El martillo del arte

Jussi Pylkkanen, posiblemente el mejor subastador del mundo, deja caer sobre la mesa de su despacho un peque?o martillo de madera y proclama: ¡°El a?o pasado, esto vendi¨® 2.000 millones de d¨®lares¡±.

Tiene una rica historia esta ¡°poderosa herramienta de trabajo¡±, que es como Pylkkanen se refiere a su humilde pieza de artesan¨ªa. Se la regalaron hace 20 a?os, poco despu¨¦s de entrar en Christie¡¯s, la compa?¨ªa que hoy preside, la mayor casa de subastas del mundo y un agente clave en el entramado global del arte. El martillo carece de radiactividad, como pudieron comprobar los agentes de aduanas de alg¨²n aeropuerto de Oriente Pr¨®ximo al acercar a ¨¦l un detector de ondas sospechosas. Los funcionarios tampoco encontraron nada extra?o en su interior, despu¨¦s de desenroscar la base de la maza y examinar sus entra?as con una sofisticada c¨¢mara. Pero, acaso intuyendo su poder, quisieron confiscarlo. ¡°Pues yo me quedo aqu¨ª con ¨¦l¡±, les desaf¨ªo Pylkkannen, ¡°vamos juntos a todos lados¡±.

Este peque?o martillo ilustr¨® la portada de un sesudo estudio de Cambridge University Press titulado Las din¨¢micas de la subasta. Y tambi¨¦n sedujo a los editores gr¨¢ficos del Financial Times. ¡°?Pap¨¢, sales en la portada del peri¨®dico!¡±, gritaban los hijos del presidente de Christie¡¯s, subiendo a toda prisa las escaleras con el prestigioso rotativo en las manos para entreg¨¢rselo en la cama a su padre. Para ser justos, no era ¨¦l quien sal¨ªa. Aquel d¨ªa de 2008, el diario brit¨¢nico eligi¨® el martillo de Pylkkanen para ilustrar una primera p¨¢gina que informaba sobre c¨®mo la crisis se hab¨ªa extendido a todos los mercados. ?A todos los mercados? En realidad, a unos m¨¢s que a otros.

El a?o pasado fue el mejor jam¨¢s registrado en la historia de las subastas de arte, seg¨²n el informe anual de Artprice.com, referencia del sector. Se vendieron obras por valor de m¨¢s de 12.000 millones de d¨®lares. La casa de subastas Christie¡¯s ¨Cadquirida por cerca de mil millones en mayo de 1998 por Fran?ois Pinault, uno de los hombres m¨¢s ricos de Francia¨C vendi¨® m¨¢s en 2013 que en ninguno de sus 247 a?os de historia. Se bati¨® tambi¨¦n el r¨¦cord absoluto de adjudicaci¨®n de una obra de arte, cuando la noche del 12 de noviembre, en Nueva York, el martillo de Jussi Pylkkanen golpe¨® el atril despu¨¦s de que la esposa del magnate estadounidense de los casinos Steve Wynn ofreciera 142,4 millones de d¨®lares por el tr¨ªptico Tres estudios de Lucian Freud, en el que el artista brit¨¢nico Francis Bacon retrat¨® con dram¨¢ticas pinceladas a su colega en 1969.

El fen¨®meno, no obstante, no es cosa de un solo a?o. En los ¨²ltimos 10, el ¨ªndice global de los precios del arte ha subido un 80%. Pero en el sector nadie habla de burbuja. Se trata m¨¢s bien, dicen, de la alteraci¨®n de las reglas de un juego que permanec¨ªan casi inm¨®viles desde hace m¨¢s de un siglo. Hoy, abrupta o sutilmente, casi todas esas normas han cambiado.

Se respira la ansiedad esta ma?ana de junio en la sede de Christie¡¯s en King Street, en el coraz¨®n del Londres aristocr¨¢tico. Colin Kemp, el discreto portero, da la bienvenida a los visitantes que se acercan a contemplar las piezas de la subasta de la noche. Es como un museo, pero con el morbo a?adido de que en las cartelas se incluyen las estimaciones del precio de mercado de las piezas. Los empleados se cruzan por el hall presidido por la majestuosa escalera de madera que conduce a las salas de exposiciones, que se transformar¨¢n al caer la tarde en escenario de la subasta.

La feria Art Basel acaba de terminar y el foco del mundo del arte se traslada, como cada a?o en la ¨²ltima semana de junio y la primera de julio, de la ciudad suiza a las grandes subastas londinenses de los eternos competidores Sotheby¡¯s y Christie¡¯s. A la entrada de la sala, Giovanna Bertazzoni, apasionada italiana que desde 2008 dirige el departamento de impresionismo y arte moderno, resume el ambiente con expresi¨®n grave: ¡°Todo el mercado del arte se congrega hoy alrededor de esta nave central de la exposici¨®n. Es como un foro romano¡±.

Con un elegante vestido estampado en rosa y verde y su melena negra recogida, Bertazzoni nos gu¨ªa por los lotes m¨¢s importantes de los 60 que se subastar¨¢n esta noche. Parece conmovida a¨²n hoy por la belleza de unas piezas que ha perseguido durante meses. Habla de ¡°la explosi¨®n de colores¡± de un ¨®leo de Franz Marc, y parece que ella misma fuera a estallar en pedacitos de colores.

Se detiene en el centro de la primera sala ante La mano, de Giacometti, la estrella a priori de la subasta, la elegida para ilustrar la portada del lujoso cat¨¢logo. Se trata de un brazo delgado de bronce, de 57 cent¨ªmetros de largo, con el sello inconfundible del artista. ¡°Hizo seis, y esta es la n¨²mero uno¡±, explica Bertazzoni. ¡°Le otorga una gran aura el hecho de ser la primera. La hizo para su primera exposici¨®n en Estados Unidos. Fue despu¨¦s de la guerra; ah¨ª conoci¨® Am¨¦rica a Giacometti. Transmite mejor que nadie todo ese existencialismo, la emoci¨®n de vivir, el drama del Holocausto. Por eso es tan contempor¨¢neo, porque seguimos en ese estado de ansiedad¡±. De la pared del fondo de la sala contigua cuelga una pieza cubista titulada Ja-Was?-Bild, de Kurt Schwitters, m¨¢s grande que lo habitual en el artista alem¨¢n, construida con ¨®leo y desechos de papel, cart¨®n, tela, madera y clavos. Una y otra piezas, el giacometti y el schwitters, dar¨¢n mucho que hablar, por motivos opuestos, al acabar la velada.

El mercado del arte se congrega en torno a esta sala. es como un foro romano¡±

Son las cinco de la tarde. El personal invita a los visitantes a abandonar la exposici¨®n. Ahora es cuando entra en juego David Gregory o, como se le conoce en la casa, ¡°el hombre que hace que todo suceda¡±. Gregory lleva nada menos que 40 a?os en Christie¡¯s. Empez¨® repartiendo el correo con 16 a?os y ahora es la persona que se encarga, en sus propias palabras, ¡°de que todo cumpla con los est¨¢ndares de calidad de la casa¡±. Gregory es el ¨²nico autorizado para hablar con Sotheby¡¯s, despu¨¦s de un sonado esc¨¢ndalo protagonizado por las dos compa?¨ªas rivales a principios de este siglo. La justicia estadounidense y la europea, en una acci¨®n conjunta antimonopol¨ªstica, les acus¨® de operar en secreto con los honorarios de los consignatarios. Aquel episodio acab¨® con el presidente de Sotheby¡¯s condenado a prisi¨®n, culpable de organizar el esquema de determinaci¨®n de precios. Christie¡¯s se libr¨® de las sanciones, pero ambas acordaron pagar 512 millones de d¨®lares en indemnizaciones a los consignatarios y compradores afectados. Aquello, unido al impacto del 11-S, dej¨® a Sotheby¡¯s en una delicada situaci¨®n financiera de la que tardar¨ªa en recuperarse.

Bajo la serena supervisi¨®n de David Gregory, decenas de operarios en bermudas realizan en apenas una hora la transformaci¨®n de la sala. Las paredes se desmontan, las persianas del techo se recogen y la luz natural sustituye a los sutiles focos que iluminaban las piezas expuestas. Sentada en un banco en el centro de la sala, Bertazzoni se despide de Giacometti mientras dos robustos brazos tatuados levantan la delicada representaci¨®n del mismo miembro que esculpi¨® el suizo. La modelo desnuda que yace en una butaca en el estudio de Niza de Matisse, dentro de un bell¨ªsimo cuadro pintado en 1921 por el artista franc¨¦s, parece mirar aburrida una pantalla de televisi¨®n que le han colocado en frente. Un trabajador camina llevando un mir¨® en una mano y un magritte en la otra, como si cargara dos bolsas de la compra en lugar de dos piezas que suman, en su estimaci¨®n a la baja, un valor de 1,5 millones de libras. Gregory controla el trasiego de cuadros, sillas y carritos. La sala, presidida por un atril Chippendale de mediados del siglo XVIII, est¨¢ lista para la subasta.

A las siete y media de la tarde no cabe un alma en la sala. La subasta de la noche de impresionismo y arte moderno est¨¢ a punto de comenzar. Los compradores ocupan sus sillas y, a ambos lados, una treintena de empleados de la casa atienden los tel¨¦fonos por los que puja en torno a un 60% de los clientes de la noche. Preside la sala, en lo alto del atril, Jussi Pylkkanen. Junto a ¨¦l, m¨¢s abajo a su derecha, se sienta Nick Finch, con 30 a?os de experiencia en la casa, responsable del libro de subastas. La tarde anterior a la venta, Finch, encargado tambi¨¦n de la formaci¨®n de los empleados que atienden las pujas telef¨®nicas, entrenaba en su despacho a cuatro candidatos. Hay un estricto procedimiento para las pujas telef¨®nicas. Se trata de evitar que, por un malentendido o una simple interferencia, un cliente haya ofrecido, por ejemplo, 100.000 libras que no est¨¢ dispuesto a desembolsar.

El origen de las subastas se remonta al Imperio Romano. Existen, como explica Don Thompson en su best seller de 2009 El tibur¨®n de 12 millones de d¨®lares, porque ¡°las formas convencionales para establecer los precios son inadecuadas en el caso de art¨ªculos exclusivos como son las obras de arte. En lugar de utilizar alg¨²n tipo de proceso de consenso para valorar el esfuerzo art¨ªstico, la subasta utiliza la competici¨®n y el ego para conseguir el precio m¨¢s elevado posible¡±. Proporcionan adem¨¢s un acceso f¨¢cil a la obra de arte, fuera de los exclusivos circuitos de los marchantes. Suponen, dicho entre todas las comillas del mundo, una democratizaci¨®n de la compra de arte. Cualquiera puede participar en una subasta y comprar un lote, si su presupuesto se lo permite.

Su mec¨¢nica original es sencilla. El propietario de una obra la consigna a la casa de subastas. La mayor¨ªa de las piezas llegan, como explica Don Thompson en su libro, a trav¨¦s de una o m¨¢s de las cuatro des: deceso, divorcio, deuda y discreci¨®n. La casa de subastas estudia la pieza recibida, verifica su autenticidad y le otorga dos precios estimados, uno por lo bajo y otro por lo alto. Normalmente la estimaci¨®n baja y la alta corresponden, respectivamente, al 65% y al 80% del mejor precio alcanzado en subasta hasta entonces por una obra an¨¢loga del mismo artista. La obra pasa a convertirse en un lote del cat¨¢logo de la subasta. Cualquiera puede registrarse para pujar, acreditando solvencia econ¨®mica, y obtiene una paleta con un n¨²mero. Empieza el juego. Los lotes salen de uno en uno y el subastador canta el precio de salida, por debajo de la estimaci¨®n baja. El interesado levanta su paleta y se la muestra al subastador, que sube el precio a medida que se puja, en intervalos que dependen de la cantidad alcanzada. Cuando un postor realiza una oferta que ning¨²n otro supera, el martillo golpea el atril y la obra se adjudica por el precio acordado. La casa de subastas cobra un porcentaje de ese precio al vendedor y otro similar al comprador.

En China se abre un nuevo museo cada tres d¨ªas. Y est¨¢n vac¨ªos de contenido¡±

Hay m¨¢s elementos. Por ejemplo, los precios garantizados. Se trata de acuerdos con el propietario de la obra por los que se asegura la compra a un determinado precio aunque este no se alcance en subasta. Son clave en la negociaci¨®n entre las casas de subastas y los propietarios de obras para decidir con cu¨¢l se van. La garant¨ªa se convierte en el precio de reserva, que no se hace p¨²blico, por debajo del cual la obra no se vende. A cambio de asumir ese riesgo, la casa pide entre un 10% y un 50% de lo que se obtenga por encima de ese precio. Esta pr¨¢ctica supone que algunos lotes est¨¢n vendidos a un m¨ªnimo antes de que comience la subasta. Normalmente son terceros los que avalan esas garant¨ªas, pero su identidad no se hace p¨²blica. En las subastas, al margen de lo que se percibe a simple vista, pocas cosas son transparentes.

En lo que llevamos de siglo, el mercado del arte se ha convertido en algo ¡°casi irreconocible¡±. As¨ª lo define Georgina Adam, columnista de arte del Financial Times y autora del libro Big Bucks: the explosi¨®n of the Art Market in the 21st century (Grandes d¨®lares: la explosi¨®n del mercado del arte en el siglo XXI), que llega este mes a las librer¨ªas brit¨¢nicas. Adam, que asiste a subastas desde los a?os ochenta, explica c¨®mo, galvanizado por la entrada en el juego de Internet, de nuevos actores y de econom¨ªas emergentes, el mercado del arte ha pasado en lo que va de siglo de un ¡°comercio de nicho¡± a una ¡°operaci¨®n global con un valor estimado de 50.000 millones de d¨®lares al a?o¡±. Muchos nuevos coleccionistas est¨¢n dispuestos a pagar precios inflados. No quieren esperar. Lo explica Juan V¨¢rez, consejero delegado de Christie¡¯s Espa?a: ¡°Quieren las piezas aqu¨ª y ahora. Son compradores cuya vida ha cambiado r¨¢pidamente y desean que eso se refleje¡±.

Hasta este siglo, el coleccionismo de arte estaba b¨¢sicamente dominado por EE UU y Europa. Pero desde 2004 la influencia de China, Rusia, Catar y Emiratos ?rabes ha revolucionado el sector. China fue en 2013, por cuarto a?o consecutivo, el primer pa¨ªs en volumen de compras, por delante de EE UU. ¡°En ese pa¨ªs se abre un nuevo museo cada tres d¨ªas¡±, asegura Nixi Cura, directora del programa de Artes de China de Christie¡¯s Education, que ofrece m¨¢steres de arte en Londres, Nueva York y Hong Kong. ¡°Y son solo edificios, est¨¢n vac¨ªos de contenido¡±.

Paul Hewitt, responsable de la apertura de nuevos mercados para Christie¡¯s desde 2001, aporta un ilustrativo ejemplo de la eliminaci¨®n total de las fronteras en este mercado global: ¡°El a?o pasado tuvimos una venta de cer¨¢micas chinas que proced¨ªan de una casa de campo inglesa. Las adquiri¨® el norteamericano Steve Wynn, para regal¨¢rselas a las autoridades de Macao para que le facilitaran la apertura de casinos all¨ª. Es decir: cer¨¢mica china de una casa inglesa que compra un estadounidense en Londres y acaba de nuevo en China¡±. Pero el gigante asi¨¢tico es solo el principio. ¡°El m¨¢s reciente mercado donde hemos entrado es India¡±, explica Hewitt. ¡°Seguimos el rastro del dinero. Siempre buscamos nuevos mercados¡±.

La salud del negocio del arte tiene menos que ver con el PIB que con el coeficiente de Gini, que mide la desigualdad en los ingresos. Por eso, si no contrac¨ªclico, s¨ª que es un sector menos sujeto a los vaivenes de la econom¨ªa global. En 2013 hab¨ªa 2.170 milmillonarios en el mundo, seg¨²n el censo realizado por el grupo Wealth-X y el banco suizo UBS. La poblaci¨®n mundial de milmillonarios ha crecido un 60% desde 2009. Una cuarta parte del total procede de Asia, donde el n¨²mero de superricos creci¨® el a?o pasado casi un 4% (en Europa descendi¨® en la misma proporci¨®n). Y, seg¨²n el mismo estudio, la primera pasi¨®n de los milmillonarios del mundo es el arte, seguido de los aviones privados y las propiedades inmobiliarias.

Steven Murphy es el consejero delegado de Christie¡¯s desde 2010 y una de las personas m¨¢s poderosas del mundo del arte. Arropado por una variada experiencia en empresas que van desde Walt Disney hasta Ralph Lauren, defiende sin matices la sostenibilidad del mercado del arte. ¡°Lo que lo convierte en una historia s¨®lida de crecimiento y no en un boom es que el n¨²mero de compradores crece en todos los continentes¡±, explica. ¡°El 30% de nuestros compradores el a?o pasado eran clientes nuevos. Nuestro car¨¢cter global nos coloca por encima de las situaciones particulares de la econom¨ªa de las regiones. Hay m¨¢s gente en todo el mundo que quiere comprar arte. A todos los niveles. En 2013 vendimos un 60% m¨¢s de obras en papel que en 2012. La atenci¨®n medi¨¢tica llega con las ventas r¨¦cord. Pero, entre tanto, la gama media vende a un nivel mejor que nunca¡±.

Comprar arte te introduce en una comunidad global. Es un estilo de vida¡±

Es a lo que se refiere Jussi Pylkkanen cuando dice que ¡°el arte es la nueva religi¨®n¡±. ¡°Este mundo se ha convertido en algo muy atractivo para mucha gente¡±, explica. ¡°Cuando yo estudiaba en Oxford, una educaci¨®n fant¨¢stica, les dec¨ªa que quer¨ªa trabajar en este mundo y me contestaban que estaba loco. Eso era en 1983. Ahora los j¨®venes coleccionan y van a los museos. La atracci¨®n tur¨ªstica m¨¢s visitada de Londres no es el palacio de Buckingham ni la abad¨ªa de Westminster: es la Tate. La Tate es la nueva iglesia y el arte es la nueva religi¨®n. Para el tr¨ªptico de Bacon ten¨ªamos seis compradores dispuestos a pagar 142 millones de d¨®lares. Ser capaz de pagar eso por un objeto es incre¨ªble. Pero lo mismo sucede en cada nivel del mercado. Y una vez que empiezas a comprar arte, no puedes parar. Comprar arte te introduce en una comunidad global. Es un estilo de vida. Como me dec¨ªa mi abuelo, solo se vive una vez. Y los poetas, los cr¨ªticos de teatro y los pintores ven la vida de una manera diferente. Con¨®celos. S¨¦ amigo de ellos. Forma parte de esa comunidad. Me lo dec¨ªa mi abuelo y yo lo hice. Y es maravilloso¡±.

Son casi las nueve de la noche y la subasta de impresionismo y arte moderno no est¨¢ alcanzando el nivel de ventas deseado. Nadie ha pujado por encima de la estimaci¨®n baja por la modelo desnuda de Matisse, aunque a ella no parece importarle, y sigue impert¨¦rrita tirada en su butaca. Entonces llega el lote n¨²mero ocho. El cuadro pintado por Schwitters en 1920. La pieza supera enseguida la estimaci¨®n alta de seis millones de libras. Un murmullo se apodera de la sala cuando se rebasan los diez millones. Jussi Pylkkanen reparte juego entre dos compradores telef¨®nicos. Sube de 200.000 en 200.000 libras. Extiende los brazos y los cruza, como trazando armoniosos movimientos de taichi. Se?ala con la mano derecha y juega con su martillo en la izquierda. Se reclina hacia delante en el atril, desafiando las costuras de su elegante traje a medida. Sus ojos azules escandinavos se clavan teatralmente en el p¨²blico. Los expertos aseguran que un buen subastador puede lograr un incremento del 10% en el precio final. ¡°Es algo psicol¨®gicamente muy complejo¡±, explica Pylkannen. ¡°Tiene combate, como los cristianos y los leones. Tiene t¨¢ctica. Pasi¨®n. Secretismo. Aprendes mucho sobre los seres humanos. Debes ser intuitivo. Esa es una habilidad esencial. Puedes parar. Arrancar. Tienes 60 segundos. Es lo que dura m¨¢s o menos cada venta. Es muy r¨¢pido. Debes dise?ar c¨®mo lo vas a hacer. Las tres pes son importantes: pulso, preparaci¨®n y prestancia. Puede surgir un cambio repentino, un incidente dram¨¢tico, y debes mantener el control. Y ?panaaash! Llega Lionel Messi. No puedes ense?ar a ser un subastador. Todos somos similares, pero algunos somos muy buenos en determinadas cosas¡±.

Finalmente el martillo golpea el atril y el schwitters se adjudica a uno de los dos compradores no identificados por 13.970.500 libras, pulverizando el anterior r¨¦cord del artista. Fue una de las pocas buenas noticias de la noche para Christie¡¯s. La mano de Giacometti no encontr¨® comprador. Se vendieron solo 40 de los 60 lotes ofrecidos, recaudando 86 millones de libras, menos de lo esperado y menos de lo que vendi¨® Sotheby¡¯s la noche anterior. ¡°Supongo que eran obras complejas¡±, explicar¨ªa despu¨¦s Pylkkanen. ¡°A veces, simplemente, no es el momento adecuado¡±.

La velada ha terminado, pero la actividad prosigue en Christie¡¯s. Quedan la subasta de arte brit¨¢nico e irland¨¦s y, el primer martes de julio, la de arte contempor¨¢neo y de posguerra. Esta ¨²ltima acabar¨ªa corriendo mejor suerte, cosechando una recaudaci¨®n total de cien millones de libras, por encima de las expectativas de la casa. A toda esta actividad hay que a?adir las subastas de la otra sede londinense de Christie¡¯s, en South Kensington, dedicada a piezas m¨¢s asequibles y de una vital importancia para la compa?¨ªa, ya que constituye la habitual puerta de entrada de los nuevos clientes. ¡°Aqu¨ª vendemos 38.000 lotes al a?o¡±, explica su director, Nic McElhatton, ¡°a un precio medio de 4.000 libras por pieza¡±. En South Kensington se puede comprar desde cer¨¢mica de Picasso hasta la cabeza de un Triceratops de hace 65 millones de a?os o un peque?o meteorito llegado del espacio que saldr¨¢ a subasta en septiembre.

Todos los actores del mundo del arte han ampliado su campo, diluyendo unas barreras que parec¨ªan s¨®lidas hace no tanto. Antes todo era m¨¢s sencillo. Los museos organizaban exposiciones. El arte se exhib¨ªa en las bienales y se vend¨ªa en las ferias. Las galer¨ªas vend¨ªan las obras nuevas de sus artistas y las casas de subastas se dedicaban al mercado secundario, el de obras que no eran nuevas. Pero ahora las ferias y las galer¨ªas hacen exposiciones, los propios museos coquetean con la venta ¨Cen la retrospectiva de Richter que hizo la Tate Modern en 2012, por ejemplo, se ofrec¨ªa en la tienda del museo una versi¨®n digital de una pieza del artista por 48.000 libras¨C y las casas de subastas venden obra directamente del estudio del artista y realizan ventas privadas, que se han convertido en una parte importante de su negocio. Esta es una de las actividades de Christie¡¯s Espa?a, que funciona desde 1973 y cuenta con nueve empleados entre Madrid y Barcelona. Lo explica V¨¢rez, su consejero delegado: ¡°Entre 2004 y 2008 hicimos subastas locales que funcionaron muy bien, pero dejamos de hacerlo cuando la situaci¨®n en Espa?a ya no estaba para esto. Ahora organizamos ventas privadas, valoramos obras y llevamos la relaci¨®n con los coleccionistas locales que quieran consignar obras o comprar en subastas internacionales¡±.

Hoy la actividad de Christie¡¯s trasciende ampliamente la venta de arte. Las dos grandes casas de subastas se han convertido en marcas globales m¨¢s conocidas por el p¨²blico general que los nombres de muchos de los artistas cuyas obras venden por millones. Y parece natural aprovechar el prestigio de la marca.

Desde mediados de los a?os noventa, por ejemplo, Christie¡¯s vende casas. ¡°El mercado inmobiliario de lujo tiene m¨¢s que ver con el de las bellas artes que con el inmobiliario general¡±, explica su responsable, Joachim Wrang-Widen. Hablamos de un ch?teau en Biarritz, una finca en Mongolia o una casa en las Maldivas con suelo de cristal y con un submarino por si al propietario no le apetece bucear. ¡°Yo busco casas donde el cliente de Christie¡¯s pueda sentirse c¨®modo. Trabajar aqu¨ª implica un enorme respeto al cliente. Siento la mano de James Christie en mi hombro¡±.

La estela del fundador parece sobrevolar discretamente todos los despachos de esta casa. James Christie fund¨® la compa?¨ªa en 1766 para subastar las propiedades familiares de personajes ilustres. Sotheby¡¯s hab¨ªa nacido 22 a?os antes, y al principio las distingu¨ªa el v¨ªnculo con dos cl¨¢sicas escuelas inglesas: los antiguos alumnos de Harrow eran de Sotheby¡¯s, y los de Eton, de Christie¡¯s.

La memoria de James Christie se custodia en los s¨®tanos del edificio de King Street, en los fascinantes archivos de la compa?¨ªa. Aqu¨ª se conservan todos los cat¨¢logos de las subastas. Adem¨¢s est¨¢n los day books, donde se registra cada pieza que entra y sale de la casa, y los libros de subastas desde 1766. Se trata de documentos valios¨ªsimos para rastrear la historia del arte. En el libro de subastas del 7 de julio de 1803, por ejemplo, aparece la primera menci¨®n a una obra espa?ola. ¡°Murillo. Ni?os mendigos espa?oles. Lote 58¡±. Lo adquiri¨® un tal se?or Baker por 255 guineas. ¡°Los documentos no est¨¢n aqu¨ª acumulando polvo¡±, asegura Lynda McLeod, responsable del archivo. ¡°Se consultan. Y el hecho de que los haya escrito el propio James Christie los hace a¨²n m¨¢s importantes. Es m¨¢gico tener esa conexi¨®n con ¨¦l¡±. No todo est¨¢ en el texto de los libros. Hay otros detalles reveladores. McLeod se?ala unas manchas en los bordes de las hojas y explica por qu¨¦ pidi¨® a los restauradores que las respetaran: ¡°Son parte de nuestra historia. En abril de 1941 este edificio fue bombardeado por la aviaci¨®n alemana. Qued¨® arrasado. Pero los libros estaban en el s¨®tano y sobrevivieron, aunque este qued¨® anegado. De ah¨ª las manchas de humedad en las p¨¢ginas¡±.

Cuatro plantas m¨¢s arriba, en el mismo edificio de King Street, una mujer pasa con cuidado las p¨¢ginas de otro libro. Es Mar¨ªa Miguel del Corro, espa?ola de Potes (Cantabria). Lleg¨® a Londres hace 21 a?os y entr¨® en Christie¡¯s de la mano de otro espa?ol, Salvador, un valenciano que ejerc¨ªa de mayordomo jefe. Hoy Mar¨ªa ocupa su puesto. Se detiene en una p¨¢gina firmada por la reina madre en 1953. ¡°Elizabeth R¡± (por ¡°regia¡±), escribi¨® con pluma en una preciosa caligraf¨ªa. Sentada junto a una gran mesa puesta, que en unas horas acoger¨¢ una comida para clientes especiales, Mar¨ªa explica que su misi¨®n es ¡°superar las expectativas del cliente¡±. ¡°Tengo el mejor trabajo de Londres¡±, a?ade, ¡°he aprendido a apreciar el arte que entra por la puerta¡±.

Todo aqu¨ª empieza y termina en el arte. As¨ª lo destaca Steven Murphy, el primer ejecutivo, en su despacho, de cuyas paredes cuelgan ¨®leos de Francesco Guardi y de De Chirico. Cuadros de grandes maestros cl¨¢sicos que contrastan, en una met¨¢fora de su manera de entender la compa?¨ªa, con otro objeto que reposa sobre una mesa: un viejo Apple Macintosh, uno de los primeros ordenadores personales creados por la empresa norteamericana. ¡°Es mi peque?o templo¡±, dice con sorna. ¡°Cada d¨ªa le pongo unas velas a Steve Jobs¡±. Murphy esboza las claves que para ¨¦l convierten a su empresa en ¨²nica. ¡°Llevo en la compa?¨ªa cuatro a?os, lo que en el mundo de Christie¡¯s no es nada¡±, explica. ¡°Soy nuevo, y en mi d¨¦cimo aniversario lo seguir¨¦ siendo. Cuando llegu¨¦, como soy el jefe, todos me preguntaban: ¡®?Qu¨¦ crees que deber¨ªamos hacer? ?Qu¨¦ tenemos que cambiar?¡¯. Y mi respuesta siempre era la misma: ¡®Mis ideas sobre c¨®mo servir mejor a nuestros clientes y hacer crecer el negocio est¨¢n ya aqu¨ª. Ya las conoc¨¦is. Mi trabajo es cogerlas todas y sintetizarlas en un plan. Hay muchos retos, pero estad tranquilos porque ya ten¨¦is algo que no puede ser inventado o transmitido en un documento de Power Point¡¯. Y ese es el esp¨ªritu de Christie¡¯s. Nunca he trabajado en un lugar en el que hubiera un mayor rigor intelectual. La mediocridad no dura en Christie¡¯s. El departamento de plata sabe todo lo que hay que saber sobre la plata. El de antig¨¹edades lo sabe todo sobre artefactos egipcios. El conocimiento aqu¨ª es profundo. Hay un je ne sais quoi. Y procede del hecho de que nadie olvida que, al final del d¨ªa, se trata de arte. Eso tiene su propia magia¡±.