Juncker, una esperanza
Los socialistas espa?oles se sit¨²an en la marginalidad al votar contra el candidato pactado
El ex primer ministro luxemburgu¨¦s Jean-Claude Juncker fue elegido ayer nuevo presidente de la Comisi¨®n por el Parlamento Europeo. Se trata de un hito en la trayectoria de la Europa comunitaria, pues es la primera vez que la designaci¨®n del jefe del Ejecutivo deriva directamente de las elecciones continentales.
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Su doble legitimidad, procedente tanto del voto de los eurodiputados como de la aquiescencia de los jefes de Gobierno de los Estados miembros, carece de precedente y refuerza su capacidad de maniobra. Las bravatas de la extrema derecha populista, sobre todo francesa y brit¨¢nica, confirman el fen¨®meno y honran al elegido, as¨ª como a la coalici¨®n democristiana/socialdem¨®crata/liberal que le apoya.
Ojal¨¢ el socialcristiano Juncker honre tal honor y sepa estar a la altura de sus compromisos, del programa que ha pactado y de la necesidad de Europa de superar la crisis, restaurar las heridas internas y volver a influir en la pol¨ªtica mundial.
A la espera de mayores concreciones en las medidas, detalles de su cuantificaci¨®n y desarrollos normativos, resulta obligado reconocer que su discurso program¨¢tico incluye ambiciones de alto vuelo. Y es susceptible de suscitar una gran esperanza. El punto clave de la propuesta de Juncker es un nuevo paquete de empleo, crecimiento e inversi¨®n, reedici¨®n ampliada del Pacto por el Crecimiento y el Empleo dise?ado en 2012 a consecuencia de la victoria de los (hoy declinantes) socialistas franceses.
Aquel pacto totalizaba 120.000 millones. El que anuncia Juncker casi lo triplica, asciende a 300.000 millones (un 2,3% del PIB europeo en sus tres a?os de despliegue). Aunque el mandatario fue algo inconcreto sobre sus fuentes de financiaci¨®n, dej¨® entender que estas provendr¨ªan de conjugar la reorientaci¨®n de partidas presupuestarias ya aprobadas con dinero nuevo proveniente de pr¨¦stamos del Banco Europeo de Inversiones. Cuanto m¨¢s haya de este y parecidos or¨ªgenes, mayor impacto tendr¨¢ en la inversi¨®n, la recuperaci¨®n econ¨®mica y la creaci¨®n de empleo, sin duda la primera prioridad de la UE.
Esta propuesta consagra una voluntad de giro parcial en la Uni¨®n: sin desde?ar la ortodoxia presupuestaria, aumenta el sesgo hacia una estrategia expansiva, contraria al ciclo del actual estancamiento. Era indispensable, y ojal¨¢ se concrete con holgura. Como lo era el reconocimiento de los errores practicados en la aplicaci¨®n de la austeridad, en el despliegue de la troika y en el olvido de las consecuencias sociales de la crisis. Este imperativo, junto con el de completar el mercado interior (en lo digital, en la energ¨ªa), la uni¨®n monetaria, una pol¨ªtica de inmigraci¨®n m¨¢s proactiva y unas relaciones exteriores m¨¢s activas, comerciales y pol¨ªticas, pespuntean el rosario de buenos prop¨®sitos del presidente.
Le flanquearon sus correligionarios democristianos (menos los h¨²ngaros), los liberales, y sus m¨¢s directos rivales, la mayor¨ªa de los socialdem¨®cratas. Un extra?o y disparatado papel desempe?aron los laboristas brit¨¢nicos y, sobre todo, los socialistas espa?oles.
A las pocas horas de que Pedro S¨¢nchez fuera elegido por los militantes como nuevo secretario general, los diputados del PSOE votaron contra el discurso m¨¢s social de un presidente de la Comisi¨®n desde la era de Jacques Delors, no respetaron el pacto urdido por el socialismo europeo para una gobernanza de coalici¨®n y lograron alcanzar la irrelevancia: mientras los italianos de Matteo Renzi arrancaban concesiones para pol¨ªticas expansivas y sociales, los socialistas espa?oles desaparec¨ªan, al abjurar de su propia tradici¨®n pactista en pol¨ªtica europea con infantiles apelaciones a las discrepancias de la campa?a de las elecciones europeas, como si su jefe de filas, Martin Shultz, no las hubiera tenido con el propio Juncker. A escala europea, inician as¨ª la nueva etapa con el cr¨¦dito por los suelos.
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