Picasso, entre antitaurinos y ¨¢cratas
Por ver alguna corrida, estuvo a punto de volver a la Espa?a de Domingu¨ªn y Ord¨®?ez, de Franco y moscas, de pasodobles
El primer cuadro que pint¨® fue un picador, desde ni?o le apasionaron las corridas. Dibuj¨® y so?¨® con mil suertes del toreo. Dec¨ªa que el verdadero arte estaba en Luis Miguel Domingu¨ªn, franquista y todo lo contrario. Al pintor de las tauromaquias y los minotauros le gustaba disfrazarse de torero, ver los toros desde la barrera, so?ar con ser toro o, al menos, picador. Gracias a su afici¨®n y a su impulso resurgi¨® la fiesta en el sur de Francia. Por ver alguna corrida estuvo a punto de volver a la Espa?a de Domingu¨ªn y Ord¨®?ez, de Franco y moscas, de pasodobles y sombreros cordobeses. Su palabra de rojo, su comunismo de Costa Azul y su verg¨¹enza torera se lo impidieron. Vivi¨® m¨¢s cerca de las Ventas que del Prado.
Hubo otro tiempo, otro Picasso, otro Ruiz, otro espa?ol entre ¨¢cratas, bohemios, dandis, bebedores de ¨¦ter y antitaurinos. Pongamos que hablo de Madrid empezando el siglo XX. El joven vuelve a Madrid ¨Cdespu¨¦s de haber conocido Par¨ªs y de empezar a ser alguien en la Barcelona de Els Quatre Gats y los modernos de una ciudad abierta y cosmopolita¨C convencido de que esta vez triunfar¨¢. Alquila una buhardilla desabrida en un barrio burgu¨¦s, aunque no abandona el centro de los caf¨¦s de escritores. Un amigo de Barcelona, el escritor Francisco As¨ªs y Soler, le propone hacer una revista ¡°sincera¡± y eternamente joven como Virgilio, El Greco o Wagner.
La ef¨ªmera revista Arte Joven, de la que Picasso fue director art¨ªstico e ilustrador principal, se subvencionaba con los dineros que produc¨ªa un invento ¡°milagrero¡± del padre de As¨ªs y Soler: el ¡°cintur¨®n el¨¦ctrico¡± remedio contra la impotencia, vejez prematura, neurastenia e histeria. La revista dur¨® lo que tardaron los incautos en descubrir ese nuevo b¨¢lsamo de Fierabr¨¢s.
Mientras tanto colaboraron Unamuno, los Baroja, Bayo, Silverio Lanza y un joven Mart¨ªnez Ruiz, m¨¢s tarde Azor¨ªn ¨Ctan discreto, magro y del Abc¨C, que publica: ¡°¡ No queremos imponer leyes ni que nos impongan leyes; no queremos ser gobernantes ni que nos gobiernen. Mon¨¢rquicos o republicanos, reaccionarios o progresistas, todos son en el fondo autoritarios. Seamos inertes ante la invitaci¨®n a la pol¨ªtica. La democracia es una mentira inicua¡ Ni se?ores, ni esclavos, ni electores ni elegidos, ni siervos ni legisladores. Rompamos las urnas electorales, y escribamos en las encarecidas candidaturas endechas a nuestras amadas y felicitaciones ir¨®nicas a cuantos crean ingenuamente en la redenci¨®n del pueblo por el Parlamento y por la democracia¡±. A?os despu¨¦s Franco le hizo caso y no se meti¨® ni en pol¨ªtica, ni en urnas, ni en democracias. El admirado Azor¨ªn no tuvo suerte con sus endechas enamoradas.
Pensando en Picasso sorprende m¨¢s el editorial de su amigo Soler: ¡°¡ Nosotros, que somos espa?oles, pero que no gustamos de la fiesta nacional; nosotros, que no queremos demoler conventos ni comer carne de fraile, sin duda porque tenemos de la libertad una idea muy elevada, vemos la agon¨ªa de la vieja Espa?a¡ Dej¨¦mosles que r¨ªan y se diviertan, demos al pueblo lo que pidan. Cuando las fieras quieren sangre, dadles sangre, dejadlas que se harten de ella, dejadlas hasta que revienten. Hoy nuestra misi¨®n es esperar. Esperemos arma al brazo los acontecimientos, limit¨¢ndonos solamente a protestar de que en Espa?a y en el siglo XX siga celebr¨¢ndose un espect¨¢culo inmoral y b¨¢rbaro patrocinado muchas veces por las autoridades¡±.
La venganza de los antitaurinos se come fr¨ªa. Todav¨ªa quedamos unos pocos refugiados en montes cercanos y en la televisi¨®n americana. Pero la resistencia avanza en el sur de Francia. Gracias, Pablo.
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