Lo sentimos

Imaginemos un hospital en el que los enfermos viven pendientes de la salud de sus m¨¦dicos; un parvulario donde los cr¨ªos han de poner orden y ense?ar canciones infantiles a sus profesores; un hogar en el que los hijos peque?os salieran a trabajar todos los d¨ªas mientras los padres se van al instituto¡­ Un mundo al rev¨¦s, en fin, que hasta ahora ven¨ªa siendo materia para la ficci¨®n y que de s¨²bito ha saltado a la realidad. Ah¨ª nos vemos usted y yo, ciudadanos de a pie, como se dice, agobiados por los problemas internos de la monarqu¨ªa, del PSOE, del PP y de las instituciones en general. Quienes tendr¨ªan que estar las 24 horas del d¨ªa d¨¢ndole vueltas a c¨®mo resolver nuestros problemas, que son muchos, andan de ac¨¢ para all¨¢ completamente atribulados por conflictos internos, ajenos del todo a lo que ocurre al otro lado de sus despachos, donde millones de contribuyentes hacen cola a las puertas de las oficinas del INEM, o malviven con salarios de Liliput, o han de salir al caer a la noche, como ratas, a buscar en los contenedores de basura algo que llevarse a la boca. Significa que nuestros pr¨®ceres parecen m¨¦dicos enfermos, profesores ignorantes, legisladores sin conocimientos, cuando no pura y simplemente pe?a que va a lo suyo, aunque cobran con puntualidad un sueldo del Estado. Lo nuestro, lo de los ciudadanos que cruzamos las calles por el paso de cebra, es horrible. Ya no nos extra?a que se repartan sobresueldos, ni que tengan cuentas en Suiza, ni que amnist¨ªen a los defraudadores, ni que pillen a un miembro del Constitucional borracho en una moto, ni que una pol¨ªtica en activo se d¨¦ a la fuga ante la presencia policial. Nos hacemos cargo, cr¨¦annos, de sus problemas con el escalaf¨®n, con el alcohol, con la autoridad, con la familia, con el dinero negro, pero los que necesitamos atenci¨®n somos nosotros.