'Futebol' es (m¨¢s que) f¨²tbol
El periodista Alex Bellos repasa en un ensayo tit¨¢nico la influencia del balompi¨¦ en la mentalidad y la cultura de Brasil
Ahora que Neymar Jr. trisca cual fauno por la banda y fabrica m¨¢s bicicletas que BH en la Espa?a de los ochenta, habr¨¢ que pensar unas cuantas cosas. Por ejemplo, que los regates imitan el miudinho, un tipo de samba marcial. Pero no s¨®lo porque los brasile?os amen m¨¢s el Carnaval que los desfiles militares, sino porque durante un tiempo el balompi¨¦ fue un deporte segregado y elitista: los negros evitaban el contacto con los jugadores blancos por miedo a represalias, as¨ª que deb¨ªan perfeccionar su dribling para zafarse del resto (t¨¢ctica similar a la capoeira, que en realidad era un arte marcial que los esclavos disfrazaban de danza para camuflarla ante los ojos de sus due?os). Un arte perfeccionado desde entonces por los precarios inicios de muchos jugadores: con pelotas fabricadas con celcetines, en la lama amaz¨®nica y en la playa de Copacabana. El juego bonito lo es por necesidad.
Desde que Charles Milles desembarc¨® en el puerto de Santos con dos vejigas amarillentas bajo sus axilas (dos balones de f¨²tbol) en 1894, el deporte se convirti¨® en met¨¢fora de desigualdad, catarsis y locura. En un pa¨ªs de casi 200 millones de habitantes (m¨¢s negros que en cualquier otro pa¨ªs salvo Nigeria, y m¨¢s japoneses, salvo en Jap¨®n), donde se compara una derrota en la final de un Mundial con Hiroshima y otra se lleva hasta al Congreso para depurar responsabilidades, cuando se habla de f¨²tbol se habla de todo el resto. Por eso es tan interesante el pr¨®ximo mundial; por eso, tambi¨¦n, lo es Futebol. Brasil y el deporte que le da la vida, del periodista brit¨¢nico Alex Bellos (Ariel).
Desde que Charles Milles desembarc¨® en el puerto de Santos con dos pelotas de f¨²tbol en 1894, el deporte se convirti¨® en met¨¢fora de desigualdad, catarsis y locura
Brasil es el pa¨ªs donde a los delanteros se los conoce por el nombre de pila y a los porteros, por el apellido (dice un intelectual brasile?o que a un defensa se le deber¨ªa pedir hasta el n¨²mero de la Seguridad Social, el delantero es el artista). All¨ª una derrota puede evocar un complot mundial que implique a S¨®crates y a Gadafi u otra, en el Mundial de 1998, lleva a su mayor estrella, Ronaldo, al mism¨ªsimo Congreso de los Diputados a responder una pregunta: ?Por qu¨¦ perdieron? Al fin y al cabo, estamos hablando de un pa¨ªs en el que el bal¨®n tiene m¨¢s nombres (globo, ni?a, chica, mu?eca, regordeta; todos en femenino) que sin¨®nimos de ¡°nieve¡± conoce un esquimal de la Real Academia del Igl¨².
(Jugar a) f¨²tbol hasta en la sopa
Uno imagina en Brasil a gente jugando a f¨²tbol hasta en los tanatorios y a muchos brasile?os (y viceversa) teniendo la fantas¨ªa de yacer con su enamorada con la camiseta de su equipo. O eso se desprende del libro de Bellos. La pr¨®xima sede del Mundial tiene un excedente de estadios de f¨²tbol similar al de los aeropuertos espa?oles: en 1978 contaba con 27 campos de al menos 45.000 personas de aforo y cinco, con m¨¢s de 100.000. Pero no s¨®lo se juega all¨ª.
Existe el futelama (f¨²tbol en barro y agua, en las regiones amaz¨®nicas); el f¨²tbol playa, que empez¨® a practicarse en 1920 (el alcalde de R¨ªo tuvo la peregrina de prohibirlo y se recogieron 50.000 firmas en cuesti¨®n de horas); el footbull, modalidad que incluye un toro en el terreno de juego y tambi¨¦n el Autoball. Cruce (como todo en Brasil, fusi¨®n) de automovilismo y balompi¨¦, vivi¨® un gran auge en los a?os setenta, al hilo del triunfo de la selecci¨®n en 1970 y de las victorias de Emerson Fitipaldi de aquellos a?os en la F¨®rmula 1. Los coches chutaban con el parachoques una pelota de 1,2 metros de di¨¢metro y el ¨¢rbitro iba a pie, aunque, dicen sus adeptos, nunca uno de ellos fue atropellado. Sin embargo, todo ten¨ªa que ver tambi¨¦n con el auge de cierta clase elitista que pod¨ªa permitirse destrozar un coche tras otro a costa de los que no ten¨ªan ni para zapatos (a¨²n ahora, esa desigualdad: los mejores jugadores de la liga ganan casi tanto dinero como en Europa, pero casi el 90% no superan las 100 libras al mes).
En Brasil hay un equipo (Roza FC) de travestis y toda una subcultura de malabaristas del bal¨®n que podr¨ªan pasar por modelos (la m¨¢s famosa, Milena, que se prodig¨® exhibiendo sus toques en c¨®cteles, bodas y Bar Mitzv¨¢s, para acabar contrayendo matrimonio, lo m¨¢s parecido a una alianza real, con Ronaldo en 1999). De hecho, la locura no se limita a las zonas urbanas. En el Gran Peloteo, en Manaos, una delirante metr¨®polis situada en una zona asilvestrada sobre el Amazonas, 522 equipos compiten en un campeonato improbable en el que los clubes improvisados deben presentar a un equipo y tambi¨¦n a una potencial Miss con la camiseta del equipo. F¨²tbol y pasarela, si el equipo cae, la musa del equipo puede funcionar como repesca, y al rev¨¦s. De hecho, algunos xirkrin ofician ceremonias religiosas calentando como futbolistas en la banda y los indios pares¨ªs juegan con una pelota con resina gomosa del ¨¢rbol de la mangaba: s¨®lo emplean la cabeza (Roosevelt, en uno de sus viajes lo bautiz¨® como headball). En 1922, el Fluminense organiz¨® una demostraci¨®n, pusieron traje y botas a los participantes que pelotearon con la cabeza durante horas en el estadio abarrotado, una especie de versi¨®n de la pel¨ªcula Cool Runings, en la que Jamaica presentaba un equipo de bobsleigh en las Olimpiadas de Invierno de Calgary.
Jugadores y peluqueros
Si alguien quiere cortarse el pelo, quiz¨¢s le tiendan esta tarjeta: ¡°Mauro Champ¨²: jugador de f¨²tbol, peluquero y hombre. Soy el ¨²nico en Brasil¡±. Y esta carta de presentaci¨®n del ex jugador de uno de los equipos brasile?os m¨¢s gafados de la historia dir¨¢ m¨¢s del pa¨ªs (cierta homofobia, machismo, pero tambi¨¦n guasa a veces involuntaria) que muchas tesis doctorales.
Los futboleros evang¨¦licos llegaron a tener un equipo que comulgaba con sus ideas, el Universal FC, que arrastraba a m¨¢s de 50.000 espectadores?
No es el ¨²nico personaje. Cuando el f¨²tbol era cosa de blancos, un tal Carlos Alberto se aclaraba la cara con polvo de arroz (a¨²n ahora los aficionados del Fluminense lanzan polvos de talco al estadio antes de cada encuentro) y Le¨®nidas da Silva fue casi el primer futbolista al servicio del marketing (chocolate Diamante Negro, tras el primer Mundial). Aldyr Garcia Schlee, el dise?ador de la canarinha (la camiseta dorada y el equipamiento con los colores de la bandera que cumple ahora 60 a?os) puede, parad¨®jicamente, ser el ¨²nico tipo de la zona al que no le importa la selecci¨®n un pimiento. En un pa¨ªs donde el f¨²tbol es como el Carnaval (festivo, pero tambi¨¦n algo en el que estrellas y p¨²blico participan a la vez de forma activa) no es extra?o que existan los ¡°animadores profesionales¡±, los ¡°torcedores-s¨ªmbolo¡±: Algodoncito, de sonrisa mellada y pelo de pelocho, alquila el espacio de su camiseta (y Caetano le dedica versos en sus canciones). El sincretismo religioso tambi¨¦n funciona al m¨¢ximo: el Padre Santana fue masajista del Vasco, pero tambi¨¦n se ocupaba de mimar a los orix¨¢ (dioses brasile?os; acab¨® en la selecci¨®n de Kuwait, por cierto) y Carlito Rocha, del Botafogo, era tan supersticioso que un d¨ªa su perrito se orin¨® en un jugador y a partir de ese instante le obligaba a hacerlo en la bota de alguno de sus futbolistas (el can cobraba las mismas primas por victorias que sus jugadores).
El protestantismo evang¨¦lico tiene all¨ª importancia en todas las esferas. Por eso, los Atletas de Cristo, jugadores que en sus camisetas interiores no llevan dedicatorias a su esposa o abuela sino a Cristo, son legi¨®n (en el Mundial de 1994, seis jugadores lo eran; la lectura de la victoria que hicieron fue clara). De hecho, los futboleros evang¨¦licos llegaron a tener un equipo que comulgaba con sus ideas, el Universal FC, que pese a ser de Segunda divisi¨®n arrastraba a m¨¢s de 50.000 espectadores a cada partido.
Pero los personajes novel¨ªsticos tambi¨¦n son los propios jugadores y astros. Garrincha, inspirado en la criatura mitol¨®gica cucupira, cuyos pies miraban hacia atr¨¢s, era ¡°un ¨¢ngel con las piernas torcidas¡±. Y un bromista: los aficionaos celebraban m¨¢s sus gamberradas que sus goles, como cuando se dej¨® el bal¨®n atr¨¢s a posta y el defensor lo sigui¨® persiguiendo durante metros. Un tipo que cuando ya era mendigo, por sus desfases con el dinero y el alcohol, le ofrecieron ser el embajador del caf¨¦ en una feria de Bolonia (preguntado por si era bueno, ¨¦l respondi¨®: ¡°No bebo caf¨¦, pero la cacha?a es fant¨¢stica¡±). Un tipo querido, m¨¢s incluso que su n¨¦mesis y compa?ero (el empresario y amante de la Viagra Pel¨¦), en cuyo entierro onde¨® la pancarta: ¡°Hiciste re¨ªr al mundo y ahora lo haces llorar¡±.
Maracanazo vs. Hiroshima
En realidad, casi toda la mitolog¨ªa surge de una derrota: el Maracanazo, en el Mundial de 1950. Otro personaje, el uruguallo Gighia, que marc¨® los goles de la final, dijo: ¡°S¨®lo tres personas han podido, con un solo gesto, acallar Maracan¨¢: Frank Sinatra, Juan Pablo II y yo¡±.
El Maracanazo fue, seg¨²n el antrop¨®log Roberto Da Matta, ¡°la mayor tragedia de la historia contempor¨¢nea de Brasil¡±
Brasil daba por ganada una Competici¨®n, celebrada en su seno porque Europa estaba en ruinas despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial. Con todo ganado, perdieron. Seg¨²n Roberto Da Matta, influyente antrop¨®logo, ¡°fue la mayor tragedia de la historia contempor¨¢nea de Brasil¡±. 200.000 personas llorando. Su portero, Barbosa, acab¨® enloqueciendo y celebrando rituales paganos en los que incendiaba los palos de la porter¨ªa en la que encaj¨® los goles. De hecho, otro libro reciente, Brasil 50. Retratos del Mundial del Maracanazo, de Toni Padilla (Contra Editorial), aborda la derrota, sus protagonistas directos e indirectos, con gracia y esmero.
Los brasile?os esperan ahora levantar la copa. Un gesto, por cierto, inventado por ellos, seg¨²n Bellos: en el Mundial de Suecia de 1958, cuando m¨¢s lucieron, su capit¨¢n ten¨ªa el trofeo en sus manos. Los periodistas brasile?os no pod¨ªan ver a su paisano campe¨®n entre la mel¨¦ de alt¨ªsimos profesionales suecos: ¡°Lev¨¢ntala, ponla encima de tu cabeza¡±. La Copa, para los brasile?os, m¨¢s all¨¢ de la cabeza, de lo razonable y de todo.
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