¡°Los ni?os sirios viven como en un par¨¦ntesis temporal¡±
El actor visita con Unicef el gigantesco campo de refugiados jordano de Za¡¯atari
"Los ni?os sirios somos fuertes, queremos venir a la escuela y so?amos con volver a Siria". La ni?a que nos habla apenas alcanza los 11 a?os. Est¨¢ sentada en la primera mesa de su clase. Un espacio luminoso y ordenado en el campo de refugiados de Za¡¯atari, el segundo m¨¢s grande del mundo, m¨¢s de 100.000 personas que han llegado hasta aqu¨ª huyendo de la guerra en su pa¨ªs. La clase est¨¢ llena de ni?as, es d¨ªa de evaluaci¨®n. La atenci¨®n en las tareas del examen no consiguen disipar sus quebrantadas miradas, llenas de una profunda tristeza que con el correr de los meses va dando paso a la alegr¨ªa normal en los juegos de los ni?os.
Viajo a Jordania con UNICEF, invitado por la Uni¨®n Europea con el fin de visitar el campo de Za¡¯atari, y la ciudad de Zarqa en las inmediaciones de Amman y documentar las condiciones en las que viven los ni?os refugiados y sus familias y prestarles mi voz. Jordania es el pa¨ªs de Oriente Pr¨®ximo que m¨¢s refugiados ha acogido en los ¨²ltimos 18 meses, cientos de miles que desbordan los campamentos de Naciones Unidas. "Una tragedia humanitaria agravada por el problema pol¨ªtico que genera la pasividad internacional a la hora de atacar la causa principal de los ¨²ltimos desplazamientos provocados por los m¨¢s de tres a?os de guerra en Siria".
El campo de refugiados de Za¡¯atari es una inmensa extensi¨®n de tiendas de campa?a y algunas construcciones temporales en los que en los meses de verano se respira un calor asfixiante, pero que re¨²ne las condiciones humanitarias necesarias para la atenci¨®n de los refugiados, que siguen llegando diariamente. UNICEF y la UE les ofrecen los servicios b¨¢sicos, agua, comida, atenci¨®n psicol¨®gica. La escolarizaci¨®n de las ni?as y ni?os ocupa las aulas de tres grandes escuelas y ya hay dos m¨¢s en su ¨²ltima fase de construcci¨®n. El primer d¨ªa visitamos una de ellas. Cuando llegamos nos encontramos con cientos de ni?os que se dirig¨ªan a sus clases por la ¨²nica carretera de circunvalaci¨®n que tiene el campo, por la que transitan continuamente los camiones que reparten el agua.
En Siria antes de la guerra exist¨ªa una prestigiosa universidad y un sistema educativo integrador referente entre los pa¨ªses de la regi¨®n. "El nivel es alto", es el primer comentario que recibimos por parte de los profesores del aula. All¨ª se imparten, adem¨¢s de las clases ordinarias, otras de apoyo a los ni?os que vivieron las historias m¨¢s atroces, que a¨²n conservan en su rostro las secuelas de la destrucci¨®n. "Un d¨ªa bombardearon el barrio, el techo de la casa se derrumb¨® y todos quedamos atrapados. Cuando fuimos evacuados por los vecinos, mi padre nos dijo que esa misma noche saldr¨ªamos de la ciudad y nos ir¨ªamos lejos". Historias similares y terribles que se repiten en muchos de ellos. Son fuertes. Quieren volver a su pa¨ªs y no saben cu¨¢ndo podr¨¢n hacerlo. Sus miradas ya no conservan la ingenuidad propia de los ni?os, est¨¢n rotas, como s¨ª mirar¨¢n hacia dentro, la tristeza ejerce en su rostro una mueca de dolor y miedo.
En la carretera de circunvalaci¨®n, a la hora de salida de las clases cientos de ni?os y ni?as se arremolinan junto a nosotros.Todos nos saludan y dicen gracias. Quieren que se conozca su historia. S¨®lo ellos se enfrentan sonrientes a la c¨¢mara, sus mayores no lo hacen por miedo a represalias a sus familias que a¨²n permanecen en Siria. La misma premisa cuando visitamos las clases de ejercicios extraescolares, tan necesarios en la recuperaci¨®n psicol¨®gica de los ni?os. Se muestran con orgullo inocente y esperan esa sonrisa a la que poder contestar con otra grande. Son muy conscientes de su situaci¨®n, han visto la devastaci¨®n de la guerra en sus propias casas, en sus barrios y ciudades. Cuando llegan al campo procedentes de los diferentes y cambiantes pasos fronterizos, sus reacciones, sus dibujos, su tristeza son los recuerdos que intentan transformar con nuevos juegos, nuevos dibujos llenos de color, donde la familia y el detalle del recuerdo de Siria adquieren protagonismo. Hoy me reciben con una alegr¨ªa que me reconforta en lo m¨¢s profundo. Ellos son los que m¨¢s horror vivieron, hoy me sonr¨ªen, me tocan, me decoran con henna un brazo. Y sonr¨ªen. S¨®lo escasea la esperanza, el ma?ana es igual que ayer. No hay fecha para el regreso a las ruinas de las que huyeron. La misma sensaci¨®n cuando visitamos alguna familia. Sus necesidades est¨¢n bien cubiertas, el campo ha ido ganado en orden y convivencia, tienen agua 3,6 millones de litros se reparten todos los d¨ªas, los alimentos y asistencia, pero viven en un par¨¦ntesis temporal con la sensaci¨®n de estar en un rinc¨®n olvidado sin apenas comunicaci¨®n con su pa¨ªs.
El segundo d¨ªa de nuestra visita conocimos familias que viven fuera del campo de Za¡¯atari, en la ciudad de Zarqa, a treinta kil¨®metros de Amman. Las historias se repiten. Se emocionan recordando lo que dejaron atr¨¢s, los que perdieron, viven pendientes de las noticias de cualquier tipo con las que informarse de lo que pasa en Siria. En este medio urbano la integraci¨®n y escolarizaci¨®n de los ni?os se produce en centros pertenecientes a organizaciones locales asistidas y financiadas por UNICEF, la UE. Visitamos una de ellas, un centro con m¨¢s de 30 a?os de experiencia en la asistencia a ni?os refugiados de los distintos conflictos en la regi¨®n. En ella se desarrollan actividades multidisciplinares que sit¨²an a los ni?os en una ambiente de estudio, lectura, juego y representaciones musicales. Es un trabajo enorme, continuo y muy especializado por la experiencia adquirida en todos estos a?os. La mayor¨ªa de los ni?os son sirios, la escuela su ¨²nico contacto con la sociedad jordana, un delicado ejercicio de convivencia en la que vuelve a escasear la esperanza. Saben que la soluci¨®n pol¨ªtica est¨¢ pr¨¢cticamente paralizada. La guerra se recrudece sobre todo en las ciudades, afectando a cientos de miles de civiles. La comunidad internacional no se pone de acuerdo en c¨®mo ayudar a la resoluci¨®n del conflicto. En ese par¨¦ntesis aterrador viven, esa es la historia com¨²n que quieren que contemos. Los ni?os, siempre los ni?os como objetivo, ese ser¨ªa el final de nuestro raconto. Sus historias, la llamada urgente para no dejarles abandonados. Alzamos la voz por ellos. No dejaremos de hacerlo hasta que no se les permita vivir, crecer y alcanzar su m¨¢ximo potencial.
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