Google y el derecho a saber
El gigante de Internet asegura haber encontrado la soluci¨®n a una presunta colisi¨®n de derechos en la informaci¨®n que circula por la Red. Pero en la ecuaci¨®n entra tambi¨¦n el inter¨¦s comercial
Al quejarse de la reciente decisi¨®n del Tribunal de Justicia de la Uni¨®n Europea sobre el llamado derecho a olvidar, Eric Schmidt, de Google, ha invocado una intrigante defensa legal para justificar las agresivas pr¨¢cticas de negocio de su empresa: el derecho a saber. El tribunal quiere que Google permita a los usuarios que indiquen aquellos resultados de b¨²squeda de sus nombres que sean ¡°inadecuados, irrelevantes o que ya no son relevantes¡±, de manera que puedan ser eliminados de los ¨ªndices de b¨²squeda. Argumentando que la medida implica ¡°una colisi¨®n entre el derecho a ser olvidado y el derecho a saber¡±, Schmidt quiere que creamos que el tribunal ha cometido un error, mientras que los sabiondos cerebritosde Google han acertado al primer intento con el equilibrio adecuado.
Pero ?qu¨¦ es ese derecho a saber del que habla? ?Qui¨¦n tiene derecho a ¨¦l y qui¨¦n no? Pensemos en cualquier otro negocio que no puede permitirse el lujo de utilizar nuestro encaprichamiento colectivo con la tecnolog¨ªa digital como un escudo contra la regulaci¨®n. ?Qu¨¦ compa?¨ªa no querr¨ªa saber m¨¢s sobre potenciales clientes y empleados? Los bancos y las compa?¨ªas de seguros estar¨ªan encantados de saberlo todo sobre nosotros: cuanto m¨¢s supieran, mejor para su negocio.
Por ejemplo, saber que por la ma?ana bebes caf¨¦ y no jugo de repollo seguramente mejorar¨ªa su capacidad de predecir si puedes sufrir un ataque al coraz¨®n en los pr¨®ximos cinco a?os, una informaci¨®n sumamente relevante para decidir concederte un pr¨¦stamo o un seguro y en qu¨¦ condiciones. Uno no tiene que esforzarse mucho para descubrir lo que bebemos en el desayuno; esa informaci¨®n por lo general ya est¨¢ disponible en Facebook y en Instagram. Y han surgido muchas compa?¨ªas avispadas para poder hacer de esa informaci¨®n algo sumamente factible. Como se?ala Douglas Merrill, el antiguo director de la oficina de informaci¨®n de Google y fundador de ZestFinance, una startup que controla m¨¢s de 80.000 datos para valorar tu idoneidad para concederte un cr¨¦dito: ¡°Todos los datos son datos de cr¨¦dito¡±.
Desde el punto de vista de las instituciones financieras eso es indudablemente cierto. Pero un mundo en el que todos los datos son datos de cr¨¦dito es tambi¨¦n un mundo en el que cada decisi¨®n que tomemos estar¨¢ enturbiada por la paranoia y la preocupaci¨®n de c¨®mo afectar¨¢ eso a nuestra solvencia crediticia: solo a los bancos y a las agencias de espionaje les gustar¨ªa vivir en ese mundo. Y ambos, ciertamente, no tienen nada que se parezca al derecho a saber, si por tal derecho entendemos un acceso sin condiciones ni restricciones a cualquier informaci¨®n de la que sean capaces de apropiarse. De otro modo, ZestFinance estar¨ªa utilizando 800.000 datos, no 80.000. Esa es la raz¨®n por la que algunos pa¨ªses se esfuerzan por impedir que sus instituciones de cr¨¦dito incorporen datos de las redes sociales a sus tomas de decisiones. Pero tales esfuerzos solamente tienen ¨¦xito cuando el propio proceso de toma de decisiones est¨¢ sometido a un estricto control. ?C¨®mo se hace cumplir una ley que proh¨ªbe a los empleadores curiosear c¨®mo intervienen en las redes sociales sus potenciales empleados? Al fin y al cabo, uno puede hacerlo fuera de las horas de trabajo y simular que la decisi¨®n de no contratar a un candidato se debi¨® a alg¨²n otro factor puramente subjetivo.
¡°Todos los datos personales son datos de cr¨¦dito¡± dice un antiguo director de la empresa
¡°Un derecho a ser olvidado¡± es un paso hacia el logro del objetivo pretendido mediante tales regulaciones, pero esta vez, en lugar de esperar que esas instituciones no abusen de la informaci¨®n on line, lo que se hace es permitir que los ciudadanos puedan tomar medidas por su cuenta. Dejar que los ciudadanos eliminen ¡ªtal vez temporalmente¡ª de los ¨ªndices de b¨²squeda aspectos problem¨¢ticos de su actual y anterior estilo de vida es lo menos que podemos hacer. Sin embargo, si no nos parece alarmante imponer barreras al hambre de datos de bancos y compa?¨ªas de seguros, ?por qu¨¦ deber¨ªamos hacer una excepci¨®n con los motores de b¨²squeda? El modelo de Google no es tan diferente: recopila tanta informaci¨®n como le es posible, la organiza del modo m¨¢s ¨²til (y por lo tanto rentable) y hace dinero con ella.
Por supuesto, son los usuarios normales y corrientes ¡ªusted y yo¡ª los que vamos a obtener las ventajas de los esfuerzos en favor de esa organizaci¨®n del conocimiento, as¨ª que, como es de esperar, hay m¨¢s gente que simpatiza con Google que con, digamos, los bancos. ?Pero hay una buena raz¨®n para creer que un modelo de organizaci¨®n del conocimiento que favorece los intereses comerciales de Google es tambi¨¦n el que favorece el inter¨¦s p¨²blico? Por supuesto que no: si Google funciona del modo en que lo hace no es porque no sea posible otro motor de b¨²squeda, sino porque hemos fracasado en dar con una visi¨®n m¨¢s humana, m¨¢s tolerante e indulgente de organizar nuestro conocimiento colectivo. Lo que no quiere decir que esa visi¨®n no exista, solo que Google ha hecho todo lo posible por convencernos de que la suya es la ¨²nica disponible.
Puesto que Google est¨¢ en el negocio de la informaci¨®n, cualquier esfuerzo por regularlo es inevitablemente descrito como censura, como lo revela la observaci¨®n de Schmidt sobre el derecho a saber. Pero, desde luego, en el suyo la informaci¨®n no queda eliminada por completo ¡ªuno puede seguir encontr¨¢ndola, aunque a coste m¨¢s alto¡ª, simplemente se hace menos visible.
El lema de The Circle ¡ªla compa?¨ªa que protagoniza la dist¨®pica novela del mismo nombre de Dave Egger sobre un gigante tecnol¨®gico con un inquietante parecido con Google¡ª es: ¡°Los secretos son mentiras. Querer es compartir. La intimidad es robo¡±. Bien, a esas tres frases podemos a?adir ahora una cuarta: regulaci¨®n es censura. Si una compa?¨ªa como ZestFinance ¡ªla que cree que ¡°todos los datos son datos de cr¨¦dito¡±¡ª recurriera a semejante truco ret¨®rico, seguro que nos partir¨ªamos de risa. Sin embargo, cuando lo hace Google, sus palabras se tratan con el tipo de seriedad que se concede a sabios y fil¨®sofos, no a las corporaciones codiciosas.
Que la compa?¨ªa cumpla con lo que digan los tribunales no es bastante, importa el c¨®mo
Schmidt no dice nada sobre ello, pero Google viola el derecho a saber todo el tiempo. Por ejemplo, ya elimina resultados de b¨²squeda de sus ¨ªndices cuando lo solicitan diversos proveedores de contenidos ¡ªeditoriales, estudios de cine, compa?¨ªas discogr¨¢ficas¡ª que tienen su propia v¨ªa legal para exigir que se supriman de Google los v¨ªnculos con material protegido por copyright. As¨ª que la c¨®moda defensa de que el tribunal de Luxemburgo est¨¢ solicitando una cosa que es t¨¦cnicamente imposible no se sostiene: Google ya hace algo que se parece mucho a eso.
Pero si esa avenida est¨¢ abierta para los propietarios de un copyright ¡ªempresas, en su mayor¨ªa¡ª, ?por qu¨¦ no habr¨ªa de abrirse esa misma avenida a los ciudadanos cuyas demandas no son menos leg¨ªtimas que las de los que poseen ese copyright? ?Y por qu¨¦ no est¨¢ preocupado Schmidt con el derecho a saber de estos ¨²ltimos? ?Acaso es porque la industria de los contenidos est¨¢ mucho mejor organizada ¡ªcuenta con grupos de presi¨®n tan poderosos como los de Google¡ª que los ciudadanos normales y corrientes?
Que Google est¨¦ cumpliendo con lo dictaminado por el tribunal no es bastante; lo que importa es c¨®mo lo haga. Cada vez que Google elimina v¨ªnculos con pel¨ªculas o libros pirateados, habitualmente coloca un aviso legal a pie de p¨¢gina, informando a los usuarios de cu¨¢ntos v¨ªnculos se eliminaron y por qu¨¦. Resulta tentador pensar que un sistema de avisos similar pueda funcionar con el derecho a olvidar, pero, a decir verdad, puede conducir a un desastre mucho peor que la situaci¨®n actual.
?De verdad contratar¨ªa usted a alguien cuya p¨¢gina de b¨²squeda indicase que ciertos v¨ªnculos desagradables y perjudiciales para su reputaci¨®n ¡ªlos ¨²nicos que no puede comprobar¡ª se han eliminado de ella? Saber que alguien es un depravado sin saber en qu¨¦ consiste exactamente su depravaci¨®n es a menudo peor que el conocimiento preciso de qu¨¦ es lo que haya hecho: nuestra imaginaci¨®n puede ser mucho m¨¢s salvaje que la realidad misma. En este caso, un sistema de avisos har¨ªa m¨¢s mal que bien. El derecho a saber hasta qu¨¦ punto el inter¨¦s comercial de Google conforma su pr¨¢ctica ret¨®rica y t¨¦cnica: ese ser¨ªa, realmente, un derecho a saber que merecer¨ªa la pena promover.
Evgeny Morozov es profesor visitante en la Universidad de Stanford y profesor en la New America Foundation.
Traducci¨®n de Juan Ram¨®n Azaola.
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