La legitimidad de la monarqu¨ªa
Muchos pa¨ªses que tienen este sistema est¨¢n a la cabeza de la modernidad
Es frecuente alegar que la legitimidad de la monarqu¨ªa espa?ola se asienta, bien en creencias hist¨®ricas pero irracionales acerca de la grandeza y la gloria de dinast¨ªas y monarcas y la santidad de las tradiciones, bien en el carisma, hero¨ªsmo o ejemplaridad ganado en algunas horas dram¨¢ticas por el anterior titular de la Corona. La legitimidad mon¨¢rquica reposar¨ªa pues (y por usar el lenguaje de Max Weber), bien en una (hoy imposible) legitimidad tradicional, bien en una (intransferible) legitimidad carism¨¢tica.
En concordancia, no son pocos los espa?oles que consideran que la monarqu¨ªa es un anacronismo, algo anticuado, pasado de moda, incluso in¨²til, cuando no contraproducente. Nadie sensato sostiene ¡ªcomo lo hace Izquierda Unida¡ª que la alternativa es Monarqu¨ªa o Democracia, una simpleza como veremos inmediatamente. Pero la visi¨®n de la Monarqu¨ªa como algo anticuado, que se acepta, como mucho, por el coste de cambiarla, no es infrecuente, incluso entre gentes de derecha.
Conviene despejar esa visi¨®n por otra m¨¢s realista, menos ideol¨®gica y, a la postre, bastante m¨¢s positiva. Y ello no solo porque, como es evidente, la forma mon¨¢rquica de la jefatura del Estado fue votada por los espa?oles al votar masivamente a Constituci¨®n de 1978, lo que le otorga una legitimidad legal indiscutible. Pero hay m¨¢s.
Tengo delante de m¨ª el ranking mundial del ?ndice de Democracia que elabora The Economist clasificando los sistemas pol¨ªticos del mundo entero. Y seguro que a nadie le sorprender¨¢ saber que entre los veinte primeros puestos de calidad democr¨¢tica aparecen los siguientes pa¨ªses: Noruega, Suecia, Dinamarca, Pa¨ªses Bajos, Luxemburgo, Reino Unido, Jap¨®n, B¨¦lgica y¡.Espa?a (lugar 25; ?por delante de Francia, lugar 28!). Y para quien sea lector asiduo de estos rankings no sorprender¨¢ tampoco saber que en otro indicador, este m¨¢s comprensivo, como es el ?ndice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas (que atiende a variables como sanidad, educaci¨®n, igualdad de la mujer y otras) en los veinte primeros puestos (datos del 2013), se repiten Noruega, Pa¨ªses Bajos, Suecia, Jap¨®n, Dinamarca y B¨¦lgica (y por cierto, Espa?a ocupa el lugar 23, por delante del Reino Unido). Podr¨ªamos seguir husmeando en otros muchos rankings, por ejemplo, en el ?ndice de Percepci¨®n de la Corrupci¨®n, donde en los mejores lugares vuelven a aparecer Dinamarca, Suecia, Pa¨ªses Bajos, Noruega, Luxemburgo, Jap¨®n y Reino Unido.
Y podr¨ªa seguir dando ejemplos, pues en casi todos los rankings que miden calidad, de lo que sea (por ejemplo, los de igualdad), encontraremos que estos siete u ocho pa¨ªses aparecen siempre en los primeros puestos, no ya entre los veinte primeros, sino frecuentemente entre los diez primeros. Y la conclusi¨®n, emp¨ªricamente fundada y bastante indiscutible es que se trata de algunos de los mejores pa¨ªses del mundo.
?Y qu¨¦ tienen en com¨²n esos pa¨ªses? Evidente: todos son monarqu¨ªas. Monarqu¨ªas parlamentarias, por supuesto, es decir, democracias, pero monarqu¨ªas. Lo que al parecer no les impide tener los mejores sistemas pol¨ªticos con la m¨¢xima legitimidad y la menor corrupci¨®n, las econom¨ªas m¨¢s eficientes y competitivas, y las sociedades m¨¢s educadas, justas e igualitarias. De modo que quien siga pensando que la Monarqu¨ªa tiene poco que ver con la modernidad y es una antigualla de otros tiempos har¨ªa bien en revisar su opini¨®n. No s¨®lo es compatible, es que muchas est¨¢n a la vanguardia de la modernidad. ?Muchas? Veamos cuantas.
Y para ello utilicemos el bando de datos sobre calidad de gobierno de la Universidad de Gotemburgo, que clasifica a 175 pa¨ªses por su forma de gobierno (en la ONU, como sabemos, hay 193 pa¨ªses). De los 175 pa¨ªses, hay 40 monarqu¨ªas y 135 rep¨²blicas, de modo que poco m¨¢s del 22% de los pa¨ªses del mundo son monarqu¨ªas. Pues bien, ya es casualidad que siendo s¨®lo un 22% de los pa¨ªses del mundo, sean casi un 50% de los pa¨ªses de mayor calidad institucional.
Se puede ser mon¨¢rquico sin apelar a las tradiciones
Pero hay m¨¢s. De esas 40 monarqu¨ªas, m¨¢s de la mitad (24) son democracias, seg¨²n los criterios de Freedom House. Es decir, el 60% de las monarqu¨ªas son democracias. Pero s¨®lo lo son el 39% de las rep¨²blicas (53 sobre 135). Es decir, la mayor¨ªa de las monarqu¨ªas son democracias, pero la mayor¨ªa de las rep¨²blicas no lo son. Interesante.
Y a¨²n hay m¨¢s. Se da la paradoja de que en el ?ndice de Desarrollo Humano (IDH; como dec¨ªa el mejor indicador de calidad social), las monarqu¨ªas punt¨²an siempre mejor que los pa¨ªses que no lo son. En concreto, las 24 monarqu¨ªas democr¨¢ticas tienen mejor ¨ªndice de desarrollo humano (medio) que las restantes 53 democracias republicanas. Y lo sorprendente es que lo mismo ocurre con las dictaduras o con los sistemas h¨ªbridos. Es decir, en los tres conjuntos (democracias puras, dictaduras, o sistemas mixtos) los pa¨ªses mon¨¢rquicos punt¨²an siempre mejor que los que no lo son. Y as¨ª, Suecia tiene mejor IDH que Finlandia, el de Jap¨®n es mejor que el de Corea y el de Espa?a es mejor que el de Italia; pero tambi¨¦n Jordania lo tiene mejor que Siria o Tailandia mejor que Birmania. ?La monarqu¨ªa resulta ser siempre m¨¢s humana que la rep¨²blica?
No estoy alegando, por supuesto, que esos pa¨ªses son los mejores porque son monarqu¨ªas (aunque podr¨ªa ser en alg¨²n caso) pero s¨ª que, no solo no perjudica, sino que ayuda. Y en todo caso acredita que lo que s¨ª es una antigualla no es la monarqu¨ªa misma sino quien sostiene a¨²n una concepci¨®n de ella m¨¢s propia de finales del XIX, cuando la alternativa era Autocracia o Democracia (lo que llev¨® a la Gran Guerra), que del siglo XXI. Una visi¨®n que atiende a lo superfluo (las carrozas, las coronas o los uniformes, toda la parafernalia, tan cara a la corte inglesa, por ejemplo), pero olvida lo sustancial. Lo sustancial es la calidad democr¨¢tica y en esto la evidencia habla por s¨ª sola: la rep¨²blica no aventaja en nada a la monarqu¨ªa, al contrario.
De modo que se puede ser mon¨¢rquico sin apelar a las tradiciones o al liderazgo carism¨¢tico alguno y aceptando simplemente que es la mejor f¨®rmula pol¨ªtica democr¨¢tica.
O la menos mala, que es lo mismo. Pues, ?cu¨¢l es la alternativa? ?La rep¨²blica? En teor¨ªa parece lo m¨¢s racional, pero los espa?oles ya lo hemos intentado. Y no una, sino dos veces. Dos Rep¨²blicas, ambas ilusionadamente recibidas por unos y otros, ambas destruidas desde dentro por la traici¨®n de algunos de los que las impulsaron, ambas dieron pronto (demasiado pronto) lugar a sendas guerras civiles, y la segunda, adem¨¢s, a una largu¨ªsima dictadura de la que salimos, justamente, gracias a una Monarqu¨ªa ?Vamos a tropezar de nuevo, por tercera vez, en la misma piedra?
Desde luego la Monarqu¨ªa no nos va a hacer ni m¨¢s ricos ni m¨¢s libres, pero es m¨¢s f¨¢cil que la Monarqu¨ªa nos ayude a cruzar aguas turbulentas que creer que, cambi¨¢ndola por una Rep¨²blica, vamos a calmar las olas y navegar mejor. La Monarqu¨ªa, no s¨®lo hoy y aqu¨ª, sino en muchos otros sitios, es parte de la soluci¨®n, no parte del problema.
Emilio Lamo de Espinosa, Catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa (UCM).
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