Una leve moderaci¨®n en un pa¨ªs dividido
En las elecciones del domingo sali¨® derrotado en Colombia el uribismo, que hizo una campa?a populista apelando a s¨ªmbolos tradicionales. Juan Manuel Santos debe trabajar su victoria haciendo pol¨ªtica
Con el 51% de los votos, el 23% del total de electores, gan¨® Santos una victoria sufrida. Los seis puntos porcentuales que sac¨® a su oponente, s¨®lo ser¨¢n suficientes si cumple las promesas electorales o, m¨¢s precisamente, las que debi¨® hacer al conjunto variopinto de fuerzas que contribuy¨® a su relecci¨®n. En democracias electorales consolidadas, como la de Colombia, al final se gana con un voto y ah¨ª radica el misterio de ese mandato popular que cada titular debe interpretar y poner en pr¨¢ctica desde las instituciones del Estado. La segunda vuelta de las elecciones presidenciales colombianas, que por ley se reducen a dos candidatos y al voto en blanco, polariza. El lenguaje exaltado, la mentira fabricada con t¨¦cnicas de mercadeo electoral fueron m¨¢s acentuados en la oposici¨®n cuyo centro gravitacional radica en el expresidente Uribe y su movimiento Centro Democr¨¢tico, forma peculiar de populismo de derecha-extrema derecha que concita el fervor popular apelando a s¨ªmbolos tradicionales, hipocres¨ªa social convencional, frases elocuentes, todo uncido a un conjunto de intereses como los de la gran miner¨ªa extractiva o de los terratenientes que, incluso a sangre y fuego, quieren modernizar el agro colombiano, o los intereses detr¨¢s de contratos con el Estado, particularmente con los municipios ricos. Populismo que tambi¨¦n representa los intereses del tendero de la esquina o del campesino que ve esfumar sus ahorros cuando salda cuentas en los bancos de la ¡°oligarqu¨ªa bogotana¡± o cuando compra abonos qu¨ªmicos o pesticidas importados, donde la cadena de intermediarios lleva la tajada del le¨®n.
La hipocres¨ªa convencional se cubre de un barniz cristiano ¡ªya cat¨®lico, ya de religiones protestantes de cu?o estadounidense¡ª para vilipendiar el respeto constitucional a los derechos reproductivos de las mujeres, las preferencias sexuales; condenar el vestuario indecoroso, el consumo personal de marihuana. El resentimiento social estalla a flor de piel: los pol¨ªticos de clase alta son ¡°manzanillos perfumados¡± que complotan en clubes en medio de la disipaci¨®n que llama ¡°social bacaner¨ªa¡±. Pol¨ªticos que se juntan con los magistrados de los tribunales y los fabricantes de opini¨®n para calumniar a los hombres de bien y ahora negocian con el enemigo ontol¨®gico de la naci¨®n colombiana: los narcoterroristas de las FARC. Esto no es caricatura. Ese carisma patriarcal de Uribe ¡ªque ilustr¨¦ en mi art¨ªculo de hace 12 a?os, Un presidente de a caballo¡ª increment¨® decibelios y configur¨® un m¨¦todo de agresividad efectista a trav¨¦s de las ¡°redes sociales¡±.
Uribe no consigui¨® aceptar que, una vez presidente, Santos pod¨ªa interpretar a su manera las banderas que lo llevaron a la victoria. Por ejemplo, que era razonable pensar que se hab¨ªa llegado a los rendimientos decrecientes en la estrategia militar contrainsurgente; que los Estados Unidos sal¨ªan de Irak y Afganist¨¢n; que la reducci¨®n sistem¨¢tica de los fondos del Plan Colombia implicar¨ªan un enorme esfuerzo fiscal en el frente de la guerra y que, a fin de cuentas, las FARC y el ELN, estaban lejos de rendir armas. Debilitadas, circunscritas en la geograf¨ªa, eran fuerzas poderosas, pero quiz¨¢s en trance de negociar y poner fin a la guerra.
Hay que recordar un hecho b¨¢sico; en un r¨¦gimen de relecci¨®n inmediata, un candidato presidencial piensa en dos per¨ªodos, en ocho a?os, no en cuatro. Es transparente en el giro de pol¨ªtica internacional e interna cuando Santos abri¨® su campa?a reeleccionista el mismo 10 de agosto de 2010 reuni¨¦ndose con Ch¨¢vez en uno de los lugares de reverencia bolivariana: la Quinta de San Pedro Alejandrino en Santa Marta. Atendi¨®, adem¨¢s, el llamado de los exportadores colombianos que tienen en Venezuela un mercado importante. Al rechazar radicalmente el giro, Uribe, a quien se deb¨ªa la reducci¨®n de las FARC, se aisl¨® del consenso de ¡°unidad nacional¡±. El sufrido pa¨ªs colombiano, v¨ªctima de tantos cr¨ªmenes de guerra de todos los contendientes, quer¨ªa, una vez m¨¢s, dar un margen y permitir la negociaci¨®n con una guerrilla mayoritariamente desprestigiada.
Las negociaciones de La Habana podr¨ªan llegar a un acuerdo y aprovechar as¨ª el momento electoral
Tergiversando el proceso, cobrando exageradamente los costos inherentes al ¡°negociar en medio de la guerra¡± que, a diferencia de la ¨¦poca de Pastrana, opera bajo un fuerte cambio de correlaci¨®n de fuerzas en el terreno, Uribe construy¨® una oposici¨®n a ultranza.
Eso se midi¨® en las urnas el pasado 15 de junio. Sali¨® derrotado el uribismo, pero Santos debe trabajar la victoria. Sin duda que gan¨® la moderaci¨®n y eso, en este mundo de una derecha impresentable y fundamentalista, la del Tea Party, la del Frente Nacional de Francia, la del Gobierno h¨²ngaro, merece el elogio. Colombia escogi¨® la moderaci¨®n. Santos la representa. Pero armar una pol¨ªtica moderada, arm¨®nica en el marco de la diplomacia sudamericana, manteniendo la relaci¨®n privilegiada con Estados Unidos, impone un giro general en varios sentidos.
Las negociaciones de La Habana deben llegar pronto al acuerdo para aprovechar el momento electoral. Adem¨¢s, las FARC encuentran mejores pistas de aterrizaje una vez dejen las armas y se transformen en movimiento pol¨ªtico. Ya han aceptado que el sistema legal internacional no permite una paz con impunidad. Ya han ganado el punto seg¨²n el cual la verdad importa y que no se trata solo de una ¡°memoria¡± reconstruida acad¨¦micamente.
Pero viene lo m¨¢s dif¨ªcil. El mapa electoral del 15 de junio retrata fielmente el pa¨ªs pol¨ªtico: los dos candidatos compartieron el apoyo de los grandes caciques y gamonales con sus idiosincrasias de juego sucio; los jefes pol¨ªticos de izquierda en su mayor¨ªa se inclinaron a Santos y quiz¨¢s la peque?a minor¨ªa que vot¨® atendiendo la voz de la raz¨®n, individual y voluntariamente, aunque una buena porci¨®n vot¨® en blanco. Este cuadro es dif¨ªcil de manejar.
El presidente tiene que atender seriamente las fallas geol¨®gicas de la educaci¨®n en el pa¨ªs
Santos ha de girar a la izquierda moderada en un pa¨ªs derechista, algo libertario, bastante individualista. Por ejemplo es posible reconquistar el electorado cafetero. Al fin y al cabo ning¨²n presidente ha castigado tanto el presupuesto nacional subsidiando directamente a los caficultores. El problema es que la Federaci¨®n de Cafeteros ya no es un intermediario pol¨ªtico id¨®neo con las bases. El monopolio de la Federaci¨®n y su burocracia paquid¨¦rmica no solo afecta la eficiencia de los negocios, sino que ya no filtra equitativamente hacia los cultivadores peque?os y muy peque?os.
Para que Santos ponga coto a las transnacionales debe intervenir con energ¨ªa en el frente de la gran miner¨ªa extractiva, fuente de enormes rentas y poderes f¨¢cticos regionales. Debe poner el acelerador en la pol¨ªtica de restituci¨®n de tierras. Tendr¨¢ que preparar an¨ªmicamente al pa¨ªs, quiz¨¢s con base en el Censo Agropecuario que se levanta, a comprender y apoyar una pol¨ªtica que equilibre las cargas cancelando las enormes gabelas y ventajas del rentismo agropecuario que hacen de Colombia el pa¨ªs m¨¢s inequitativo y desigual del planeta. Debe atender seriamente las fallas geol¨®gicas de la educaci¨®n colombiana, la escuela primaria y secundaria, expuestas en los?ex¨¢menes del sistema internacional PISA y sacar las consecuencias del cuadro en la educaci¨®n superior y en la sociedad toda.
Todo eso implica tomar en serio la pol¨ªtica. Santos no lo hizo en su primer mandato. Lo comprendi¨® para la segunda vuelta demostrando que puede hacerlo y que es un pol¨ªtico moderado. Ah¨ª radica su fuerza; confiemos en que tomar¨¢ el riesgo de usarla.
Marco Palacios es historiador colombiano.
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