Adi¨®s, Ana
Nunca podr¨¦ olvidar aquel descubrimiento, una emoci¨®n que me ha acompa?ado desde entonces en toda mi vida, en todos mis libros
Nunca podr¨¦ olvidar aquel descubrimiento, una emoci¨®n que me ha acompa?ado desde entonces en toda mi vida, en todos mis libros. Desde que la conoc¨ª, siempre he atesorado el recuerdo de aquella mujer seca, cari?osa a la parca manera en la que s¨®lo alcanzan a expresar cari?o quienes han sufrido mucho. La Tanaya, cruelmente f¨¦rtil, par¨ªa hijos para perderlos enseguida, uno detr¨¢s de otro, pero mientras viv¨ªan, sol¨ªa cubrir con un trapo dos palitos atados en cruz, los dejaba en su cuna y les dec¨ªa: ?mira qu¨¦ mu?eca tan bonita te ha hecho madre...! La Tanaya era, tambi¨¦n, una met¨¢fora de Espa?a, el grito mudo de amor, y de rabia, con el que una mujer de 33 a?os desafi¨® a los censores que la acosaron con sa?a incomparable.
¡°Los hijos muertos¡±, publicada en 1958, sigue siendo para m¨ª, aparte de la mejor novela sobre la posguerra del siglo XX, la obra maestra de una escritora descomunal, una autora clave en la literatura espa?ola contempor¨¢nea, un ejemplo de exigencia, de rigor, de lucidez, mucho m¨¢s all¨¢ de la encantadora mujer que fue, sin duda, Ana Mar¨ªa Matute. Por eso, ante su muerte, m¨¢s que felicitarme por haber tenido el privilegio de conocerla, de hablar con ella de literatura, de cocina y de carpinter¨ªa ¡ªsu hobby favorito¡ª, quiero evocar la fortuna de haber sido su lectora y, a¨²n m¨¢s, de haber encontrado en ella un modelo, un puente, un camino a seguir.
Viva Ana Mar¨ªa Matute, porque vivir¨¢ siempre mientras vivan sus libros, tan excepcionales los que escribi¨® para ni?os como los que dirigi¨® a los adultos, y Olvidado Rey Gud¨², solitario habitante de la tierra de nadie de la literatura fant¨¢stica en espa?ol, la isla desierta que ella coloniz¨® para nosotros. Viva Ana Mar¨ªa Matute, porque no morir¨¢ nunca, porque no ha muerto ni siquiera ahora, como jam¨¢s morir¨¢n los hijos de la Tanaya.
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