impedir el golpe militar del 23 de febrero
Tras las elecciones de junio de 1977, la democracia no fue verdaderamente viable hasta que el Ej¨¦rcito y la mayor¨ªa del pueblo vasco se sumaron al proceso. La violencia antidemocr¨¢tica de derecha e izquierda dificultaba la construcci¨®n de un marco constitucional de consenso, y el respaldo real fue crucial para la consolidaci¨®n de la democracia. El Gobierno necesit¨® su presencia constante como jefe supremo de las Fuerzas Armadas y sus incansables esfuerzos para no caer aplastado entre el terrorismo vasco y la rebeli¨®n militar. La espiral de violencia causada por la intensificaci¨®n del terrorismo de ETA provoc¨® una reacci¨®n de la extrema derecha que acab¨® por alcanzar al propio Rey. Cuando dimiti¨® Su¨¢rez, en enero de 1981, los militares presionaron para formar una coalici¨®n encabezada por un general. Juan Carlos resisti¨® a las presiones y contribuy¨® de forma crucial a impedir el golpe militar del 23 de febrero. Aquella noche fue un punto de inflexi¨®n en la Transici¨®n y en el papel del Rey, que posteriormente se quej¨® a los l¨ªderes de los principales partidos de que estaba harto de ser el bombero de la democracia, siempre apagando fuegos.
Tras la abrumadora victoria socialista en las elecciones del 28 de octubre de 1982, Juan Carlos dej¨® de ser un bombero y se convirti¨® en un jefe de Estado constitucional m¨¢s al estilo de la reina Isabel II de Inglaterra. No obstante, tanto el terrorismo como la subversi¨®n militar continuaron, y ETA plane¨® matarle en junio de 1985, diciembre de 1986 y octubre de 1997. Sus relaciones con Catalu?a han sido m¨¢s f¨¢ciles. Con sus numerosas visitas a Barcelona, ha querido consolidar la presencia catalana en la democracia espa?ola y aumentar la popularidad de la Monarqu¨ªa en la regi¨®n. Aun as¨ª, el sentimiento antimon¨¢rquico de Esquerra Republicana sigue vigente y ser¨¢ el primer problema serio que afrontar¨¢ Felipe.
La actividad m¨¢s intensa y eficaz de Juan Carlos han sido sus viajes al extranjero. Las visitas a Francia y Alemania fueron fundamentales para el proceso de integraci¨®n en la Comunidad Europea. Su relaci¨®n con el presidente Mitterrand contribuy¨® a obtener la cooperaci¨®n francesa en la lucha contra ETA. Tambi¨¦n trabaj¨® para consolidar la imagen de Espa?a en Latinoam¨¦rica y para promover la transici¨®n de dictaduras a democracias en la regi¨®n, en especial en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay.
Ha sido un jefe de Estado neutral que suaviz¨® las amargas divisiones de la Guerra Civil
Juan Carlos ha tenido asimismo buenas relaciones con varios pa¨ªses ¨¢rabes ¡ªMarruecos, Jordania, Arabia Saud¨ª, los Emiratos ?rabes Unidos y Kuwait¡ª, que garantizaron el suministro de petr¨®leo a Espa?a, pero que dieron pie a rumores de que hab¨ªa recibido dinero de las monarqu¨ªas de Oriente Pr¨®ximo, unos rumores que, en los a?os noventa, cristalizaron en los intentos de empa?ar su imagen y relacionarle con los esc¨¢ndalos financieros que empezaban a acosar la vida pol¨ªtica espa?ola.
Las revistas del coraz¨®n han destacado su afici¨®n a la velocidad y los deportes peligrosos, que le han causado graves accidentes y lesiones, as¨ª como su entusiasmo por las mujeres hermosas. Sus amigos y sus caprichos le expusieron a un escrutinio morboso e incluso hostil. Curiosamente, las cr¨ªticas m¨¢s vehementes han surgido de la prensa y la radio de derechas, en particular la Cope, indignadas por sus cordiales relaciones con Felipe Gonz¨¢lez y m¨¢s adelante con Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero. En realidad, Juan Carlos ha sido un jefe de Estado neutral que ayud¨® a suavizar las amargas divisiones de la Guerra Civil.
Los rumores sobre sus asuntos amorosos y de dinero han oscurecido la abnegaci¨®n y el sentido del deber que han formado la base de su existencia. Durante la crisis econ¨®mica, desde 2010, se ha generalizado un sentimiento de desencanto con la Monarqu¨ªa. Como s¨ªmbolo del sistema pol¨ªtico, ha sufrido el resentimiento ante la corrupci¨®n de las ¨¦lites. Las acusaciones han llegado justo cuando el Rey, cansado tras a?os de dedicaci¨®n a la democracia y a Espa?a, y en medio de una gran p¨¦rdida de popularidad, parece haber decidido que le ha llegado el momento de disfrutar del descanso del guerrero.
La decisi¨®n de abdicar se?ala, como hizo su complejo papel en la Transici¨®n, a un hombre inteligente, decidido y de un profundo patriotismo. Tal vez convencido de que no va a recobrar la popularidad en la que se basa la supervivencia de la Monarqu¨ªa, o quiz¨¢ demasiado cansado para intentarlo, el Rey ha decidido cortar por lo sano para que su hijo tenga la mejor oportunidad posible de conservar el trono. Que lo logre o no depender¨¢ del nuevo Rey, de que sea capaz de distanciarse del aura negativa que ha rodeado al trono en tiempos recientes, de c¨®mo se comporte en relaci¨®n con la crisis catalana y de la posibilidad de una recuperaci¨®n econ¨®mica que disipe los temores a un renacimiento republicano.
Paul Preston es historiador y autor de la biograf¨ªa Juan Carlos. El rey de un pueblo.Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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