Una deuda hist¨®rica con Sefarad
La injusticia no se refiere solo a los jud¨ªos sino a la Espa?a que no fue
Los descendientes de aquellos jud¨ªos expulsados en 1492 pueden ser ciudadanos espa?oles. Es, a los ojos del Gobierno que acaba de tomar la medida, la reparaci¨®n de una ¡°deuda hist¨®rica¡±. Incluso para los par¨¢metros de la ¨¦poca, la decisi¨®n de los Reyes Cat¨®licos, fue una injusticia. Se les desterr¨® violentamente porque sus autores pensaban que la pluralidad cultural era una amenaza. Que hoy los responsables pol¨ªticos del pa¨ªs que naci¨® de aquella decisi¨®n reconozcan la injusticia cometida es un gesto digno de encomio, a condici¨®n de que se tenga bien presente el alcance de la deuda contra¨ªda.
Un gesto encomiable, evidentemente, porque rompe con el sacrosanto principio de que ¡°la historia es el tribunal de la raz¨®n¡±, es decir, que lo que vale, lo que cuenta, es lo que consigue imponerse. Vae victis! Si ahora uno viene y reconoce que lo que tuvo lugar fue injusto, lo que hace es sacar los colores a la historia. Ahora bien, si la expulsi¨®n fue una injusticia, la Espa?a que emergi¨® de aquella decisi¨®n, que es la nuestra, tiene los pies de barro. La deuda no se refiere s¨®lo, por tanto, a los jud¨ªos ¡ªinjusticia tanto mayor cuanto que los expulsados eran habitantes de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica anteriores a los cristianos viejos que les expulsaban¡ª sino a la Espa?a que pudo ser y de la que se priv¨® a las generaciones siguientes.
Aquellos que han pensado Espa?a desde sus conflictos, como Am¨¦rico Castro, coinciden en se?alar que nuestra secular malvivencia tiene que ver con un acontecimiento traum¨¢tico que transform¨® la convivencia en enfrentamiento y que peri¨®dicamente se repite. El trauma viene de un proyecto hist¨®rico, llamado Espa?a, que se construy¨® desde la negaci¨®n de lo que significaba Sefarad.
No se trataba s¨®lo de expulsar a una comunidad que invocaba a un Dios distinto, sino a un pueblo que hab¨ªa hecho de la di¨¢spora su filosof¨ªa pol¨ªtica. La di¨¢spora es el modo de existencia pol¨ªtica por la que opt¨® Israel en el exilio de Babilonia. Antes quiso ser un reino, como tantos otros, y le sali¨® mal porque acab¨® confundiendo algo tan terrenal como la convivencia con un trasunto de lo divino como era el Estado.
La di¨¢spora es el modo de existencia pol¨ªtica por la que opt¨® Israel en el exilio de Babilonia
Esa experiencia les vacun¨®, dice el fil¨®sofo Moses Mendelssohn, contra toda tentaci¨®n de aspirar a un Estado propio. Entonces decidi¨® que lo suyo era vivir pac¨ªficamente entre los dem¨¢s pueblos, renunciando a toda forma de nacionalismo pol¨ªtico. Con la di¨¢spora Israel inventa la universalidad pol¨ªtica. El destierro de los jud¨ªos era el ¨ªndice de que para el proyecto pol¨ªtico que nac¨ªa con la unificaci¨®n de Castilla y Arag¨®n el jud¨ªo de la di¨¢spora era un incordio.
Es verdad que Espa?a no fue la ¨²nica naci¨®n, ni siquiera la primera, en tomar una medida semejante. Pero esa t¨®nica general lo ¨²nico que revela es la fragilidad sobre la que se ha construido la historia de los Estados modernos. La violencia y no la raz¨®n han construido la historia.
El reconocimiento de la nacionalidad espa?ola a los jud¨ªos sefard¨ªes repara la parte m¨¢s formal de la injusticia pasada. Lo suyo ser¨ªa repensar lo que Espa?a ha devenido, una vez que se liber¨® de la r¨¦mora que supon¨ªa tener entre sus filas a un pueblo dominado por la mentalidad diasp¨®rica. No deber¨ªamos quejarnos del ruido que provocan los que ahora plantean en Catalu?a la independencia. Es m¨¢s de lo mismo. Un pueblo, un Estado. Y si todos los Estados se han construido excluyendo, por qu¨¦ el excluido no ha de optar a ser Estado, aunque sea de nuevo excluyendo. S¨®lo un pueblo se atrevi¨® a pensar un modo de existencia diferente. Y ese pueblo se atragant¨® a todo el mundo.
La mentalidad diasp¨®rica, que fue vista como un peligro en el pasado, ?tiene alg¨²n sentido hoy? ?la debemos algo? Sabemos que el antisemitismo europeo fue tan brutal que una buena parte de los propios jud¨ªos acabaron recalando en el nacionalismo sionista. Ni siquiera la Uni¨®n Europea, nacida para superar los l¨ªmites territoriales, consigue dejar atr¨¢s los atavismos nacionales. Malos tiempos para el universalismo pol¨ªtico.
La esperanza de que las cosas puedan ser de otro modo la dan gestos como este de reconocer una deuda hist¨®rica, porque m¨¢s all¨¢ de reconocer el da?o causado a una parte de los espa?oles de la ¨¦poca, lo que ah¨ª se esconde es la denuncia de un modo violento de construir la convivencia.
La reparaci¨®n que propone con su gesto el Gobierno espa?ol es meramente simb¨®lica y vale s¨®lo en la medida que reconozcamos lo irreparable, es decir, lo que todav¨ªa sigue pendiente. No se repara el da?o material y moral que se hizo a sus antepasados. Y, tampoco, un modo de ser, heredado desde entonces, que nos lleva a afirmarnos los unos demonizando a los otros. Si el pasado pudo ser de otro modo, no estamos condenados a repetir lo recibido.
Reyes Mate es profesor de Investigaci¨®n del CSIC. Su ¨²ltimo libro publicado es La piedra desechada, Trotta, 2013.
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