Cara a cara con la pesca pirata
Las aguas de Sierra Leona son un para¨ªso para la pesca ilegal, lo que supone una seria amenaza tanto para el Medio Ambiente como para la seguridad alimentaria de este pa¨ªs africano Una fundaci¨®n, Environmental Justice Foundation (EJF), coopera con el Gobierno del pa¨ªs en un proyecto de vigilancia comunitaria para denunciar y probar los casos de pesca pirata
Los pescadores locales los llaman the blackfaces, los caras negras, porque su proa es oscura como la noche. Una docena de barcos surcoreanos lleva unos 15 a?os pescando ilegalmente en aguas de Sierra Leona, tanto porque act¨²an sin licencia o con artes prohibidas como porque entran en zonas reservadas para la pesca artesanal. Desde que llegaron, las capturas de los pescadores locales han disminuido y cada vez tienen que ir m¨¢s lejos para faenar, lo que incrementa los costes de esta actividad y la inseguridad alimentaria. Representan una amenaza para el medio ambiente y para la supervivencia del sector artesanal, mientras el Gobierno admite que no tiene medios suficientes para controlarlos. Esta es la historia de un expolio a la vista de todos.
Es de noche. El arrastrero est¨¢ a unas 10 millas de la costa con los motores apagados, no muy lejos de la Isla Banana, esperando el momento propicio para echar las redes. James Koroma, un veterano pescador, conoce bien este barco. ¡°Lleg¨® a haber much¨ªsimos, 30 o 40, ahora quedan menos de 15¡±, asegura. En el puerto de Tombo la confusi¨®n es total. Las peque?as piraguas regresan de faenar mientras los hombres que se quedaron en tierra reparan las redes entre el intenso olor del pescado frito que preparan las mujeres aqu¨ª y all¨¢. Los pescadores vuelven con cara de pocos amigos. Desde que los grandes barcos se acercan a la costa, las capturas se reducen y son cada vez m¨¢s peque?as. Adem¨¢s, est¨¢ el problema de ¡°encontrarse¡± con los arrastreros. Ya ha habido choques y las peque?as piraguas artesanales salen siempre peor paradas. El pasado mes de marzo uno de los caras negras destroz¨® una red. ¡°Y nos cuesta mucho esfuerzo repararlas¡±, a?ade.
Pese a las tasas de crecimiento econ¨®mico de los ¨²ltimos a?os de hasta un 15% anual, Sierra Leona sigue siendo un pa¨ªs subdesarrollado (el 70% de su poblaci¨®n malvive bajo el umbral de la pobreza) que depende de su mar para sobrevivir. S¨ª, la extracci¨®n de mineral de hierro est¨¢ siendo capaz de aportar grandes cifras a una econom¨ªa en franco despegue, pero las actividades que siguen manteniendo el sustento b¨¢sico son la agricultura y, sobre todo, la pesca, que emplea a unas 300.000 personas en todo el pa¨ªs y que supone el 64% de la prote¨ªna animal consumida. El problema es que el pescado no es un recurso infinito. El arrastre que llevan a cabo estos grandes barcos es indiscriminado y en sus redes quedan atrapados todo tipo de tallas y de especies, algunas de ellas protegidas. Se calcula que el 75% de sus capturas son de nuevo arrojadas al mar, el descarte, peces ya muertos o agonizantes que representan una baja rentabilidad desde el punto de vista econ¨®mico, pero que las comunidades locales s¨ª aprovechan.
Pero, ?por qu¨¦ la actividad de los?blackfaces es ilegal? En primer lugar porque se introducen dentro de la zona reservada para la pesca artesanal, que en Sierra Leona es de unas cinco millas a partir de la costa. En otras ocasiones porque act¨²an sin licencia, porque utilizan redes muy peque?as que no respetan las tallas m¨ªnimas o porque llevan a cabo transbordos en alta mar, a 50 o 60 millas de la costa, cuando le ley sierraleonesa obliga a que las capturas tengan que pasar por tierra para poder llevar un control. De hecho, nadie sabe a ciencia cierta cu¨¢nto pescado sale cada a?o de las aguas de Sierra Leona, aunque se calcula que las p¨¦rdidas para el pa¨ªs (pesca sin licencia, valor de las capturas que pierden los artesanales e impuestos) ronda los 29 millones de d¨®lares anuales.
El problema viene de atr¨¢s. Flotas chinas, europeas y de pa¨ªses de la regi¨®n han pescado siempre en estas aguas, y no siempre dentro de la legalidad, aunque en la actualidad la actividad de los surcoreanos es la m¨¢s intensa y muy visible. Se trata de una docena de barcos construidos en Jap¨®n en los a?os setenta que tras ser comprados por empresas de Corea del Sur y operar en el Mar de Barents (Rusia), a finales de los a?os noventa empezaron a faenar en aguas de ?frica occidental. Su principal objetivo es un tipo de corvina propio de esta cornisa atl¨¢ntica, la pseudotolithus elongatus. Desde ¨¦pocas remotas los coreanos han apreciado la corvina, que consideran un plato exquisito. De hecho, la conocen como jong-eo, que significa ¡°el mejor pescado¡±, y es muy utilizada en bodas, bautizos y ritos de veneraci¨®n de los antepasados.
Los barcos de la flota surcoreana, como el Medra, el Marcia 707, el Seta 70, el 515 Amapola o el Marampa 803, tienen un largo historial de pesca pirata (han sido sancionados en numerosas ocasiones), se mueven de un pa¨ªs a otro y cambian su apariencia e incluso su pabell¨®n (adoptando banderas de conveniencia) o su nombre para burlar la vigilancia. Es como el juego del rat¨®n y el gato. Un d¨ªa est¨¢n en aguas de Liberia, al d¨ªa siguiente en Sierra Leona y una semana m¨¢s tarde en las de Guinea Conakry o Guinea Bissau, pa¨ªses que no tienen los medios suficientes para hacer frente a este problema. Su sede es Corea del Sur, pero muchos tienen base en el puerto de Las Palmas de Gran Canaria, porque una parte del pescado (preferentemente especies diferentes a la corvina que mandan a Corea del Sur) la exportan a Europa pasando por Canarias.
No es que no existan los filtros, es que no funcionan como deber¨ªan. Aprovechan los agujeros negros del sistema de control y la debilidad de los gobiernos costeros, cuyos funcionarios o incluso cargos pol¨ªticos pueden ser m¨¢s f¨¢cilmente corruptibles. De entrada, Sierra Leona ha concedido licencias a muchos barcos que ya hab¨ªan protagonizado incidentes de pesca ilegal en el pasado, lo cual presentaba un riesgo claro de que se volvieran a producir. El Gobierno obliga a llevar a bordo un transmisor que permite saber en todo momento d¨®nde se encuentra, pero algunos barcos lo apagan cuando van a penetrar en la zona prohibida, que es donde se encuentra la corvina. Tambi¨¦n es obligatorio contar con observadores gubernamentales a bordo, pero su labor no es f¨¢cil.
Estamos en Freetown. M., uno de esos observadores, acepta hablar con nosotros, aunque prefiere no revelar su identidad. ¡°Desde 2006 estoy contratado por el Gobierno para realizar esta tarea y la conozco muy bien¡±, explica con rotundidad. ¡°El primer problema que tenemos es que son los propios armadores quienes pagan nuestros sueldos, unos 200 d¨®lares al mes. Estamos sujetos a todo tipo de presiones, amenazan con no pagarnos si comunicamos las ilegalidades. Adem¨¢s, para hacerlo necesitamos su GPS, su radio. Est¨¢s todo el tiempo subordinado a lo que ellos quieran. Una vez me llam¨® el director de la compa?¨ªa para que cambiara el informe. Un compa?ero estuvo tres d¨ªas retenido en un camarote. Cosas as¨ª¡±.
M. lo tiene muy claro. ¡°Ellos quieren la corvina que vive cerca de la costa y si su pesca no fuera ilegal no la conseguir¨ªan: entran en la zona restringida, usan redes m¨¢s peque?as, trasbordan en alta mar. Y el Gobierno de Sierra Leona quiere evitarlo, pero no puede, no tiene los recursos¡±. Para la vigilancia pesquera, el pa¨ªs cuenta con una embarcaci¨®n cedida por el Gobierno de la Isla de Man que no se est¨¢ usando por sus elevados costes y con dos lanchas de servicio mar¨ªtimo del Ej¨¦rcito. O sea, dos fuera borda con base en Freetown para una l¨ªnea de costa de 510 kil¨®metros.
Vigilancia comunitaria con tel¨¦fono, c¨¢mara y GPS
En el sur de Sierra Leona tiene su principal campo de acci¨®n la Environmental Justice Foundation (EJF), una fundaci¨®n que coopera con el Gobierno de Sierra Leona con un proyecto de vigilancia comunitaria que pretende denunciar los casos de pesca pirata y que nos ha tra¨ªdo hasta este pa¨ªs. Como casi todos en la regi¨®n, Amara Kalone se dedicaba antes a la pesca, pero ahora es la antena de EJF. "Las comunidades est¨¢n bien organizadas y todas tienen mi tel¨¦fono. Cuando alguien ve un pesquero en la zona prohibida me llaman inmediatamente y yo intento acudir lo m¨¢s r¨¢pido posible. Cuando llego, tomo fotos del barco con el posicionamiento GPS y env¨ªo la denuncia del incidente a EJF", explica. Entre enero de 2010 y julio de 2012, este proyecto de vigilancia lanz¨® la alerta sobre 252 incidentes relacionados con la pesca pirata en Sierra Leona.
Andy Hickman es el coordinador de la Campa?a de Oc¨¦anos dentro de la Fundaci¨®n. "El gran problema es la escasa capacidad que tienen la mayor parte de los pa¨ªses de ?frica occidental para vigilar su costa. Y el 90% de los barcos que hemos detectado llevando a cabo pesca pirata tienen certificados para exportar sus capturas a Europa". Aunque la Uni¨®n Europea ha desarrollado un doble sistema de certificaci¨®n de origen, lo cierto es que el pescado capturado de forma ilegal sigue circulando. Y es que la pesca pirata no es una historia peque?a o marginal. Esta actividad sin control genera hasta 23,5 billones de d¨®lares al a?o en todo el mundo (entre 11 y 26 millones de toneladas de pescado) y ?frica occidental es su capital, su punto m¨¢s caliente, pues se estima que el 37% de las capturas que se llevan a cabo en esta zona son ilegales.
El ministro de Pesca, Allieu Pat-Sowe, est¨¢ muy enfadado. Medios internacionales como Al Jazeera o la BBC se han hecho eco en los ¨²ltimos meses de la intensa actividad ilegal que despliegan los grandes arrastreros en Sierra Leona. Sin embargo, acepta recibirnos en su despacho del Ministerio, en Freetown. ¡°S¨ª, es cierto, perdemos casi 30 millones de d¨®lares al a?o por la pesca pirata, pero nadie dice todo lo que estamos haciendo. Hemos puesto en marcha un sistema de monitoreo que funciona y nos permite detectar muchas de las ilegalidades. ?Por qu¨¦ no dicen esto? Los armadores vienen, se registran, pagan sus licencias y pescan; pero si no vienen a inscribirse no podemos cogerlos a todos. Somos un pa¨ªs soberano, pero no podemos controlar toda nuestra costa. Esto es una realidad, no tenemos medios suficientes. En lugar de hablar tanto, lo que deber¨ªan hacer nuestros aliados internacionales es darnos helic¨®pteros y ayudarnos a mantenerlos¡±, explica con vehemencia.
Desde un despacho pr¨®ximo, el director general de Pesca, Alpha Abdou Bangura, muestra con orgullo la pantalla de su ordenador en la que se ven decenas de puntitos rojos, cada uno de ellos un barco, sobre un mapa del litoral costero. ¡°Estamos combatiendo la pesca ilegal con mucha m¨¢s intensidad que en el pasado¡±, asegura, mientras nos explica c¨®mo funciona el Sistema de Monitoreo de Embarcaciones, que obliga a que todos los barcos lleven un transmisor a bordo que, en el caso de que alguno decida apagarlo, env¨ªa una notificaci¨®n autom¨¢tica al centro de control. Pero, ?es esto suficiente? Parece que no. El pasado mes de enero dos barcos surcoreanos fueron detenidos dentro de las cinco millas restringidas y se les impuso una multa de 380.000 d¨®lares a cada uno. El problema es que, incluso pagando esta sanci¨®n, les sigue saliendo rentable pescar all¨ª. Un buen d¨ªa de pesca, cada barco puede capturar hasta 40.000 d¨®lares de pescado. En un mes, un mill¨®n de d¨®lares.
Vamos a la zona portuaria. All¨ª se encuentra la oficina del capit¨¢n Saliu Kano, que est¨¢ al frente del servicio de vigilancia mar¨ªtima de Sierra Leona, y que confirma las palabras del ministro. ¡°Nuestra labor es la vigilancia mar¨ªtima, no solo para la pesca ilegal, sino para impedir todas las actividades il¨ªcitas que se puedan producir en nuestras aguas, como tr¨¢fico de drogas o de seres humanos. Y los recursos de que disponemos son insuficientes. Tenemos 41.000 millas n¨¢uticas cuadradas [algo m¨¢s que la suma de Andaluc¨ªa y Murcia] que vigilar, si lo comparas con la superficie terrestre, los hombres de que disponemos y los desaf¨ªos que se nos presentan, s¨®lo podemos decir que nuestros medios son inapropiados. La seguridad mar¨ªtima es la m¨¢s cara de todas, los medios son los m¨¢s costosos. Incluso si tienes recursos donados, hay que asumir su mantenimiento. Nuestro gobierno tiene muchos retos en tierra, est¨¢ comprometido en el desarrollo de infraestructuras, en mejorar la Educaci¨®n, la Salud¡ Tenemos la esperanza de que un d¨ªa, cuando la econom¨ªa de este pa¨ªs crezca, se llevar¨¢n a cabo las inversiones que permitan dedicar una atenci¨®n adecuada a la seguridad mar¨ªtima¡±.
En el sur de Sierra Leona, la pesca pirata encuentra caladeros propicios. Alejada de los escasos recursos gubernamentales de vigilancia mar¨ªtima, aguas ricas, mayor impunidad. ¡°Antes pesc¨¢bamos m¨¢s cerca de la costa, pero desde que est¨¢n los coreanos nos tenemos que ir mucho m¨¢s lejos y eso nos supone un gasto enorme en gasolina. El pescado que cogemos es cada vez m¨¢s peque?o¡±, explica Usmane Kpanabum, jefe local de Bohoi, una aldea situada cerca de Bonth¨¦, en la isla Sherbro. Aqu¨ª se vive con lo justo. Y el mar es la base de la vida. Como gran paradoja, los pescadores recuerdan con a?oranza los tiempos de la guerra, que termin¨® hace ya 12 a?os, porque entonces los grandes barcos se esfumaron como por arte de magia. Hab¨ªa pescado en abundancia.
La organizaci¨®n brit¨¢nica Environmental Justice Foundation (EJFoundation) lleva a?os recogiendo denuncias y monitorizando la actividad ilegal de los grandes pesqueros en ?frica Occidental.
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