Trece fontaneros polacos
Los populismos no crecen solo por la crisis. La ¨²nica forma de recuperar el pulso de Europa es no caer en su tela de ara?a, no darse por vencidos, pasar a la ofensiva y construir un programa europe¨ªsta
Las decisiones europeas de estos d¨ªas ser¨¢n trascendentales. La digesti¨®n de las elecciones del 25-M se concretar¨¢ en la designaci¨®n del presidente de la Comisi¨®n y los restantes altos cargos; la orientaci¨®n del programa para la nueva legislatura; las actitudes, retra¨ªdas o din¨¢micas, de los distintos Gobiernos. Un nuevo mapa de pol¨ªticas ambiciosas puede abrirse paso. O puede, por el contrario, volverse al pasado y desandarse el camino ya emprendido. Este ser¨¢ un ag¨®nico pulso entre una Europa (nueva, pero en crisis) contra la (vieja, pero resucitada) anti-Europa. O al rev¨¦s.
Mucho depender¨¢ de la lectura ¡ªe interiorizaci¨®n¡ª de los resultados electorales. ?Por qu¨¦ han crecido los populismos ultras? La explicaci¨®n de que son producto de la crisis econ¨®mica es tan manca como coja. El aumento de los partidos xen¨®fobos y antieuropeos ha sido mayor en pa¨ªses poco heridos por la doble recesi¨®n. Es el caso de Francia, Reino Unido y Dinamarca. O el de Austria, que goza de una excelente situaci¨®n social de casi pleno empleo, con un paro del 4,5%. O el de Finlandia. Tampoco satisface la explicaci¨®n de la mala gobernanza de la Uni¨®n: ?por qu¨¦, entonces, se afianzar¨ªan los extremistas en pa¨ªses como Suiza o Noruega, ambos ajenos a la UE?
Seguramente afrontamos un c¨®ctel de motivos, en el que pesan, y mucho, la crisis econ¨®mica y los d¨¦ficits de la construcci¨®n comunitaria, pero tambi¨¦n otras angustias de la globalizaci¨®n sin reglas: el miedo a la inmigraci¨®n, la inquietud hacia la velocidad de los cambios, la creciente desigualdad, el sentimiento de orfandad ante la acelerada irrelevancia del marco de sentimientos y lealtades que proporcionaba el cuasi-extinto Estado-naci¨®n. El voto antisistema encarna y simboliza algunos problemas del sistema, as¨ª como todas y cada una de las recetas err¨®neas para superarlos. De lo que se infiere que una respuesta basada en un ¨²nico argumento ¡ªel econ¨®mico¡ª ser¨¢ necesaria, pero nunca suficiente.
Si se toma la crisis como una oportunidad para reaccionar, quedan muchas cosas por hacer
La novedad que constituye la cuant¨ªa de la irrupci¨®n ultra en el Parlamento Europeo ¡ªun centenar de los 751 diputados¡ª, jaleada por un hambriento papanatismo period¨ªstico, no ser¨¢ relevante en la tarea legislativa. Nunca los ultras han pegado sello. Pacen en Estrasburgo desde siempre ¡ªLe Pen padre fue eurodiputado durante diez a?os¡ª y jam¨¢s han escrito nada. Pero su presencia ser¨¢ m¨¢s ruidosa e incordiante, tanto m¨¢s cuanto los medios regalen altavoces a su demagogia.
Donde se van viendo sus efectos perjudiciales es en la conformaci¨®n de actitudes de algunos Gobiernos, acongojados por esta nueva competencia. Ya Fran?ois Hollande cometi¨® la inicial torpeza (para Francia) de descartar m¨¢s Europa ¡°donde no sea necesaria¡±, sin percatarse de que a lo mejor lo innecesario es subvencionar su agricultura. En cualquier caso, el peligro del ascenso populista no radica en su (in)capacidad de bloquear nada, sino en su posibilidad de influir sobre las pol¨ªticas europeas de algunos Estados miembros, contaminando a sus Gobiernos con sus posiciones reaccionarias. Por ejemplo, contra la inmigraci¨®n; ya hemos tenido como muestra la reacci¨®n de Nicolas Sarkozy postulando el desmoche parcial de los acuerdos de Schengen. En la misma l¨ªnea del infausto art¨ªculo que David Cameron public¨® el 27 de noviembre en Financial Times: ¡°La libre circulaci¨®n debe ser menos libre¡±.
O tambi¨¦n contra los avances hacia una mayor integraci¨®n econ¨®mica y pol¨ªtica.
La elecci¨®n de los nuevos cargos europeos constituye un gran trampol¨ªn para la orientaci¨®n program¨¢tica de la UE. En ambos terrenos se libra una dura batalla. A un lado figuran quienes pretenden aprovechar la ocasi¨®n para jibarizar Europa: se excusan en que hay que atender las preocupaciones de los votantes, para adoptar, si no la agenda, s¨ª el programa impl¨ªcito de los populismos ultraderechistas, como si estos hubiesen ganado las elecciones. Es el partido del repliegue, del retroceso hacia la renacionalizaci¨®n de pol¨ªticas y estrategias. Dar¨¢ la vara. De hecho, ya la ha dado intentando deslegitimar al candidato del partido ganador, Jean Claude Juncker, aunque conceptualmente tenga perdido el debate, porque la cuesti¨®n nuclear de la gobernanza es que los problemas son globales y no se pueden atajar con soluciones locales o nacionales. Sucede en la pol¨ªtica. Y en la industria: las empresas, incluso las brit¨¢nicas, est¨¢n integradas en cadenas de valor europeas y mundiales, por ejemplo para los intercambios de componentes de la automoci¨®n, de manera que ¡°ning¨²n pa¨ªs puede aprovechar su potencial si el resto de pa¨ªses no progresa¡±, como sintetiza Enrico Letta (Ara, 12 de enero).
Un mercado interior con inmigraci¨®n y movilidad; un euro con inversiones, crecimiento y empleo
Pero la marea contamina no solo a Gobiernos chovinistas sino tambi¨¦n a peri¨®dicos tan europe¨ªstas como el FT, que lleg¨® a atacar editorialmente al socialcristiano luxemburgu¨¦s por ser ¡°un archifederalista de la vieja escuela¡± y porque ¡°representa todo lo que los votantes de protesta desconf¨ªan de la UE¡±. Precisamente: a la inmensa mayor¨ªa europe¨ªsta, democristiana/socialcristiana/liberal/verde, no se le ocurrir¨¢ promocionar las payasadas nacionalistas de Nigel Farage. Y uno de sus comentaristas de cabecera, Gideon Rachman, postul¨® ¡°explorar c¨®mo los poderes del Parlamento Europeo pueden ser disminuidos significativamente¡± a favor de los dom¨¦sticos y retroceder en la integraci¨®n fiscal y presupuestaria. Esas posiciones ilustran bien el deterioro de los valores democr¨¢ticos en el pa¨ªs-cuna del parlamentarismo. Y provocan la airada reacci¨®n de otros, asqueados por el chantaje y por tener que ¡°explicar a sus votantes por qu¨¦ un pa¨ªs euroesc¨¦ptico deber¨ªa paralizar las expectativas de todos los dem¨¢s¡±, como criticaba el 4 de junio Nikolaus Blome (Der Spiegel). No solo un pa¨ªs euroesc¨¦ptico: tambi¨¦n un Gobierno derrotado y humillado por el nacionalismo m¨¢s canalla (a¨²n que el propio). Pero sobre todo esbozan el programa de esa Europa antieuropea, minoritaria pero fanatizada, para esta legislatura: xenofobia, renacionalizaci¨®n de pol¨ªticas, ataques a las instituciones comunitarias, retroceso econ¨®mico-monetario.
La ¨²nica manera de no prenderse en esa tela de ara?a es poner en pie un programa europe¨ªsta, exactamente de signo contrario: pasar a la ofensiva. De entrada, en la inmigraci¨®n. Es v¨¢lida la insistencia del presidente saliente del Parlamento, Martin Schulz, en la necesidad de una pol¨ªtica que incentive la inmigraci¨®n legal, indispensable para una Europa demogr¨¢ficamente decadente. Pero no basta. Hay que pelear por la movilidad interna, enfatizar las conclusiones de los m¨²ltiples estudios que registran los beneficios econ¨®micos de la inmigraci¨®n, replicar a los xen¨®fobos que es imposible un mercado com¨²n de mercanc¨ªas y no de personas, y que la libertad es indivisible. Y multiplicar iniciativas como la de los economistas que acaban de lanzar el bello y ¨²til Trabajar sin fronteras: un manifiesto para el futuro de Europa (www.iza.org/working_without_borders/index).
Porque, como record¨® Enrico Letta en la jornada del C¨ªrculo de Econom¨ªa, ¡°este es un falso problema: la invasi¨®n de fontaneros polacos en Francia jam¨¢s se produjo; llegaron a ser un m¨¢ximo de trece, pero la Constituci¨®n Europea se hundi¨® por culpa de aquella imagen¡±. En los derechos sociales y la movilidad ciudadana es donde se librar¨¢ buena parte de la batalla. ?Por qu¨¦ no imaginar, con el exprimer ministro italiano, una extensi¨®n del programa Erasmus a estudiantes de secundaria? ?Por qu¨¦ no financiar una iniciativa europea a favor de quienes buscan empleo, m¨¢s fuerte que la ¡°garant¨ªa joven¡±? Y una pol¨ªtica de salarios m¨ªnimos; a la larga, hasta el seguro de desempleo¡ Si se toma la crisis y la irrupci¨®n populista como una oportunidad para reaccionar y no como una losa que nos doblega, queda mucho por hacer.
En el campo econ¨®mico-monetario hay que completar lo realizado en el ¨²ltimo lustro (control presupuestario, con la flexibilizaci¨®n que el exceso de austeridad revela indispensable, en plazos y concepto, como la reconsideraci¨®n de los componentes del d¨¦ficit); culminar lo pendiente (uni¨®n bancaria); abordar lo imprescindible (eurobonos, Tesoro ¨²nico); o redoblar la pol¨ªtica de crecimiento (grandes infraestructuras, industria). Y llevar el mercado com¨²n all¨¢ donde a¨²n luce in¨¦dito; a la energ¨ªa, al mundo digital y a las telecomunicaciones: en Europa act¨²an 70 operadores, por cuatro en EE UU y tres en China. ?Es sostenible? ?Pueden actuar a nivel mundial empresas tan peque?as y fragmentadas? Y finalmente, en el campo pol¨ªtico-institucional, m¨¢s que imaginar ut¨®picas revisiones del Tratado de Lisboa, conviene empezar a empujar los trabajos para un Tratado de la eurozona. Europa solo estar¨¢ derrotada si el europe¨ªsmo se da por vencido.
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