Los gemelos que salvaron el ego del viejo Hollywood
De ni?os, Austin y Howard mandaban cartas de admiraci¨®n a sus ¨ªdolos del cine cl¨¢sico Lo que estos gemelos no sab¨ªan es que eran esas estrellas quienes m¨¢s les necesitaban a ellos

A la edad en que muchos postadolescentes brit¨¢nicos se van a Salou para explorar los l¨ªmites del consumo de cerveza, Austin y Howard Mutti-Mewse cogieron un avi¨®n rumbo a California para almorzar con Ginger Rogers, compartir barbacoa con Frank Sinatra, tomar una copa en el jard¨ªn de Bob Hope y, en general, alternar con un granado elenco de estrellas octogenarias. Era 1991 y los gemelos ten¨ªan 19 a?os, pero llevaban desde los 12 carte¨¢ndose con pr¨¢cticamente todo lo que quedaba del viejo Hollywood. En ese tiempo intercambiaron correspondencia con Douglas Fairbanks Jr., Lana Turner o Katharine Hepburn, y charlas telef¨®nicas con Tony Curtis y Marlene Dietrich (que llamaba a las tres de la ma?ana y les mandaba fotos suyas envueltas en viejos cartones de medias Christian Dior para que no se arrugaran). Lo que empez¨® como correo de fans desemboc¨® en una particular amistad con los protagonistas de la era dorada del cine.
Austin y Howard han recogido las cartas, las fotos, los viajes y las llamadas en I used to be in pictures (ACC Editions), un volumen que, a diferencia de los t¨ªpicos libros sobre Hollywood, est¨¢ lleno de historias in¨¦ditas, sobre todo, gracias a las estrellas menos conocidas. Una de estas escenas tiene como protagonista a Mildred Shay, una guapa heredera y starlet, acorralada en el ba?o por Errol Flynn, el ¨ªdolo de principios del cine sonoro, quien termina eyaculando sobre su ¡°bonito vestido verde¡± (en palabras de la propia Shay); o la ocasi¨®n en que Marlon Brando, tras la muerte de James Dean en 1955, le mand¨® una corona de flores a Maila Nurmi ¨C¨ªntima amiga del fallecido y a quien culpaba de su muerte¨C con un una nota que dec¨ªa: ¡°T¨² tambi¨¦n est¨¢s muerta¡±. (Nurmi se hizo famosa en los a?os cincuenta gracias a Vampira, un alter ego televisivo similar a Morticia Addams, pero mucho m¨¢s sexy).
Una de las mejores cosas del libro es la particular visi¨®n de su tiempo que ten¨ªan las estrellas. Estaban completamente en otro planeta.
AUSTIN: Anita Page [La melod¨ªa de Broadway, 1929] recib¨ªa cartas de amor de Mussolini, propuestas matrimoniales incluidas. Ella se refer¨ªa a ¨¦l como ¡°ese hombre que era amiguete de ese otro hombre¡±. ?Qui¨¦n, Hitler?, le preguntamos, y respondi¨®: ¡°?Ah, s¨ª, claro!¡±. Esa gente estaba tan protegida en su mundo, tan aislada¡ Lo ¨²nico importante eran ellos, que hubiera alguien m¨¢s era una an¨¦cdota.

Hay grandes historias, como la de Joy Hodges, la estrella de Service DeLuxe, y Ronald Reagan.
HOWARD: Joy y Ronald ven¨ªan de Des Moines, Iowa. Eran amigos. Cuando ella se hizo famosa, en los a?os treinta, ¨¦l todav¨ªa estaba en la radio, y le pidi¨® ayuda para abrirse camino en Hollywood. Joy le consigui¨® una audici¨®n en Universal, pero fracas¨®, y cuando ella descubri¨® que hab¨ªa hecho la prueba con gafas, le dijo, indignada, que c¨®mo se le ocurr¨ªa, que ning¨²n hombre en Hollywood llevaba gafas excepto Harold Lloyd. De modo que le consigui¨® otra prueba en Warner Brothers, ¨¦l sigui¨® su consejo y fue un ¨¦xito. A?os despu¨¦s, ella se jactaba de que si no le hubiera dicho que se quitara las gafas, Reagan nunca habr¨ªa sido una estrella, y por tanto, tampoco gobernador de California, y mucho menos presidente. Pero Joy ten¨ªa para todos. Durante una cena en la Casa Blanca, le dijo a Gorbachov que ten¨ªa que derribar ¡°ese muro¡±, y desde que cay¨® el muro de Berl¨ªn, ella presum¨ªa de haber acabado con el comunismo.
En su periplo por Los ?ngeles, Palm Springs y aleda?os, los Mutti-Mewse recorrieron asilos p¨²blicos, lujosos centros de retiro y todo tipo de casas con piscina. Dentro, el guion sol¨ªa parecerse menos a la ¨¦pica tr¨¢gica de El crep¨²sculo de los dioses que al de una escena de Las chicas de oro (imagine a Joy Hodges despach¨¢ndose sobre su amiga Ginger Rogers, con quien estaban a punto de reunirse en el Thunderbird Country Club, un elitista resort para jubilados: ¡°Me gustar¨ªa que hiciera terapia. Come demasiado H?agen-Dazs y se va a salir de esa silla de ruedas¡±).
Los hermanos nacieron en un acomodado suburbio de Sussex (primero Austin y, cinco minutos despu¨¦s, Howard). Su padre ten¨ªa un negocio de seguros y su madre era ama de casa. No es el entorno m¨¢s parecido a las soleadas colinas de Hollywood y, de hecho, Austin y Howard no habr¨ªan sabido romper el hielo con Anita, Ginger o Maila si no hubiera sido por las tardes de s¨¢bado que pasaron viendo pel¨ªculas antiguas en casa de su abuela, Violet. Y sobre todo, por sus impecables modales. ¡°Para ella, antes de abrir un regalo hab¨ªa que tener escrita la nota de agradecimiento¡±, bromea Howard. Nunca hubo un consejo mejor. Cuando a los 12 a?os le escribieron aquella primera carta a Lillian Gish, la diva de los a?os diez, y ella les contest¨®, Violet les oblig¨® a responder al momento. La actriz, feliz al enterarse de que ten¨ªa unos admiradores tan j¨®venes, les sugiri¨® que escribieran a su amiga Colleen Moore, otra reina del cine mudo, que a su vez les puso en contacto con Douglas Fairbanks, Jr. ¡°Fue como una bola de nieve¡±, admite Howard.
Veinticinco a?os despu¨¦s de aquel primer viaje a California, sus vidas se han visto inevitablemente entrelazadas con las de las estrellas con quienes contactaron de ni?os. Y no solo porque, en muchos casos, entablaran duraderas amistades, hayan organizado exposiciones en su honor ¨Cla ¨²ltima, sobre el fot¨®grafo Frank Worth, en 2002¨C y se hayan convertido en una suerte de bi¨®grafos oficiosos. ¡°Nuestro inter¨¦s en ellos ha llegado a definir qui¨¦nes somos ahora, e incluso lo que hacemos¡±, asiente Howard, que, al igual que su hermano, trabaja en la industria que m¨¢s ama la nostalgia: la moda. ?l es responsable de comunicaci¨®n en Dockers, y su hermano, consejero en Hardy Amies y otras firmas brit¨¢nicas de sastrer¨ªa.
?Qu¨¦ impacto creen que tuvieron en las vidas de esas personas?
A: Una actriz nos dijo que le hab¨ªamos devuelto la juventud. No creo que fu¨¦ramos los ¨²nicos que les escrib¨ªan, pero todos sus fans ten¨ªan su edad. Era esa juventud, y que fu¨¦ramos ingleses y adem¨¢s gemelos, lo que les atra¨ªa.
Visitaron a decenas de estrellas y se interesaron por sus biograf¨ªas y por sus carreras, pero pocas veces ese inter¨¦s fue rec¨ªproco.
A: Depend¨ªa del ego. Ginger Rogers no te preguntaba, claro que no. Bob Hope, en cambio, s¨ª. Algunos de ellos segu¨ªan manteni¨¦ndose inquietos, as¨ª hab¨ªan logrado aceptar el ocaso de su carrera, mientras que otros eran famosos, y solo quer¨ªan hablar de eso. Cuando ¨ªbamos a residencias de ancianos ellos sab¨ªan que el tiempo de visita era limitado, as¨ª que quer¨ªan aprovecharlo al m¨¢ximo. Estabas hablando con alguien y otra persona se acercaba, te cog¨ªa de la mano y preguntaba: ¡°?Eres uno de los gemelos? Hemos o¨ªdo que est¨¢n interesados en el viejo Hollywood. ?Yo tambi¨¦n sal¨ªa en pel¨ªculas!¡±.
Alguna actriz intent¨® seducirles.
A: Una Navidad mi mujer y yo llevamos a Mildred Shay, que ya era una buena amiga, con nosotros a casa de mis padres. Est¨¢bamos sentados a la mesa y, de repente, le dice a mi madre: ¡°?Sabe? ?Todav¨ªa no le he visto el pene!¡±. Mi madre la mira sin saber qu¨¦ decir y ella contin¨²a: ¡°No he visto una polla desde 1987, cuando mi marido muri¨®. ?Lo ¨²nico que le pido es que me la ense?e, para que no se me olvide c¨®mo son!¡±.
?Cu¨¢ntos de ellos hab¨ªan logrado mantener su estilo de vida?
H: Algunos hab¨ªan invertido bien, mientras que otros gastaron como si nunca se fuera a acabar.
A: Pero la fachada segu¨ªa ah¨ª, aunque las chaquetas de los hombres estuvieran ra¨ªdas y los vestidos de las mujeres hubieran conocido tiempos mejores. Y el maquillaje. Todo dec¨ªa: ¡°Todav¨ªa parezco una estrella¡±.
H: Recuerdo a Mildred, cuando la acompa?¨¢bamos de vuelta a California. Est¨¢bamos en salidas de Heathrow y ella no paraba de mirar a su alrededor. Le preguntamos si le pasaba algo y exclam¨®: ¡°?Todo el mundo parece venir del supermercado!¡±. ?bamos coger un vuelo transatl¨¢ntico y para ella lo adecuado habr¨ªa sido despedir al avi¨®n con una mano enguantada.
As¨ª que el glamour existe.
A: Ginger Rogers lo irradiaba, era como una supernova. Percib¨ªas que toda la historia del musical americano estaba sentada ante ti. O Liz Taylor. Incluso aquellos actores menos conocidos lo ten¨ªan, hab¨ªa algo muy poderoso en ellos.
?Y hoy qui¨¦n lo tiene?
H: George Clooney posee ese aura, ese misterio.
A: Ya en los a?os ochenta, Bette Davis dec¨ªa que Meryl Streep era un fen¨®meno. Que si tuviera que entregarle a alguien su corona de reina de Hollywood, ser¨ªa a ella.
A: Hay una gran diferencia entre el sistema de hoy y el de antes. Entonces, los estudios creaban estrellas, muchas de ellas sin sustancia, pero Meryl Streep, adem¨¢s, es una buen¨ªsima actriz. Beverly Roberts nos dijo una vez que no ten¨ªa ni idea de por qu¨¦ le llamaban edad de oro de Hollywood. ?La mayor¨ªa de las pel¨ªculas eran horribles!
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