El temor al Maligno
Los nacionalismos y populismos engarzan con la vieja tradici¨®n de rechazar al Otro como una imagen del Mal. Quiz¨¢ es ingenuo pedir que el discurso pol¨ªtico sea racional pero, al menos, que no sea infantil
El miedo prolifera m¨¢s que nada. No nos hacemos una idea de lo poco que ser¨ªamos sin el miedo. La tendencia a entregarse una y otra vez al miedo es constitutiva del ser humano¡±, escribi¨® El¨ªas Canetti. Inteligente y pesimista observaci¨®n, como tantas suyas. Parece inherente al ser humano, en efecto, sentirse amenazado, asustado por alguna circunstancia dif¨ªcil a veces de concretar, pero otras encarnada en un grupo o personaje bien identificado. Uno de los temores primarios es el que sentimos ante el Otro, ante quien es culturalmente distinto a nosotros, a quien apenas conocemos ¡ªy no nos interesa conocer mejor¡ª, pese a lo cual le creemos decidido a acabar con nuestra identidad, con esos rasgos ¡ªlengua, religi¨®n¡ª que nos marcan como grupo. Nos ponemos entonces a la defensiva.
El Otro amenazador puede ser una oleada reciente de inmigrantes, que presagia el fin de ¡°nuestra manera de ser¡± tradicional. En buena parte de la Europa que ha votado hace unos d¨ªas han triunfado partidos xen¨®fobos que explotan precisamente este miedo al Otro. Pero el miedo puede proyectarse tambi¨¦n sobre el vecino, sobre todo si el vecino es poderoso, lo que hace cre¨ªble que planee dominarnos. Fue la fobia, en la Espa?a de hace siglos, a la Francia que exportaba ilustraci¨®n e influencia pol¨ªtica; o la prevenci¨®n portuguesa ante la amenazadora Espa?a. O la sensaci¨®n ag¨®nica de invasi¨®n, de augurio de desaparici¨®n de su lengua, que asalta a tantos catalanes ante la marea castellanohablante. O la alarma de estos ¨²ltimos ante el proyecto de ¡°genocidio cultural¡± del castellano por parte del nacionalismo catal¨¢n. Miedo ante un Otro en buena medida imaginario. De ah¨ª que hagamos movimientos que para nosotros son meramente defensivos y que el otro (el otro real, con min¨²scula), tan asustado como nosotros, interpreta como agresivos y como confirmaci¨®n de sus aprensiones.
Cuando uno tiene cierta edad y experiencia sabe que las causas de todo conflicto humano son complejas y que requiere tiempo analizarlas con frialdad y detalle. Pero mucha gente no dispone de ese tiempo ni siente, quiz¨¢s, aut¨¦ntica curiosidad por entender los problemas, por lo que se deja tentar por las simplificaciones. Y ah¨ª ascendemos del miedo a la paranoia. Porque la primera y m¨¢s sencilla forma de simplificar es recurrir a visiones conspiratorias. Las cuales, seg¨²n Karl Popper, reposan sobre ¡°la err¨®nea teor¨ªa de que todo lo que ocurre en la sociedad ¡ªsobre todo acontecimientos tales como guerras, paro, pobreza, escasez, cosas que a la gente en general no le gustan¡ª se debe a designios directos de unos cuantos individuos y grupos poderosos¡±, que en sus formas modernas es ¡°un resultado t¨ªpico de la secularizaci¨®n de una superstici¨®n religiosa¡±.
Las visiones conspiratorias de la realidad pudieron comenzar por ser, como observ¨® Ren¨¦ Girard hace a?os, un paso positivo en el avance de la mente hacia la racionalidad. Con ellas se canaliza la violencia hacia un ¨²nico objeto tot¨¦mico, y se crea todo un campo interior en el que los impulsos destructivos quedan controlados y el grupo puede desarrollar actividades pac¨ªficas y productivas. Favorece, as¨ª, la convivencia y la solidaridad interna. Resueltos los enigmas y superadas las inseguridades al haber identificado la causa de nuestros males, se alcanza un cierto grado de tranquilidad y, tras tomar las debidas precauciones frente al Malvado, el grupo puede sentirse unido y en paz. El mal ha sido expulsado hacia el exterior. La localizaci¨®n y demonizaci¨®n del enemigo ha canalizado la agresividad hacia afuera y reducido las tensiones en el interior. Pero tambi¨¦n produce sumisi¨®n pol¨ªtica e imposibilita las buenas relaciones con el vecino demonizado.
El Malvado arquet¨ªpico atra¨ªa la maledicencia y cargaba con la culpa de todas las calamidades
En el mundo europeo, el clero cristiano desempe?¨® durante siglos estas funciones tranquilizadoras. Dio un nombre al adversario sobrenatural y explic¨® su origen. La Escol¨¢stica, con la l¨®gica determinista / policial del cui prodest?, aplic¨® esta visi¨®n conspiratoria a la vida diaria. Y obtuvo una rentabilidad pol¨ªtica por ello. Porque la identificaci¨®n del enemigo, la invenci¨®n de un chivo expiatorio culpable de nuestros males, suele ser una contribuci¨®n de quienes aspiran a convertirse en guardianes del grupo. Su hallazgo y su denuncia les legitiman como ¨¦lite dirigente.
Aquella Europa medieval repet¨ªa, curiosamente, muchos de los estereotipos elaborados contra el primer cristianismo. Es asombrosa la continuidad en la creaci¨®n de chivos expiatorios y en las caracter¨ªsticas que se les atribuyen. Tanto los cristianos en la Roma imperial como los herejes, brujas y jud¨ªos en las Edades Media y Moderna o los jesuitas, masones, comunistas y ¡ªde nuevo¡ª jud¨ªos en ¨¦pocas m¨¢s recientes, se vieron ante las mismas acusaciones: asociaci¨®n secreta, pacto con los poderes malignos, intenci¨®n de destruir las bases de la convivencia social, entrega a pr¨¢cticas orgi¨¢sticas o aberrantes. Tanta perversi¨®n probaba que aquel grupo demoniaco no pertenec¨ªa a la especie humana; lo que permit¨ªa aniquilarles con la conciencia tranquila.
Como demuestra la lista anterior, el Otro amenazador puede muy bien, aunque provenga de fuera, vivir entre nosotros. Norman Cohn, que escribi¨® algunos libros inolvidables sobre estos temas, subray¨® los rasgos comunes a los perseguidos medievales: no eran un grupo tradicionalmente respetable, sino aupado recientemente a posiciones de poder; y, aunque vivieran entre nosotros, lo hac¨ªan en una situaci¨®n de cierta marginaci¨®n, de aislamiento. Sin embargo, segu¨ªa Cohn, su funci¨®n era tan ¨²til al conjunto que, por muy graves acusaciones que pesaran sobre ellos, no se les eliminaba. En parte porque ejerc¨ªan funciones de las que la sociedad no pod¨ªa prescindir f¨¢cilmente (sab¨ªan sanar, o vend¨ªan ung¨¹entos ben¨¦ficos, junto con los mal¨¦ficos), pero sobre todo porque serv¨ªan para atraer sobre s¨ª toda la maledicencia, para que se les culpara de todas las calamidades incomprensibles que abrumaban al conjunto¡ Solo en momentos de extrema inseguridad y angustia se disparaba la tensi¨®n y se les exterminaba f¨ªsicamente.
La edad y la experiencia ense?an que las causas de todo conflicto humano son complejas
Los fen¨®menos de la actualidad europea que mejor engarzan con esta vieja tradici¨®n son los nacionalismos y los populismos. Los nacionalismos se construyen, por definici¨®n, contra algo o alguien, contra ese vecino que nos oprime o nos impide ser lo que queremos. Tambi¨¦n Espa?a, en su gran momento nacionalista, bajo el primer franquismo, libraba su cruzada contra la ¡°sierpe venenosa¡± del juda¨ªsmo; el r¨¦gimen se enfrentaba con ¡°tenebrosos poderes internacionales¡±. Como ¡°palad¨ªn de la fe de Cristo¡± ¡ªexplicaba Carrero Blanco en Espa?a y el mar¡ª, Espa?a hab¨ªa batallado contra la Reforma, la Enciclopedia, el liberalismo, el izquierdismo ateo, la masoner¨ªa, el marxismo¡ todos ellos encarnaciones de una ¨²nica lucha: la del Imperio Sionista del Pueblo Elegido contra la Civilizaci¨®n Cristiana.
Los populismos han repetido y repiten el mismo esquema. Tanto el UKIP brit¨¢nico de Nigel Farage como el Frente Nacional de Le Pen en Francia, el PPV del holand¨¦s Geert Wilders, el Partido Popular Dan¨¦s o los Verdaderos Finlandeses, coinciden en cultivar el miedo a los inmigrantes como amenaza para ¡°nuestra forma de ser¡±. Hace muchos a?os se les adelant¨® el general Juan Domingo Per¨®n al otro lado del Atl¨¢ntico, se?alando de manera imperecedera al enemigo del siempre inocente pueblo argentino: la perversa oligarqu¨ªa antinacional. Esperemos que la gente nueva de Podemos no caiga en la tentaci¨®n de cultivar esta veta discursiva, ahora que han bautizado al gran malvado como ¡°la Casta¡±.
Los socialismos son otro caso de exitosa identificaci¨®n del culpable de todos los males sociales: el capitalismo, movido por la perversa ¡°burgues¨ªa¡±. Para un marxista riguroso es in¨²til ponerse a distinguir matices ante los problemas econ¨®micos, sociales, psicol¨®gicos o ambientales, porque todos se deben a ¨²nico agente maligno: la burgues¨ªa capitalista, que en su ansia acumuladora destruye la econom¨ªa, la salud o el medio ambiente. El marxismo es una teolog¨ªa completa, dec¨ªa el brasile?o fray Betto, porque, despu¨¦s de dos mil a?os de cristianismo, hab¨ªa logrado al fin identificar al Demonio; su nombre era, por supuesto, el Capital; y su eliminaci¨®n significar¨ªa el fin de la infelicidad social.
No ser¨¦ tan ingenuo como para pedir que el discurso pol¨ªtico sea racional. Pero, al menos, que sea un poco menos infantil.
Jos¨¦ ?lvarez Junco es historiador. Su ¨²ltimo libro es Las historias de Espa?a (Pons / Cr¨ªtica).
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