¡°Urge un plan gubernamental s¨®lido y r¨¢pido para ayudar a la infancia¡±
Tras su vida como diplom¨¢tico, el presidente de Unicef Espa?a dice estar en fase de devolver a la sociedad lo aprendido
Desde el pasado febrero, el diplom¨¢tico Carmelo Angulo ha a?adido una funci¨®n m¨¢s a su dilatada actividad al asumir la presidencia de Unicef en Espa?a. Lo hace justo en un momento en el que los ni?os han sido golpeados con dureza por la crisis. Son m¨¢s de dos millones de razones para alcanzar el que asegura que es hoy su objetivo: ¡°Que la agenda de la atenci¨®n a la infancia sea prioritaria¡±. Asume el reto a los 67 a?os, tras haber sido elegido para el cargo tan solo 18 meses despu¨¦s de empezar a formar parte del patronato de la organizaci¨®n. Aunque en su mochila profesional guarda una abultada carrera diplom¨¢tica por todo el mundo, desde ?frica hasta Am¨¦rica Latina, ligada a la solidaridad. ¡°Estoy en una fase de devoluci¨®n de lo mucho aprendido. Me siento como en casa. Este es mi mundo porque estas han sido preocupaciones de mi agenda personal¡±, dice de su nueva labor.
La mirada azul transparente de Angulo no desvela cansancio alguno. ¡°Ni pienso en jubilarme¡±, aclara. No cree que haya llegado el momento de abandonar la docencia en la universidad como director del Instituto para la Cooperaci¨®n y el Desarrollo Humano de la Camilo Jos¨¦ Cela; tampoco es la hora de cerrar su consultor¨ªa con la que asesora, entre otros organismos, a la Organizaci¨®n Mundial del Trabajo para erradicar el empleo infantil en Am¨¦rica Latina. M¨¢s a¨²n, a?ade una l¨ªnea con su estrenado cargo. Su curr¨ªculo no solo revela que es incansable, sino que adem¨¢s es un hombre de muchos perfiles. ¡°Desde peque?o pens¨¦ que deb¨ªa tener un plan B¡±, explica. Si no era la diplomacia, ser¨ªa profesor o se dedicar¨ªa la cooperaci¨®n al desarrollo. Al final, fue todo. Una cosa le llev¨® a otra.
Su carrera est¨¢ llena de hitos. Su inquietud por viajar, conocer, entender y trabajar en otras culturas, le lleg¨® cuando era ni?o. Angulo imaginaba c¨®mo ser¨ªa montarse en un barco y emigrar a otro continente. Es lo que hicieron sus bisabuelos paternos. ¡°Salieron de un pueblo de Soria donde hab¨ªa peste y se fueron a Uruguay. Siempre sent¨ª que deb¨ªamos mucho a gente que hab¨ªa tomado muchos riesgos, a los emigrantes. Aquello marc¨® mi vida¡±, afirma. ?l lo hizo a su manera y en otras circunstancias. Tras estudiar Derecho, curs¨® un m¨¢ster en Estudios Europeos en Francia. ¡°Fue salir del cascar¨®n y acercarme a la Europa democr¨¢tica. Me cambi¨® la vida y me abri¨® horizontes¡±. Decidi¨® embarcarse en las relaciones internacionales. Y emigrar.
¡°Tuve un buen maestro¡±, recuerda a Tierno Galv¨¢n. ¡°Fue un faro que nos gui¨® y form¨® a un grupo de diplom¨¢ticos¡±. Angulo achaca parte de su vocaci¨®n solidaria a la formaci¨®n recibida del pol¨ªtico. Coincidir con ¨¦l fue otro punto de inflexi¨®n: decidi¨® focalizarse en pa¨ªses en desarrollo.
Sus dos deseos ¡ªemigrar y que fuera a un pa¨ªs deprimido¡ª se cumplieron en su primer destino como diplom¨¢tico en los a?os setenta. Mauritania fue su ¡°primer directo¡± con la realidad m¨¢s dura. ¡°Vi el hambre, la desnutrici¨®n, la sequ¨ªa¡ La gente que viv¨ªa en el desierto com¨ªa literalmente arena. Todav¨ªa guardo alg¨²n traje con polvo entre las costuras. Vi que hab¨ªa un mundo injusto¡±, recuerda. Asegura que entonces comprendi¨® que solo si se cumpl¨ªan los Derechos Humanos, si se desarrollaban sistemas democr¨¢ticos y se cooperaba con aquellos pa¨ªses la gente tendr¨ªa una vida digna. Un mantra que Angulo se ha afanado en cumplir all¨¢ donde ha ido bien como diplom¨¢tico, embajador o enviado de la ONU.
Una d¨¦cada y algunos pa¨ªses despu¨¦s de Mauritania (y los descubrimientos que all¨ª hizo), Angulo recal¨® en Am¨¦rica Latina. El continente que a principio de siglo acogi¨® a sus ancestros se convirti¨® en su hogar durante m¨¢s de 20 a?os. ¡°He sido un observador privilegiado¡±, reconoce.
El periplo de sus bisabuelos y el suyo propio, con todas sus diferencias, hace que el presidente de Unicef haya desarrollado una especial sensibilidad hacia los problemas que sufren los inmigrantes. Reprueba con contundencia ¡°los brotes hostiles y xen¨®fobos¡± hacia los extranjeros que viven en Espa?a que ha observado en los ¨²ltimos a?os. Tambi¨¦n destaca las que considera actitudes positivas. ¡°Muchos m¨¦dicos han echado una mano a pesar de los decretos¡±, apunta en clara referencia a la norma que supuso la exclusi¨®n sanitaria de los sin papeles y que algunos facultativos han quebrantado para seguir tratando a los pacientes, independientemente de su tarjeta de residencia.
Sus otros ¡°h¨¦roes de la crisis¡± son los profesores. ¡°Los maestros tratan de paliar las diferencias entro los peque?os por cuestiones econ¨®micas¡±, apunta. Lo ve en el colegio p¨²blico al que acude su hijo peque?o, quien le cuenta que algunos compa?eros de clase se van a casa a comer porque no tienen recursos para pagar el comedor escolar.
Pero Angulo no se siente solo ante el reto de mejorar la vida del 27,7% de los menores espa?oles, los que viven por debajo del umbral de la pobreza. ¡°Unicef tiene casi 300.000 socios que aportan de media unos 140 euros al a?o¡±, subraya. ¡°Tenemos una sociedad solidaria. Hay mucha gente que se ha quitado la cerveza para darlo a organizaciones sociales civiles. Solo el a?o pasado, el n¨²mero de socios de Unicef aument¨® en 50.000 personas¡±, destaca.
Pese a que se rompe en halagos hacia la solidaridad espa?ola, Angulo se apresura a reclamar un plan gubernamental s¨®lido y r¨¢pido para ayudar a la infancia y que su futuro no quede a merced de la bondad ciudadana y abocados a hacer cola en los bancos de alimentos. De nuevo, el diplom¨¢tico tira de memoria y se remonta a su infancia. ¡°Recuerdo los carn¨¦s de racionamiento y que ven¨ªan en camiones para repartir comida. Espero que no tengamos que hacerlo ahora¡±, dice con serenidad.
¡°Me ha tocado vivir hambrunas, huracanes... y he visto muchos dramas. He estado muy cerca de los problemas de la gente¡±, concluye. Ahora, en su nueva faceta de presidente de Unicef, no tendr¨¢ que coger un avi¨®n, ni volver al pasado para conectar con aquellos que necesitan su ayuda. Bastar¨¢ con que se agache para escuchar a los m¨¢s bajitos; a los compa?eros de colegio de su hijo, a los ni?os para los que la crisis no es que suba la prima de riesgo, sino una nevera vac¨ªa.
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