Una guerra contra los ni?os
Se ha duplicado el n¨²mero de menores detenidos en la frontera de Estados Unidos y M¨¦xico
La crisis humanitaria generada por la nueva marea migratoria de Centroam¨¦rica y M¨¦xico a Estados Unidos ha suscitado una bienvenida reflexi¨®n y una redefinici¨®n mayor de la pol¨ªtica de todos los pa¨ªses involucrados. Nadie queda al margen de la turbulencia provocada por una multitud de factores: ni los generadores de la violencia en los pa¨ªses emisores, entre otros, la guerra contra las drogas en las peque?as naciones centroamericanas; ni M¨¦xico, pa¨ªs de tr¨¢nsito y emisor, cuyo maltrato a los migrantes procedentes del sur ha sido notorio y reprobable desde a?os atr¨¢s (incluyendo aquellos en los que fui responsable de la cartera de Exteriores); ni Estados Unidos, cuya ambig¨¹edad y confusi¨®n moral, pol¨ªtica y jur¨ªdica al respecto se antoja inveros¨ªmil.
No se sabe con precisi¨®n qu¨¦ desat¨® hoy el flujo masivo de menores de edad indocumentados y no acompa?ados procedentes de El Salvador, Honduras, Guatemala y M¨¦xico a Estados Unidos. El n¨²mero de ni?os detenidos en la frontera entre M¨¦xico y su vecino del norte se ha duplicado en los ¨²ltimos meses; se estima que en el actual ejercicio fiscal norteamericano ¡ªoctubre 2013-septiembre 2014¡ª alcanzar¨¢ m¨¢s de cien mil. Tres cuartas partes de este total provienen de Centroam¨¦rica, y 25%, de M¨¦xico, aunque la cifra supone que todos los menores de edad dicen la verdad cuando se les pregunta de d¨®nde son. Tiene sentido disimular la nacionalidad mexicana, ya que es mucho m¨¢s dif¨ªcil deportar a los menores a Centroam¨¦rica que a M¨¦xico.
La explicaci¨®n legal del flujo es sencilla. Desde 2002, cualquier menor de edad detenido en Estados Unidos sin papeles y oriundo de un pa¨ªs no contiguo (M¨¦xico y Canad¨¢) debe ser remitido al Departamento de Salud y Servicios Humanos, a m¨¢s tardar, despu¨¦s de 72 horas de encontrarse en poder de las autoridades. Al t¨¦rmino de un poco menos de un mes, en promedio, debido a la escasez de recursos y personal de procesamiento y detenci¨®n para una corriente migratoria de esta magnitud, son liberados y entregados a familiares en Estados Unidos, en espera de un juicio de migraci¨®n en una corte dedicada exclusivamente a esos temas. En otras palabras, para todos fines pr¨¢cticos, cualquier menor de edad no mexicano que ingrese en Estados Unidos sin papeles posee una alta probabilidad de permanecer en aquel pa¨ªs durante a?os, antes de ser deportado, y de hacerlo en condiciones de legalidad. En el ejercicio fiscal pasado, de los m¨¢s de 50.000 migrantes menores de edad detenidos por la Patrulla Fronteriza estadounidense, s¨®lo 2.000 fueron devueltos a sus pa¨ªses de origen.
La ola de violencia en los pa¨ªses de origen provoca una migraci¨®n masiva
Por tanto, cuando los Gobiernos de Estados Unidos, M¨¦xico y Centroam¨¦rica denuncian que los polleros, coyotes o traficantes de migrantes enga?an a la gente al esparcir el rumor de que los ni?os enviados a Estados Unidos podr¨¢n permanecer ah¨ª legalmente, ellos tambi¨¦n enga?an a la gente. Si los ni?os llegan a la frontera m¨¦xico-norteamericana y se entregan a las autoridades estadounidenses, habr¨¢n logrado lo que millones de adultos indocumentados a¨²n no han alcanzado: la legalizaci¨®n en Estados Unidos. A la larga, quiz¨¢s, ser¨¢n deportados. Pero ?qu¨¦ significa ¡°a la larga¡± para un adolescente de 15 a?os huyendo de las maras salvadore?as, o para una ni?a hondure?a de ochos a?os, buscando a sus padres en Nueva York? Es cierto que las ¨²ltimas semanas, un n¨²mero creciente de menores de edad, acompa?ados por sus madres u otros familiares femeninos, atiborran los tribunales y centros de detenci¨®n ad hoc condicionados para ese prop¨®sito por el Gobierno de Washington y los Ejecutivos estatales de la Uni¨®n americana. Las mujeres de edad acompa?antes de los ni?os ser¨¢n expulsadas con celeridad; los menores, no.
Un segundo factor es sin duda el papel de los traficantes de personas, quienes est¨¢n actuando de manera racional en esta coyuntura. Es l¨®gico que un coyote, sobre todo si trabaja en lo que se llama el crimen organizado, divulgue la buena nueva de que pagando menos de mil d¨®lares, una madre hondure?a o salvadore?a puede mandar a sus hijos a Estados Unidos con buenas posibilidades de llegar sanos y salvos. O no tan sanos ni tan salvos, ya que en el camino, sobre todo en M¨¦xico, les suceden todo tipo de atrocidades. Pero de alguna manera, con c¨ªnica resignaci¨®n ante las privaciones que imperan en sus pa¨ªses, los padres descuentan este costo y lo incorporan al precio que se le paga al pollero. Sobre todo en la medida en que comprueban c¨®mo el decir de los traficantes resulta ver¨ªdico.
El tercer factor, de gran importancia, por supuesto, reside en la violencia, la inseguridad y la ola criminal vigentes en estos pa¨ªses. No es nueva, se remonta a las guerras civiles de los a?os ochenta y sus secuelas en las d¨¦cadas siguientes, pero la intensidad y el efecto acumulativo comienzan, obviamente, a pesar. Lo que no se distingue con claridad es el tipping point, o punto de inflexi¨®n, que deton¨® una migraci¨®n masiva y de esta naturaleza en los ¨²ltimos meses.
Los traficantes de migrantes enga?an a la gente al esparcir el rumor de que los ni?os enviados a EE UU podr¨¢n permanecer ah¨ª legalmente
Se entiende que el Gobierno de Barack Obama no encuentre soluci¨®n al problema dentro de las fronteras estadounidenses. Las ¨²nicas posibilidades jur¨ªdicas estribar¨ªan en la derogaci¨®n de la ley firmada en 2002 por George Bush, que obliga a remitir a los menores de edad a las autoridades de salud, o en cambiar el procedimiento en curso y volver mucho m¨¢s expedita la audiencia de deportaci¨®n al principio de su estancia. Las versiones y anuncios de esta intenci¨®n ya han desatado cr¨ªticas y rechazos, desde The New York Times hasta la Iglesia cat¨®lica. Adem¨¢s, implicar¨ªa aumentar el n¨²mero de jueces, de abogados defensores probono de los ni?os, y encontrar con celeridad a qui¨¦n entregar a los menores de edad en sus pa¨ªses de origen.
En vista de estas dificultades, es comprensible que Washington prefiera que el problema se atienda en Centroam¨¦rica o en el pa¨ªs de tr¨¢nsito: M¨¦xico. Como dif¨ªcilmente van a cambiar las circunstancias en Centroam¨¦rica ¡ªviolencia, inseguridad, desempleo, pandillas¡ª en el corto plazo, es probable que Washington, a trav¨¦s del viaje del vicepresidente estadounidense Joseph Biden Guatemala hace unas semanas, haya instado a los mandatarios centroamericanos a detener por la fuerza la salida o la entrada de menores de edad de o a sus respectivos pa¨ªses. Y quiz¨¢s el propio Obama le solicit¨® lo mismo al presidente mexicano, Enrique Pe?a Nieto, en una conversaci¨®n telef¨®nica hace unos d¨ªas. Son muy malas soluciones, todas ellas.
Nada de esto es posible ni deseable. Ninguno de estos pa¨ªses tiene la capacidad de sellar sus fronteras a la entrada o a la salida. Lo ¨²nico que ocurrir¨ªa si accedi¨¦ramos a hacer el trabajo sucio de los norteamericanos en M¨¦xico y en Centroam¨¦rica es m¨¢s corrupci¨®n, extorsi¨®n, abusos, violaciones a derechos humanos, prostituci¨®n, etc¨¦tera, por parte de aparatos de Estado represivos poco aptos para estos prop¨®sitos. La soluci¨®n s¨®lo puede ser regional, y tiene que partir de la reforma migratoria integral, tan conversada y tan demorada, dentro de Estados Unidos. S¨®lo a cambio de eso podr¨¢n los otros pa¨ªses realizar el enorme esfuerzo de controlar sus fronteras y respetar sus leyes. La peor salida a la crisis ser¨ªa que Washington extendiera su fracasada y agonizante guerra contra las drogas en una tr¨¢gica guerra contra los ni?os.
Jorge G. Casta?eda es analista pol¨ªtico y miembro de la Academia de las Ciencias y las Artes de Estados Unidos.
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